El primer arriesgado
Por Iván Duque Márquez
Portafolio
La leyenda de George Doriot, reconocido en los Estados Unidos como el pionero del Capital de Riesgo sigue viva. El periodista económico, Spencer E. Ante, lo confirma con la reciente publicación de una biografía bajo el nombre de Creative Capital, en la que narra la trayectoria de este inmigrante francés nacionalizado estadounidense, que llegó a ser General del Ejército, y que durante cuarenta años se convirtió en uno de los más influyentes profesores de Harvard. Combinando su pasión por la cátedra a la cual bautizó ‘Manufactura’, pero que en realidad era un curso intensivo sobre emprendimiento, ocupó la Presidencia de la primera gran firma de capital de riesgo bajo el nombre de ‘American Research and Development Corporation’ -ARD-.
Desde 1946 hasta 1972, Doriot logró que ARD obtuviera utilidades multimillonarias e invirtiera en más de cien pequeñas y medianas empresas. El caso más exitoso de su carrera fue en 1968, cuando luego de haber invertido setenta mil dólares en una pequeña empresa llamada Digital Equipment Corporation, ARD liquidó su participación en casi cuatrocientos millones de dólares, una vez la empresa salió al mercado público de valores.
Si bien el caso de Digital fue el primer home run de la industria del Capital de Riesgo, Doriot demostró que se podía crear riqueza invirtiendo o arriesgando en las buenas ideas de pequeños y medianos emprendedores. Por eso, su filosofía fue siempre construir empresas de larga duración basadas en la innovación constante. Las inversiones nunca fueron inferiores a los diez años, y la obsesión de ARD fue lograr que las empresas salieran a la Bolsa, para que la sociedad participara del desarrollo empresarial.
Gracias al general Doriot, la industria del Capital de Riesgo se tornó en un motor de la economía norteamericana. Hoy en día, las empresas fomentadas por fondos de capital en los Estados Unidos, generan utilidades que equivalen al 18 por ciento del PIB y producen cerca del 9 por ciento del empleo. Empresas como Intel, Microsoft, Google o Starbucks, son tan solo algunos ejemplos de compañías, que se desarrollaron gracias al aporte de este vehículo de capital.
El impacto de este sector en los Estados Unidos ha hecho que los inversionistas institucionales se conviertan en protagonistas. Se estima, que cerca del 40 por ciento de las inversiones provienen de fondos de pensiones, mientras los bancos y las aseguradoras, contribuyen el 25 por ciento.
En el resto del mundo, la industria ha tenido sus altibajos, pero se ha recuperado en los últimos años, siendo los principales receptores Asia y Europa. En el caso de América Latina debido a sistemas regulatorios precarios, falta de desarrollo en los mercados locales de capital, poca cultura de Gobierno corporativo e inestabilidad jurídica, el sector no se ha desarrollado con suficiente dinamismo.
Durante los últimos años, se han presentado avances, y el reporte más reciente de la Asociación Latinoamericana de Capital de Riesgo, muestra que los marcos regulatorios han mejorado. De hecho, entre el año 2005 y el 2007, las inversiones regionales en estos Fondos se triplicaron, alcanzando los cuatro mil millones de dólares.
Latinoamérica, requiere dinamizar la pequeña y mediana empresa con valor agregado, pero esto no será posible únicamente a base de deuda. Los Fondos de Capital de Riesgo deben crecer en la región y para ello, hay que tomar decisiones. El Estado debe proveer buena regulación y fomentar el desarrollo de los mercados locales de capital. En cuanto al sector privado, se requieren inversionistas visionarios dispuestos a fomentar empresas que perduren, pues como le diría George Doriot a sus alumnos de Harvard «siempre hay alguien que está desarrollando un producto que hará el de ustedes obsoleto».
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