Iraq, ¿5.000 dólares por segundo?
La guerra en Iraq actualmente va mejor de lo anticipado, para variar. La mayoría de los detractores de la guerra, yo mismo incluido, estaba equivocada: No anticipamos las mejorías en el área de seguridad que son, en parte, el resultado del “repunte” del año pasado.
La mejoría es real, pero frágil y limitada. A esto equivale: hemos reducido el número de bajas estadounidenses a los inaceptables niveles que nos plagaron en el 2005, y aún no contamos con un plan para salir sino hasta dentro de varios años; ¡todo por una iniciativa de ley que se está acumulando al ritmo de casi 5.000 dólares por segundo!
Lo que resulta de mayor importancia es que, si bien las bajas en Bagdad han disminuido, estamos empezando a registrar pérdidas en Florida y California. Todo parece indicar que Estados Unidos cayó en una recesión; los estadounidenses están perdiendo sus hogares, sus empleos y sus seguros de salud; los bancos están enfrentando dificultades… y al parecer la guerra en Iraq ha agravado todas estas penurias internas.
“El caos económico del Presente se relaciona en buena medida con la guerra en Iraq”, dice Joseph Stiglitz, economista laureado con el Premio Nobel. “Esta situación fue parcialmente responsable por los altísimos precios del petróleo. Más aún, el dinero invertido en Iraq no estimuló a la economía en la misma medida que lo habrían hecho dólares gastados en Estados Unidos. A fin de encubrir estas debilidades de la economía estadounidense, la Reserva Federal dejó salir una cascada de liquidez; esto, combinado con laxas normas, dio origen a la burbuja de la vivienda y un auge de consumo”.
No todos coinciden en la firmeza de la conexión entre Iraq y nuestras penas económicas. Robert Hormats, vicepresidente de Goldman Sachs International y autor de un libro sobre cómo Estados Unidos paga sus guerras, argumenta que la guerra de Iraq es una negativa para la economía pero sigue siendo tan solo un factor menor en la crisis actual.
“¿Es acaso una causa significativa de la presente declinación?”, preguntaba Hormats. “Yo diría que no, pero, ¿podría haber sido empleado ese dinero de mejor forma en el fortalecimiento de nuestra economía? La respuesta es afirmativa”.
Pese a todos los desacuerdos, al parecer existe cuando menos una modesta conexión entre el gasto en Iraq y las dificultades económicas dentro de Estados Unidos. Así que, conforme debatimos sobre si traemos o no a las tropas de vuelta a casa, un interrogante central debería ser el de si Iraq es realmente el mejor lugar para invertir 411 millones de dólares cada día, tan solo en el gasto actual.
Yo he argumentado que la permanencia indefinida en Iraq socava nuestra seguridad nacional, ya que les da poder a los yihadíes; justo como sabemos que nuestra presencia militar en Arabia Saudita en los años noventa fue, de hecho, contraproducente, pues le dio poder a la red Al Qaeda en sus primeros días. Por otra parte, los partidarios de la guerra argumentan que un retiro de Iraq indicaría debilidad y dejaría un vacío que los extremistas llenarían, y estas son inquietudes legítimas.
Sin embargo, si usted cree que la permanencia en Iraq hace más bien que mal, debe responder a la siguiente pregunta: ¿Acaso esa presencia es tan valiosa que vale la pena socavar nuestra economía?
Cierto, los estimados de costos son flojos y polémicos, en parte debido a que los 12.500 millones de dólares que pagamos actualmente por Iraq son tan solo un anticipo. Los estadounidenses aún seguiremos efectuando pagos por incapacidad a veteranos de la guerra en Iraq en 50 años.
Stiglitz calcula en un nuevo libro, escrito en colaboración con Linda Bilmes, de la Universidad de Harvard, que los costos totales, incluidas las facturas a largo plazo en las que estamos incurriendo, ascienden aproximadamente a 25.000 millones de dólares al mes. Eso equivale a 330 dólares mensuales por una familia de cuatro integrantes.
En un estudio comisionado por el Congreso estadounidense al Comité Conjunto de Economía, se encontró que las sumas gastadas en la guerra de Iraq cada día podrían cubrir el costo de las inscripciones de 58.000 niños adicionales al programa Head Start, o darles Becas Pell a 153.000 estudiantes para que asistan a la universidad. O si estamos seguros que deseamos invertir en seguridad, entonces el gasto de un solo día en Iraq financiaría a otros 11.000 agentes de la Patrulla Fronteriza o 9.000 oficiales de la policía.
Imaginen las posibilidades. Podríamos contratar a más agentes de policía y de la Patrulla Fronteriza, expandir el programa social Head Start y rehabilitar la imagen de Estados Unidos en el mundo absorbiendo el costo de un impulso mundial enfocado a abatir la tasa de mortalidad materna, erradicar la malaria y desparasitar a cada niño en África.
Todo lo anterior consumiría menos de un mes en el gasto dedicado a la guerra en Iraq.
Más aún, la administración Bush ha financiado esta guerra de una forma que socava nuestra seguridad nacional… pidiendo préstamos. China y otros países tendrán el 40% de la deuda acrecentada.
“Esta es la primera guerra de grandes dimensiones en la historia de Estados Unidos en la cual todos los costos adicionales fueron pagados a través de préstamos obtenidos”, nota Hormats.
Si los partidarios de la guerra creen que la de Iraq es tan esencial, entonces ellos deberían de estar dispuestos a pagar por su costo con impuestos en vez de cobrarla.
De una u otra forma, ahora o más tarde, tendremos que pagar la cuenta. Stiglitz calcula que, con el tiempo, el costo de la guerra terminará siendo de casi tres billones de dólares. Para una familia de cinco integrantes como la mía, eso equivale a una cuenta de casi 50.000 dólares.
Siento que no estoy recibiendo el justo valor de mi dinero.
©The New York Times News Service.
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