En defensa de los ‘utilitarios’
Modestamente pensamos que la lucha de clases no es sino un caso particular de las luchas entre grupos de intereses. Es nuestra faceta “positivista” y “darviniana”, “no marxista”. En un tiempo vendedores contra consumidores, luego, dentro de las empresas, trabajadores contra patronos. Los individuos se asociaban para mejor defender sus intereses.
Lo que se exacerbó en Europa durante el siglo XIX cuando las grandes corporaciones industriales estaban abusando de los trabajadores, los estaban explotando económicamente, y los empleados se rebelaron para lograr mejores remuneraciones, como efectivamente lograron con la formación de los sindicatos. Hoy en día la repartición de la renta es más justa, y se sigue negociando, entre capital y trabajo, por la mejor repartición de las ganancias dentro de las empresas estatales o privadas.
También comenzaron a entrar los consumidores en la discusión del reparto de la renta total que los incluye, –dejados afuera por Marx– y también a los no-consumidores, los excluidos del negocio por falta de capacidad de pago.
¿Por qué luchas entre grupos de intereses?
Porque cada cual quiere alcanzar la felicidad, el placer, el bienestar. Es lo que mueve a la gente. Para nosotros, bienestar y felicidad originados como provenientes del ingreso económico principalmente.
Los utilitarios o radicales filosóficos fueron pensadores que otorgaban a la búsqueda personal de la felicidad la base fundamental de la acción humana, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, particularmente Bentham , cuya consigna fue adoptada y citada por Bolívar (en el discurso de Angostura) y luego apropiada por mi comandante, sin citas explícitas. — ¿O sea que mi comandante es utilitario?
En el campo terrenal, repetimos, la felicidad tiene mucho que ver con el bienestar económico, y para la vida eterna las opiniones están divididas según la religión que adopte cada cual.
El punto es resaltado como “positivista” por Hannah Arendt cuando dice :
“La convicción de los positivistas, como lo sabemos por Compte, de que el futuro es eventual y científicamente previsible, se basa en la estimación del interés como fuerza omnipenetrante en la Historia…y en la presunción de que pueden descubrirse las leyes objetivas del poder. La teoría política de Rohan según la cual «los reyes mandan a los pueblos y los intereses mandan al rey» que el interés objetivo es la única norma «que nunca puede fallar», que «certera o erróneamente comprendidos, los intereses hacen vivir o morir a los Gobiernos», es el núcleo tradicional del moderno utilitarismo, positivista o socialista, pero ninguna de estas teorías supone que sea posible «transformar la naturaleza del hombre», como trata desde luego de hacerlo el totalitarismo” [el destacado es nuestro].
¿La felicidad de unos atenta contra la felicidad de otros? — “El amor y el interés…”
Ahora, con la llegada de las corporaciones industriales se desató una hegemonía. Bertrand Russell nos recuerda que (Cf “Historia de la Filosofía Occidental”, 1947):
“Bentham no sostuvo solamente que el bien es la felicidad en general, sino que cada individuo persigue siempre lo que cree que es su propia felicidad.
De una parte están los capitanes de la industria y de la otra la masa de los trabajadores. Este quebrantamiento de la democracia desde adentro no es reconocido aún por los ciudadanos corrientes de los países democráticos, pero ha sido una preocupación creciente de muchos filósofos a partir de Hegel, y la tajante oposición que descubrieron entre los intereses de los muchos y los de los pocos ha encontrado expresión practica en el fascismo…” (Russell, id., II :346-347).
La experiencia del siglo XX parece haber demostrado que el procedimiento capitalista logró mayores éxitos nacionales, pero que con el aumento de la población se está llegando a niveles de satisfacción altamente desiguales, conjuntamente con serias limitaciones ecológicas del planeta.
La versión marxista auspicia la propiedad colectiva y difiere en que rechaza la propiedad privada y el individualismo, que está estrechamente asociado, con el utilitarismo.
Egosímo, compasión, filantropismo y solidaridad
Para la redistribución requerida del ingreso nacional hay diversas opciones:
• la solidaridad cristiana;
• la solidaridad obligada, impuesta con las “Empresas de Producción Social”, un ISR adicional, socialista; desconoce la empresa privada, por “explotadora”;
• o bien solidaridad enseñada, el “hombre nuevo”; [Pero en Cuba después de 50 años “los hombres viejos” se siguen escapando];
• o finalmente un desarrollo económico que emplee a todos y permita su supervivencia.
Ahora debemos citar a Gertrude Himmelfarb con su excelente prosa (incluso la notable traducción de Adolfo Rivero Cano) sobre las diferencias entre la Ilustración Inglesa y la Francesa, en cuanto al tema de la compasión: (Cf “La idea de la compasión; ilustración inglesa vs. la francesa”, bondad de Cristina Zuloaga).
Añadamos que, aunque la compasión de la Ilustración inglesa se sublimó con la Reforma, no se puede esperar una completa redistribución del ingreso nacional solamente por la caridad o la filantropía, hacen falta medidas más estructurales en torno al empleo y la repartición de las ganancias. Sigue Himmelfarb:
“La «política de la compasión» se ha convertido en un término de burla. Cuando los conservadores se lo aplican a los «liberales», sugiere un enfoque sentimental sobre los problemas sociales y, todavía peor, un enfoque estúpido donde los sentimientos predominan sobre la razón, las buenas intenciones sobre los resultados, y «sentirse bien» sobre «hacer bien». Esa crítica es bastante justa pero también muestra una cierta evasión del problema central. Porque si la política de la compasión, tal como se entiende habitualmente, es un fracaso, la compasión misma, como principio de comportamiento, no lo es. En realidad, la compasión es la base de una ética social con un linaje muy honorable. Se retrotrae, por lo menos, hasta el judaísmo y cristianismos antiguos [y] ha llegado hasta nosotros en esa forma híbrida conocida como la tradición judeocristiana. Modernamente, la virtud religiosa de la compasión se ha trasmutado en una virtud secular, y un deber privado se ha convertido en una responsabilidad pública.
…
Rousseau, al que generalmente se le acredita la idea de la compasión, hablaba con mayor frecuencia de «piedad» y le dio un papel ambiguo en la sociedad. En el Discurso Sobre los Orígenes de la Desigualdad, la piedad sólo aparece como un «sentimiento natural» en el estado de naturaleza, donde contribuye a la preservación de la especie al moderar la fuerza del amor por uno mismo (amour de soi même). En la sociedad civil, sin embargo, la piedad es reemplazada por el sentimiento «faccioso» de la vanidad (amour propre), que destruye tanto la igualdad como la libertad, sometiendo a la humanidad al «trabajo, la servidumbre y la miseria».
…
Cuando Francis Hutcheson habló de «la mayor felicidad del mayor número», significaba esto en el sentido más prosaico y cuantitativo; cuando Rosseau hablaba de «la mayor felicidad de todos», lo quería decir en cierto sentido trascendente, metafísico, un «bien común de los hombres» que era al distinto del bien de los hombres individuales.
…
Para Hannah Arendt, la Revolución «nació de la compasión» por «las clases bajas», les miserables. Esta «pasión de compasión», originalmente articulada por Rousseau y puesto en práctica por su discípulo Robespierre, inevitablemente culminó en el Terror, porque esa pasión respondía sólo a «la necesidad, las urgentes necesidades del pueblo», sin dejar espacio para la ley o el gobierno, para la libertad y ni siquiera la razón. De esta forma los Derechos del Hombre tenían que ceder antes los Derechos de los Sans-Culottes, y el «despotismo de la libertad» al «bienestar del pueblo».
…
Esta una lectura conmovedora pero fantasiosa de la historia. La Revolución no fue una revolución social, y el Terror no se instituyó para el bienestar del pueblo sino para «la seguridad pública», la seguridad del régimen. La República de la virtud no celebraba la virtud de la compasión sino de la razón: una razón elevada y abstracta que denigraba la razón práctica de la gente ordinaria. Su profesión de igualdad era igualmente abstracta, no le confería ninguna igualdad real al populacho. «Le peuple», en cuyo nombre Robespierre estableció la República, no era el pueblo en ningún sentido ordinario, y todavía menos les miserables, sino un «pueblo» abstracto, singular, representado por una singular y abstracta «voluntad general». Robespierre pudiera haber estado citando a Rousseau cuando dijo, «El pueblo siempre vale más que los individuos… El pueblo es sublime pero los individuos son débiles».
El conflicto por la riqueza es darwiniano, no marxista
Entremos ahora en otros terrenos concomitantes. Porque la felicidad se obtiene, entre otras cosas, del poder comer, lo que se nutre, en los humanos, del trabajo, del empleo. O del robo, en las emergencias. Y en los animales, de la matanza.
Citamos antes: “Engels no pudo concebir mejor elogio para los logros históricos de Marx que el de llamarle el «Darwin de la Historia». Y en su elogio fúnebre de Marx, Engels dijo «De la misma manera que Darwin descubrió la ley de la evolución de la vida orgánica, así Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana» “(Arendt, idem).
A decir verdad, no nos parece exacta la apreciación de Engels, en cuanto lo que hizo Marx fue aplicar el darwinismo a su versión humana y económica.
Nosotros en su momento respaldamos el concepto darwiniano de la “lucha por la vida” para la explicación la historia humana, dentro de los motores civilizatorios de la humanidad, lo que ha sido identificado por muchos otros antes, desde la consupiscentia dominandi de los medievales. Hemos sugerido la propuesta de que toda acción histórica obedece al conflicto entre grupos de intereses comunes por el control y apropiación de la riqueza (y bienestar) disponible, no necesariamente entre clases. Mucho de Darwin y un poco de Marx.
Realmente el marxismo es sólo una expresión parcial del darwinismo, al que añade o deforma con conceptos de explotación por parte del capital o de la empresa privada; nuevos conceptos de explotación de los empleados, específicamente la plusvalía, que es una cuestión que por lo menos nosotros no aceptamos.
En otro momento lo hemos discutido, su demostración no es válida para nosotros .
De modo que el marxismo con estos principios se separa totalmente de la concepción individualista de los radicales filosóficos. O se es darwinista (lucha por el bienestar) defendiendo las luchas entre los intereses de grupos, mayormente económicos, sobre la base del capitalismo biológico (en base a la propiedad privada) – o se es marxista.
Finalmente la doctrina más coherente que explica la historia –para nosotros– es la lucha por el bienestar entre los grupos de intereses, que llamamos darwinista, apoyada en el sentimiento del placer o deseo individual – dentro del marco del positivismo bien entendido. Con los debidos correctivos a eventuales explotaciones con la juiciosa intervención del Estado. Y el marxismo queda como un saludo histórico, pasado de moda, que todavía sirve para arengar algunas masas desposeídas.
¿El Socialismo XXI es ‘utilitario’?
¿Cuando mi comandante incorpora la búsqueda de la felicidad dentro del Socialismo XXI está solamente siguiendo a sus asesores cubanos? – ¿O realmente piensa en la línea de los utilitarios o radicales filosóficos al estilo de Bolívar?
Conviene explorar estas hipótesis. De una parte, citemos sobre el caso nuevamente a Russell:
“Los radicales filosóficos fueron una escuela de transición. Su sistema dio origen a otros dos, de más importancia que él: el darwinismo y el socialismo.
El darwinismo era una aplicación a toda la vida animal y vegetal de la teoría de la población de Malthus, que era una parte integral de la política y de la economía de los benthamistas: una libre competencia global, en que la victoria recaía sobre los animales que más se parecían a los capitalistas afortunados”. [s.n.].
En estas condiciones, repetimos, no parece correcto ser socialista XXI buscando la felicidad individual — y marxista al mismo tiempo — mucho menos socialista XXI y utilitario o darwinista. Los asesores de mi comandante deben definirse mejor, a juicio nuestro. Es un tema a debatir.
Para terminar de complicar más las cosas está nuevamente el comentario de Arendt: (op. cit.)
“Si se consideran, no los auténticos logros, sino las filosofías básicas de ambos hombres [Darwin y Marx], resulta que, en definitiva, el movimiento de la Naturaleza y el movimiento de la Historia son uno y el mismo”.
Entonces, al final, todos estamos de acuerdo. Buscamos la felicidad todos; unos por las buenas, trabajando, y otros por las malas, financiando guerras, ¡abajo la inteligencia, viva la muerte!
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