Doble imposición propuesta
Cuando una empresa pertenece a una sola persona, las utilidades (ganancias) le corresponden solo al único dueño. Si pertenece a varias personas, es decir, si es una sociedad, las utilidades corresponden a los socios, y se dividen entre ellos acorde a su contribución. Por algo se llaman dividendos. La utilidad de la sociedad ES la utilidad de los socios. No es un evento distinto ni ajeno y, por eso, ponerle impuestos a lo que le corresponde a cada socio cuando se distribuye significa tasar un mismo ingreso dos veces: una antes de repartirlo, y otra al repartirlo.
El Artículo 243 de la Constitución prohíbe y aclara que hay doble imposición “cuando un mismo hecho generador atribuible al mismo sujeto pasivo es gravado dos veces … y por el mismo evento…”
Existe la muy jalada pretensión de desvirtuar y confundir lo real con lo formal, como si un arreglo meramente formal, como es una sociedad mercantil, fuese una persona real, porque se le llama “persona jurídica”. El hecho de que para facilitar y reglamentar la cooperación entre personas se haya instituido la figura jurídica de la “sociedad mercantil” de ninguna manera desvirtúa la realidad de que son personas reales las que cooperan y participan en la empresa.
Hay quienes sostienen el concepto colectivista (comunista) de que el Estado tiene derecho prioritario sobre los ingresos de las personas y que la ley dispondrá con cuánto se puede quedar cada ciudadano, aduciendo que nadie produce sin la cooperación de “la sociedad” y del gobierno. Esa perspectiva ignora que son las personas quienes organizan gobiernos para proteger sus derechos individuales; que las personas son los soberanos, y no el gobierno; que el gobierno existe para servir a los ciudadanos, y no al revés; que al presidente y vicepresidente se les llama “mandatarios” porque ejecutan los mandatos de los “mandantes”, que son los ciudadanos los soberanos. Pareciera que no estuviesen enterados de que la monarquía y el feudalismos ya no existen y que los ciudadanos ya no son siervos del príncipe.
Las utilidades de una empresa siempre son residuales y, como tales, pueden ser negativas (pérdidas) o positivas (ganancias): es lo que queda después de restar todo lo que hubo de pagarse a los proveedores de materias primas al precio libremente acordado (y por tanto es cuenta saldada), a los trabajadores por su colaboración (y por tanto es cuenta saldada), al gobierno con impuestos (y por tanto es cuenta saldada), etc., y, por tanto nadie tiene derecho alguno sobre el residuo, fuera de quien arriesgó su patrimonio y esfuerzo en producir y servir a la sociedad a cambio de una remuneración especulativa.
Muchos creen que los precios los ponen los empresarios. Quienes así piensan pronto entrarían en bancarrota, porque la realidad es que los empresarios producen solamente cuando el precio del mercado es mayor a sus costos estimados. Y como nadie es sabio, la actividad productiva resulta tan precaria que la mayoría de nuevas empresas fracasan antes de los cinco años.
Todo impuesto afecta el ingreso familiar. Los que más empobrecen son los que desincentivan inversiones, porque de ellas depende el aumento de la productividad social y, por ende, los salarios. Y no olvidemos que las inversiones ocurren solamente para tener utilidades, de manera que cuando se desincentivan inversiones con impuestos, se está castigando, indirectamente, el consumo de los más pobres.
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