El tabú latinoamericano
A pocos meses de las elecciones presidenciales, el electorado latino tiene la gran tarea de confrontar a uno de los tabús que por siglos ha perneado a su cultura en América Latina.
El prejuicio contra la población negra en América Latina es real, histórico y ahora está latente en tierras norteamericanas. Raras veces hemos abordado este tema de una manera objetiva, sin pelos en la lengua y con un sentido autocrítico.
Yo creo que este es el momento de romper con nuestros tabúes y nuestras debilidades de antaño. La victoria reciente de Barack Obama y su virtual nominación por el Partido Demócrata en las próximas semanas pone en tela de juicio la posición de los latinos en el espacio político estadounidense.
De momento, su nominación nos ubica en el mismo terreno embarazoso que a menudo a sido parte inmanente del grupo dominante de la sociedad norteamericana.
Latinoamérica siempre fue una región de conflictos sociales. Las tensiones raciales y étnicas no sólo se extendieron durante la época de la colonia sino que también fueron parte inmanente de la era republicana.
Hoy, dichas problemáticas mantienen vida dentro de cada una de las estructuras sociales de los países latinoamericanos.
En tal caso los libros de historiadores y algunas crónicas novelescas no mienten. América Latina tuvo una cultura social-darwinista vergonzosa, llena de prejuicios sociales contra la gente indígena, los negros y aquellas personas que no ostentaban el llamado “emblema” blanco.
A pesar de los años y batallas traumáticas por la emancipación de los oprimidos, las sociedades latinoamericanas nunca han logrado evaporar esos residuos discriminatorios contra los grupos minoritarios.
Históricamente la cultura latinoamericana ha idolatrado lo blanco y a menudo ha menospreciado lo negro.
Los grupos sociales y étnicos que se encuentran en la antesala de estos dos extremos a menudo se alejan del segundo por propias conveniencias.
En este sentido, el mulato haitiano o brasileño prefiere anteponer su sesgo blanco ante su sociedad para sentir alguna propiedad ínfima de poder. A algunos indígenas de las regiones andinas de Bolivia, Perú y Ecuador les preocupa no tener una porción blanca y algunas veces han tratado, incluso, de negar su propia identidad milenaria con tal de asimilar a una estructura social que raras veces los incluyó.
Por otra parte, al igual que el mulato, el mestizo latinoamericano hace gala del porcentaje mínimo de blanco que corre en sus venas y trata, en lo que pueda, de ocultar sus raíces indígenas.
Así es América Latina. Llena de prejuicios y de vicios raciales y étnicos. En tierras norteamericanas los prejuicios entre la gente latinoamericana desaparecen debido a que el grupo dominante no distingue su variedad étnica, sino que los trata como un solo grupo.
En otras palabras, los indígenas, los mestizos e incluso los blancos latinoamericanos pasan a ser parte de los grupos dominados, subordinados y por ende discriminados.
Paradójicamente la campaña electoral del Partido Demócrata parece que ha despertado esos viejos vestigios del pasado latinoamericano. No se sabe a ciencia cierta si el electorado latino mantiene aquellos prejuicios enraizados contra las poblaciones afroamericanas.
En consecuencia, las elecciones de noviembre nos harán ver si es que la solidaridad latina en tierras norteamericanas es consistente con su política. El apoyo a Barack Obama por una mayoría latina certificaría el deceso de los fantasmas del castismo latinoamericano.
Humberto Caspa es profesor adjunto en la Universidad de California, Irving, USA. Autor del libro: “Terror en el barrio latino: La llegada de la nueva derecha al gobierno municipal.”
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