La imagen de España en USA
Por M. Martín Ferrand
ABC
Algunos para desprestigiar la Universidad de Minnesota, insisten en recordar que fue en ella donde Miguel Sebatián, ministro de Industria, Comercio y Turismo -¡mucho arroz para tan poco pollo!- y afamado apóstol del ahorro energético, se hizo doctor. Una injusticia. La de Minnesota es una de las buenas universidades de los EE.UU. y prueba es de ello que allí sentó plaza profesoral, en la segunda década del XX, Pedro Henríquez Ureña, dominicano ilustre, maestro supremo de las letras argentinas y uno de esos intelectuales hispanos a los que por aquí solemos olvidar antes de conocer para que se advierta quiénes y cómo somos. Sebastián puede estar orgulloso de su vida académica y compensar así la irresponsable levedad del equipo económico en que se incrusta.
El problema reside en que no basta con saber la asignatura para enfrentarse al problema que nos aflige y que nos hará difíciles e incómodos los próximos años. José Luis Rodríguez Zapatero trata de engañarse, y de engañarnos, con el ejercicio de la comparanza. Mal de muchos… La Unión Europea atraviesa sus horas más bajas desde que nació el euro y la generalización de la dificultad le sirve de bálsamo a un líder que, de tanto querer ser de izquierdas y que se le note, no da una a derechas. Incluso habla, contento, de nuestra «capacidad de crecimiento». Arropado por Pedro Solbes, nos propone un plan, que ya nos había propuesto varias veces, para salir de la crisis. Si las buenas intenciones fueran un valor político, que no lo son en absoluto, se le podría reconocer el mérito con el que trata de disimular su condición de naufrago en un océano de facturas vencidas.
El Gobierno, extenuado por las reuniones de estos dos últimos días, ha vuelto de vacaciones. A su regreso pondrá en marcha las medidas anticrisis que, con más precisión que autoridad -¿dónde está Mariano Rajoy?-, el PP ha valorado como «refrito desafortunado». Mientras tanto y por su cuenta, el antes citado Sebastián, verso suelto en la cuarteta económica de Zapatero, quiere mejorar la imagen de España en EE.UU. y, en colaboración con otros ministerios, se dispone a gastar para ello veinte millones de euros anuales durante los próximos dos años. No está mal visto. EE.UU. es el primer país entre lo que invierten en España y, aunque el saldo comercial nos resulte desfavorable, bueno es que allí mejoren el conocimiento y la valoración que tienen de nosotros.
Quizá la sabiduría adquirida por Sebastián en Minnesota -la que adquirió en el BBVA ya sabemos para qué le sirvió- le valga para tratar de enmendar la profunda e injustificable torpeza antinorteamericana que con epicentro en el propio Zapatero -el líder que no se levanta- sacude al Gabinete y a buena parte de la militancia y la clientela socialistas. No hay efecto sin causa y la del desprecio que en USA sienten por España tiene uno de sus apoyos en la actitud del propio Gobierno que ahora se dispone a remediarlo. Pagando, claro.
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