Obama, los hispanos y América Latina
Por Jorge Ramos Avalos
El Nuevo Herald
Denver — Barack Obama llegó sin prisa y con la absoluta convicción de que puede convertirse en el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos.
Lo había conocido en dos ocasiones anteriores, durante los debates presidenciales y, por lo tanto, ya no me sorprendió su altura, flacura y lentitud de sus elegantes movimientos. Pero en esta ocasión lo sentí imperturbable, centrado, con un balance interior que sólo se puede describir como espiritual.
No me lo pude imaginar gritando, ni enojado. Da la impresión de que piensa todo –una fracción de segundo más que el resto de los mortales– antes de hablar. Hay políticos que esconden sus debilidades y pretenden aparecer más fuertes de lo que son. Obama no. Se acepta vulnerable. Es esa cualidad la que le permite conectar con la gente y con los votantes, sobre todo los más jóvenes.
Cuando le pregunté si su esposa Michelle creía que él corría algún peligro en la campaña electoral, reconoció sin ningún titubeo el dominio que ella tiene sobre él. »Obviamente me hubiera vetado y no me hubiera dejado entrar en esta contienda por la presidencia», me dijo. «Pienso que todos tenían preocupaciones en un principio, pero creo que la protección del servicio secreto es excelente.»
El objetivo de esta entrevista de 20 minutos con el candidato era ver qué tanto sabía sobre los hispanos en Estados Unidos y respecto a América Latina. Y sin duda había hecho su tarea.
La senadora Hillary Clinton obtuvo más votos de latinos que él durante las votaciones primarias en los 50 estados y Puerto Rico. Algunos creen que es por la tensión que por décadas ha existido entre afroamericanos y latinos. Pero otros apuntan al poco, ineficiente e improvisado esfuerzo de la campaña de Barack Obama entre los votantes hispanos.
»Creo que sólo tiene que ver con el hecho de que los latinos me conocen menos a mí que a la senadora Clinton», me dijo a manera de explicación. No saben, añadió, que ha trabajado con la comunidad latina de Chicago, que apoyó los esfuerzos de legalizar a los indocumentados y de mejorar los programas educativos. Pero lo que muchos sí saben es que, como senador, votó a favor de construir 700 millas de un muro en la frontera con México. –Si llega a ser presidente –le pregunté– ¿pararía la construcción del muro?
–Quiero saber primero qué es lo que funciona –respondió.
–¿Pero un muro funciona?
–No lo sé todavía.
–Pero usted ya votó para construir el muro.
–Bueno, lo entiendo. Yo voté para iniciar la construcción del muro en ciertas áreas de la frontera. Creo que hay algunas zonas en las que sí tiene sentido y puede salvar vidas, si prevenimos que la gente cruce áreas desérticas que son muy peligrosas –Alrededor de 400 personas mueren en esa frontera cada año.
Otro asunto que también revisaría como presidente sería el de las redadas y deportaciones de indocumentados. »No creo que sea la manera norteamericana de hacer las cosas el arrestar a una madre, separarla de su hijo y deportarla, sin medir las consecuencias», me dijo.
Obama no se quiso comprometer, como la senadora Clinton, a enviar una reforma migratoria al Congreso durantes sus primeros 100 días en la Casa Blanca. No es realista cuando tiene que resolver primero la guerra en Irak y la actual crisis económica. Sin embargo, dijo que «lo que sí puedo garantizar es un propuesta de reforma migratoria durante el primer año».
Barack Obama nunca ha viajado a América Latina en sus 46 años de edad. No apoya el Tratado de Libre Comercio que negocian los gobiernos de Estados Unidos y Colombia. Y quizás suspendería o renegociaría el tratado comercial que existe desde 1994 con México. Pero su política exterior para la región va mucho más allá. «Hay una conexión natural entre Estados Unidos y América Latina».
»Cuando se termine la guerra en Irak podremos volver a enfocar nuestra atención (en Latinoamérica)», enfatizó. Y luego sacó una larga lista de las cosas que quería hacer para no olvidar la región (como lo hizo el actual presidente George Bush a partir del 11 de septiembre del 2001).
Esto haría Barack Obama en América Latina: «Iniciaría pláticas con nuestros enemigos en Cuba y Venezuela. Levantaría las restricciones de viaje a quienes tienen familiares en Cuba. Quiero unirme a países como Brasil para buscar formas más limpias de energía. Aprobé el Tratado de Libre Comercio con Perú, pero me opongo al de Colombia hasta que tenga la confianza de que no están matando ahí a líderes sindicales; hay que parar este tipo de actividades paramilitares.»
¿Y Hugo Chávez? ¿Es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y del resto del continente? »Sí creo que sea una amenaza, pero es una amenaza manejable», me contestó. «Sabemos, por ejemplo, que pudo haber estado involucrado con el apoyo a las FARC y perjudicando a un vecino. Ese no es el tipo de vecino que queremos. Creo que es importante, a través de la Organización de Estados Americanos o de Naciones Unidas, el iniciar sanciones que digan que ese comportamiento no es aceptable. Lo que he dicho es que debemos tener una diplomacia directa con Venezuela y con todos los países del mundo».
A pesar de que sus declaraciones sobre Venezuela y Cuba (»dudo que Fidel haya escrito [su último editorial]. Creo que está muy enfermo para hacerlo») son las que han generado más noticias, es la relación con México la primera que quiere reparar.
»Es muy importante el acercarse al gobierno mexicano, de una manera en que esta administración (de Bush) no lo ha hecho, para descubrir qué necesitan del otro lado de la frontera para promover el desarrollo económico y la creación de empleos», comentó. Más trabajos allá significan menos indocumentados viniendo a Estados Unidos.
En lo que va del año han muerto más de mil personas en México a consecuencia de la guerra entre los carteles de las drogas. Obama lo sabe y cree que el consumo en Estados Unidos es, también, parte del problema. »No legalizaría la mariguana», me dijo, «pero sí pienso que tenemos que reducir la cantidad (de drogas) en Estados Unidos».
Obama estudió español en high school y durante dos años en la universidad. »My Spanish used to be OK», reconoció. Pero ahora lo ha olvidado casi por completo. »Yo hablo un poquito español, pero no es very good», se atrevió a decir en espánglish.
Durante un reciente discurso sobre Cuba, sólo pronunció en español la palabra »libertad». Y, con la ayuda de un teleprompter, acaba de grabar un comercial en español para Puerto Rico. En sus presentaciones suele soltar la frase de César Chávez y Dolores Huerta: »Sí se puede». Pero él está consciente de que chapurrear unas palabritas en español no es suficiente para ganar los 10 millones de votantes latinos en las elecciones presidenciales de noviembre y la buena voluntad de 550 millones de latinoamericanos.
Y para demostrar que él sería un presidente de acciones, no palabras, quiere hacer muy pronto su primer viaje a América Latina. »Me encantaría ir antes de noviembre». Sería su primer paso hacia el sur.
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