Estado depredador: Mitos económicos
Por Walter Williams
Libertad Digital, Madrid
Un par de cursos de teoría económica bastarían para inmunizarnos contra las tonterías vomitadas por políticos y tertulianos, pero mientras tanto eche un vistazo al libro Libertoeconomía: por qué funciona el libre mercado, del profesor John R. Lott.
Su primer capítulo se titula ¿Le están timando? Trata de los mitos sobre la depredación, cuando en ocasiones se alega que a veces las empresas aplican precios por debajo del coste de fabricación con el fin de hundir a su competencia y después aplicar precios irracionales. Existen pocas o ninguna prueba de que las empresas elijan la depredación como estrategia; reviste demasiados peligros. Un riesgo importante es que a fin de compensar las pérdidas provocadas por la aplicación de precios bajos para forzar la quiebra de la competencia, después el depredador tendrá que cobrar precios muy superiores al precio de fabricación. Eso atraerá a nuevos rivales que podrían haber adquirido los activos en liquidación de la primera presa del depredador para ser capaces de rebajar los precios de la rapiña.
Un medio mucho más exitoso de monopolizar la riqueza es que las empresas cuenten con la ayuda de congresistas para forjar con ellos un acuerdo secreto. Los ejemplos clásicos son la industria láctea, que utiliza Órdenes de Comercialización Federal de la Leche de la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos para fijar precios mínimos obligatorios, o la Asociación de Expendedores de Gasolina, que se vale de las leyes estatales para hacer lo propio, o la industria azucarera, que usa el Congreso para fijar cuotas de importación al azúcar de procedencia extranjera.
El capítulo El Estado como nirvana del libro del profesor Lott destaca ejemplos de prácticas depredadoras públicas. Cuando en 1999 el Servicio de Correos de los Estados Unidos subió el precio del correo urgente, redujo el precio de su reparto urgente 24 horas de 15 dólares a 13,70 incluso si ya perdía dinero con 15 dólares. El Servicio de Correos se enfrentaba a una feroz competencia de los servicios 24 horas de FedEx y UPS y quería conservar su cuota de mercado.
A lo largo de los años 80, las firmas privadas de predicciones meteorológicas vieron la posibilidad de ganar dinero vendiendo a los estudios de televisión pronósticos especializados no realizados por el Servicio Meteorológico Nacional. El Servicio Meteorológico Nacional empezó a proporcionar a los estudios de televisión los mismos servicios gratis, obligando a las compañías privadas de predicción a abandonar el sector.
Las prácticas depredatorias se observan en la educación superior. La UCLA (Universidad de California en Los Ángels) es tanto el alma mater de Lott como la mía. Dedica 40.000 dólares por estudiante pero cobra 6.522 dólares en concepto de matrícula base. Tales precios por debajo del coste conceden a las universidades públicas una ventaja competitiva significativa sobre las privadas. Las universidades públicas han adquirido muchos centros antes privados tras expulsarlos del sector o amenazarles con la quiebra. Lott pone como ejemplos la facultad de Derecho de la Universidad George Mason, la Universidad de Buffalo, la Universidad de Houston y la Universidad de Pittsburgh. En el caso de la Universidad de Buffalo, supuestamente la Universidad Pública de Nueva York amenazó con abrir una universidad pública en la acera de enfrente a menos que se uniera al sistema público.
La Secretaría de Justicia perseguirá a cualquier empresa privada que utilice prácticas depredatorias parecidas consistentes en intimidar a la competencia y vender bienes y servicios por debajo del coste de fabricación. El Departamento de Comercio de los Estados Unidos crucifica a las compañías extranjeras acusadas de vender productos en el país por debajo del coste utilizando aranceles anti-dumping. Si vender bienes por debajo del coste de fabricación es aceptado como injusto en el escenario internacional, ¿por qué no lo es cuando es practicado por entidades públicas?
El capítulo Crimen y castigo del libro de Lott contiene un montón de aperitivos interesantes. Empieza afirmando un principio fundamental de la economía: cuanto más elevado sea el coste de algo, menos gente se interesará por ello. Para ilustrar la generalidad de este principio, Lott afirma que cuando la cifra de árbitros fue elevada de dos a tres en la liga de baloncesto de la costa Oeste, la Atlantic Coast Basketball Conference, la cantidad de faltas descendió un 34%; hacer trampas se volvió más caro. La Liga Americana tiene más bateadores golpeados que la Liga Nacional, pero la diferencia solamente se presentó después de 1973, cuando la Americana eliminó a sus lanzadores de la alineación de bateo en favor de los suplentes. Al no tener miedo a ser alcanzados, los lanzadores de la Liga Americana tiraron más pelotas a la cabeza de los jugadores; tirar a la cabeza se volvió más rentable. El mismo principio se aplica al índice de criminalidad de los Estados Unidos, que se desplomó después de que la pena capital fuera reinstaurada, de que se construyeran más cárceles y de que entrasen en vigor leyes en contra de la posesión de armas ligeras sin licencia. Cuanto más elevado es el precio de un delito, menos gente lo comete.
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