¿Obama es realmente antichavista?
Por Edgar C. Otálvora
Webarticulista
El marco de referencia entre Venezuela y EEUU cambió esta semana. Las declaraciones del precandidato Barack Hussein Obama censurando la política de Hugo Chávez y dando por ciertas las relaciones de éste con las Farc, señalan que el caso venezolano entró definitivamente en la agenda política de Washington. Ya no es un asunto sólo manejado por la antichavista derecha en Miami y por los liberales del Partido Demócrata interesados en hacer carrera política con dólares venezolanos.
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Estando en plena campaña por la candidatura, las fuertes expresiones de Obama lo delatan en un movimiento hacia la derecha política. Esto puede ser una maniobra electoral sin consecuencias en su eventual futuro gobierno. Sin embargo, deja en evidencia el peso que dentro de sectores específicos del electorado gringo tiene el tema internacional y dentro de ello el caso Chávez. Obama quien anda buscando votos, no dudó en hablarle a su público sobre un tema cercano a ese auditorio: Irán. Obama alertó sobre las fuertes relaciones entre Chávez y los iraníes, haciendo referencia incluso a la reciente creación de un banco binacional. El candidato demócrata que tanta admiración despertaba en el chavismo, se encargó esta semana de llamar la atención sobre las relaciones entre Venezuela y un país que tiene sobre sí una serie de sanciones internacionales. El mensaje no fue nada subliminal.
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El epicentro de la política regional estará centrado en las próximas semanas en Bolivia.
Hugo Chávez ha asumido la suerte de su aliado Evo Morales, como una prueba de su poderío político, económico y militar. Aparte de su estrategia para compensar el escándalo por el contenido de las computadoras de Raúl Reyes, Chávez se dispone a jugársela en Bolivia para que Morales salga ganador del referendo revocatorio. El jueves pasado en la noche, Chávez ordenó cadena de radio y TV, para que el país viera el momento cuando Morales hacía su entrada al Palacio de Miraflores. Luego, uno de los canales oficiales transmitió en vivo el acto de firma de un nuevo tratado de cooperación militar entre los dos gobiernos.
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Un hecho comentado en el mundillo diplomático caraqueño fue la presencia en Miraflores, durante el acto de la firma del segundo acuerdo militar de Chávez y Morales, del Embajador cubano en Bolivia, Rafael Dausá Céspedes. Tal como suele reseñarlo la agencia oficial de noticias boliviana, el diplomático cubano se ha convertido en una presencia permanente en toda clase de actos oficiales en Bolivia. El comportamiento es análogo al del embajador cubano en Caracas, Germán Sánchez Otero, quien desde 1999 es personaje obligatorio en los más distintos actos públicos venezolanos.
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Brasil coronó el viernes pasado uno de sus objetivos de política exterior regional más acariciados en los últimos años: la creación de una instancia que abarque los doce gobiernos de Suramérica, y en la cual, Brasilia actúa de una u otra forma como un primo inter pares. Pero el sesgo político y las marcas ideológicas que le han impuesto desde Caracas y La Paz, amenaza con paralizar la organización desde antes de su arranque.
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La idea la Comunidad Suramericana de Naciones (Casa), rebautizada como Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) por presión de Hugo Chávez, fue lanzada como proyecto por Fernando Henrique Cardoso en el año 2000 e impulsada por Lula da Silva.
En términos prácticos, existe una clara continuidad de metas y líneas de acción estratégicas en la política brasileña hacia su entorno. La misma tiene una inspiración en el siglo XIX, y contemporáneamente enlaza las visiones geopolíticas de los gobiernos militares con los gobiernos de izquierda que han copado la escena brasileña actual.
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En septiembre del 2000, convocados a Brasilia por un Fernando Henrique Cardoso ya en su segundo mandato, se produce la primera reunión de todos los mandatarios de Suramérica. En aquella ocasión fue aprobada la Iniciativa para la Integración de Infraestructura Regional en Sur América (IIRSA), con lo cual Brasil quiso armar un paquete de proyectos que comenzaran a darle sentido operativo al proyecto de comunidad suramericana. Bajo el paraguas de IIRSA, Brasil comenzó a motorizar sus proyectos de enlaces terrestres hasta el Océano Pacífico, vía Bolivia y Perú.
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Hasta ahora, el proyecto de Unasur contaba con una virtual complacencia por todos los países de la subregión. La amplitud de la agenda de temas se amoldaba con comodidad a los intereses de los respectivos gobiernos. Esta situación cambió debido a dos hechos suscitados el viernes pasado en Brasilia. En primer lugar fue incluido de forma expresa el tema «defensa» en los documentos de Unasur, acompañado de la propuesta brasileña de crear un Consejo Suramericano de Defensa. En segundo lugar, el texto leído por Evo Morales al momento de hacer entrega de la Presidencia pro-tempore y el propio Tratado revelan una connotación ideológica y programática distinta al proyecto originalmente aceptado por los distintos gobiernos. Incluso entre analistas en Brasilia existen dudas de que el Tratado sea aprobado fácilmente por el actual Congreso de ese país. El sesgo anti-mercado que está adquiriendo Unasur sería rechazado por varios parlamentos.
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En su discurso de apertura de la Cumbre de Unasur del viernes pasado, Lula da Silva actuando como anfitrión, se permitió presentar su propuesta de crear un consejo de defensa. Sería el primero de los consejos que en el futuro darían cuerpo operativo a la naciente Unasur. El único mandatario que se mostró reacio a incorporarse a un esquema suramericano de defensa fue el colombiano Alvaro Uribe, pero otros gobiernos se han mostrado poco entusiasmados con este proyecto. Varios gobiernos de la región lo consideran como un inusitado apresuramiento por parte de la diplomacia brasileña, más dada a pasos cortos y seguros El ministro de Defensa brasileño, en un acto poco usual en la diplomacia brasileña, filtró a la prensa la opinión de Uribe, antes de la reunión de Unasur, restándole relevancia a la negativa colombiana. Esto llevó a que Uribe, antes de llegar a Brasilia, confirmara su desinterés por el Consejo Suramericano de Defensa que Lula propondría.
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La inusual falta de tacto con la cual Brasil trató la posición colombiana sobre el Consejo Suramericano de Defensa, dejó al descubierto una confrontación en el seno del gobierno Lula sobre la conducción de la política exterior. El tema del CSD lo movieron interna y externamente, el ministro de Defensa Nelson Jobim y Marco Aurelio García, este último como asesor y operador internacional de Lula da Silva al margen de la Cancillería.
Artículo publicado originalmente en el diario El Nuevo País
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