Venezuela: Cuentos chinos
Por Fernando Luis Egaña
Correo de Caroní
La revolución bolivarista está repleta de cuentos chinos. Literalmente hablando. Recordemos los más notorios.
Desde que el señor Chávez visitó la China por primera vez, a mediados de 1999, quedó muy impresionado con ese gran país. Y no era para menos, porque la República Popular China había logrado un progreso espectacular gracias a las políticas de modernización y apertura económica de mercado que inició Deng Xiaoping en 1978.
Y aunque el mandatario venezolano aún piensa que el avance de China se debe a la cartilla del librito rojo de Mao Zedong, ni corto ni perezoso ha hecho creer a sus compatriotas que su llamada «revolución bolivarista» tiene una especie de «alianza histórico-estratégica» con Beijing que le produce maravillosos beneficios a la población venezolana.
Así por ejemplo anunció hace añales un acuerdo seminal para la construcción de 50 mil casitas chinas prefabricadas -en una primera etapa-, que todavía no ha producido la primera platabanda. De hecho, este gobierno en 10 años ha construido menos viviendas que cualquiera de los quinquenios precedentes de Leoni a Caldera II.
Luego inventó que los chinos instalarían una base de cohetes misilísticos en el Eje Orinoco-Apure, y ni siquiera un triqui-traqui salió de aquello. Hasta el Dr. Giordani se ruborizaba ante semejante desmesura.
Más adelante proclamó que se montaría una planta para ensamblar computadoras chinas en Paraguaná, y aún se están esperando los primeros PC a pesar de tantos bombos y platillos.
Después afirmó que China sustituiría a Estados Unidos como el principal comprador de nuestro petróleo, y ahora somos más dependientes que nunca de los gringos, entre otras razones, porque producimos menos y además regalamos caudales de crudo por cuenta del Alba.
Y por si fuera poco, el gobierno bolivarista echó por la borda el gran acuerdo energético que existía entre Venezuela y China en torno a la Orimulsión, y no contento con ello acabó con la producción misma de ese innovador recurso.
Desde luego que toda esta parafernalia retórica no quiere decir que en nuestro país no estén presentes importantes empresas chinas, que lo están en el ramo petrolero y de las telecomunicaciones, pero más como actividad económico-comercial que como producto de algún «entente geo-político» entre la avanzada China y la retrocedida Venezuela.
Por lo demás, el satélite contratado hace 9 años sí parece que por fin despegará desde el Lejano Oriente. Por lo menos se pega una.
¿Y el último cuento chino? El de la revolución deportiva en las Olimpiadas de Beijing. Cortesía de la presión política sobre nuestros valerosos deportistas. Lo que ya había producido un descenso de medallas en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro.
Ojalá que los chinos fueran los únicos cuentos que salieran de la verborrea presidencial. Pero no, el descalabro nacional con el petróleo en 100 dólares va mucho más allá.
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