Control de armas
Por Manuel F. Ayau Cordón
Prensa Libre
Cuando piense en control de armas, acuérdese del dicho: ¡No lo componga si no está descompuesto! La verdad es que el complejo y delicado control de armas lo ha hecho bien el Ejército. No ha habido ninguna queja ni escándalo.
En el mejor de los mundos, no habría crimen y todos estarían desarmados, porque saldrían sobrando las armas. Sin duda, esa es la condición ideal que todos preferimos.
En el peor de los mundos, habría crimen sin límite, pues solo los criminales, a quienes las leyes poco les importa, estarían armados. Los criminales no correrían riesgo alguno violando o robando a sus indefensas víctimas, pues sabrían que la ley les desarmó.
Recordemos que vivimos en un mundo imperfecto, y ya está comprobado que el Gobierno es incapaz de proteger la vida, el honor de las damas, las posesiones y los hogares de los ciudadanos. Por eso han proliferado empresas particulares de protección. Ya la Prensa nos informa que hay 140 empresas, con 80 mil trabajadores, que brindan el servicio de seguridad privada. Como las personas de modestos medios no pueden costear su propia protección contratando guardias y guardaespaldas, la opción que les queda es protegerse a sí mismas. Además, las agencias de los gobiernos son reactivas, y no preventivas: actúan cuando ya se cometió el crimen, y no para prevenirlo. En cambio, las privadas se contratan para prevenir el crimen.
En tanto perfeccionamos al mundo, en el mundo real en el que vivimos, en la calle, en los autobuses, en nuestros hogares, en la salida de los bancos o el día de pago, quizá lo mejor es que todos estemos armados, para inhibir criminales, porque como los criminales son humanos, también aprecian su pellejo, y muchos serían disuadidos por el temor a que sus víctimas les puedan infligir algún daño. Por ejemplo, el estado de Florida es el cuarto que autoriza llevar armas inclusive al lugar de trabajo, y ya medio millón de ciudadanos han tramitado su permiso para llevar arma escondida. En seis estados es obligatorio llevar las armas escondidas, en la teoría de que si las armas no están a la vista, el criminal no sabe quién está armado. El economista Pierre Lemieux encontró que todos los asesinatos múltiples de estudiantes —Virginia, Columbine, Jonesboro, Dawson College, etcétera— fueron cometidos donde las armas están prohibidas, y por personas sin licencia de portar armas.
Tampoco las armas de fuego son las únicas armas. Esta semana, me contó un pasajero, que ladrones con cuchillos entraron en el autobús, amenazaron a pasajeros y robaron sus celulares. Un criminal con cuchillo en mano es tan amenazante para una indefensa dama como si tuviese una pistola. Hace pocos días, asesinaron al dueño de un velero delante de su esposa, en Río Dulce, con una fisga. ¿Habrá que prohibir los cuchillos, los machetes y hasta las tijeras?
Tampoco es posible distinguir entre armas ofensivas o defensivas, porque las cosas no tienen intenciones. Solo las personas pueden ser ofensivas. No se puede distinguir si una pistola es para prevenir un crimen o para cometerlo. Las cosas no tienen intenciones ni virtudes, ni conciencia, así que no se puede decir que un arma es para atacar, y no para defenderse. No está lejano el día en que la impotencia del Gobierno en controlar la violencia sea tan serio que el único remedio será que el Gobierno mismo pida a todos que se armen. Así fue como se evitó el saqueo cuando el terremoto de 1976.
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