Orwell elemental
Por David Horowitz
El Diario Exterior
Hace un par de años, un estudiante de Estudios de Paz de la Ball State, impartida por un saxofonista de jazz llamado George Wolfe, denunció que el profesor Wolfe utilizaba su clase para promover una agenda política, utilizando el aula para despacharse contra toda forma de violencia excepto la violencia revolucionaria, ordenando la lectura de un texto parcial que entre otras cosas argumentaba que la palabra «terrorista» era un sinónimo de «guerrilla» y que se podía aplicar a los padres fundadores estadounidenses, y ofreciendo puntos extra y mejores notas a los estudiantes que apoyaban sus puntos de vista.
En aquel momento, no asumí la postura de las denuncias del estudiante acerca del comportamiento de Wolfe en horario lectivo, sino que en su lugar publiqué un artículo suyo en FrontPage describiendo sus denuncias.
Sí escribí una crítica de las 500 páginas de texto de bibliografía que había ordenado Wolfe, el cual simulaba examinar cientos de años de sucesos históricos y analizaba las causas de la guerra y la paz, y que venía firmado por un psicólogo animal y un filósofo que en la introducción al libro presumía de ser una defensa partidista obra de activistas progresistas, y que el propio campo de Estudios de Paz estaba dedicado a transmitir los pilares del activismo progresista a sus estudiantes. «El terreno [de Estudios de Paz] se diferencia de la mayoría del resto de las ciencias humanas en que se orienta a los valores, y de manera implacable. En consecuencia queremos ser intransigentes en materia de nuestros propios valores, que son de forma sincera pacifistas, anti-violencia, antinucleares, anti-autoritarios, anti-estamento, ecologistas, pro-derechos humanos, pro-justicia social, pro-paz y políticamente progresistas.»
Cuando el artículo del estudiante apareció publicado en FrontPage, la administración de la Ball State y su claustro cayeron instantáneamente sobre su cabeza igual que una tonelada de ladrillos. Fue advertido por el titular del departamento de ciencias de no escribir más artículos para FrontPage ni hablar con la prensa. Fue ridiculizado por sus profesores en clase. Cuando escribí una editorial cuestionando las credenciales de un saxofonista de jazz para impartir temas de guerra y paz, la vicerrectora de la Ball State, Beverley Pitts, le defendió diciendo que era miembro del claustro del Instituto Toda de Investigación de la Paz. El Instituto Toda resultó ser una organización creada por Soka Gakkai, una secta budista internacional. Respaldado por su Universidad y con el apoyo de la prensa local, Wolfe se lanzó a una campaña para difamarme como «un extremista político» y «McCarthyista.»
Ahora Wolfe ha escrito un artículo para una publicación de la Ball State University titulado «Argumentos contra la agenda Horowitz.» (Al contrario que Wolfe, yo sí voy a citar su texto para que los propios lectores puedan juzgar por sí mismos. Su artículo no contiene ninguna cita de nada que yo haya dicho realmente, ni trata remotamente de componer ninguna agenda que yo haya defendido o con la que me haya asociado. En consecuencia, no es realmente un argumento contra nada que no sean las fantasías del profesor Wolfe.)
El artículo comienza en una línea que es utilizada por doquier: «De todas las universidades de Estados Unidos que fueron objeto de ataques en concepto de parcialidad progresista por el extremista político David Horowitz, solamente en una el personal de la administración salió públicamente en defensa de su claustro y sus programas académicos. La vicerrectora de asuntos académicos Beverly Pitts, la presidenta Jo Ann Gora, la vicerrectora interina de asuntos de los estudiantes Randy Hyman y Joseph Losco, titular del departamento de ciencias políticas, han de ser elogiados por su postura pública en contra del extremismo político en sus esfuerzos por refutar las falsas acusaciones dirigidas contra Estudios de Paz en la Ball State University.»
De esta declaración, es imposible deducir que su postura fue en contra de un estudiante de licenciatura cuyo crimen consistió en cuestionar lo que pensaba era una situación docente injusta y cuyas opiniones intentaron censurar. Mi papel en esto fue simplemente dar a este estudiante una plataforma para airear sus denuncias, y apoyar mediante un análisis del libro de texto de lectura obligatoria.
Como es el caso, sin embargo, nunca he atacado ninguna universidad — ni en Estados Unidos ni en ninguna parte — por «parcialidad progresista.» Ni parcialidad izquierdista. Nunca. En mi ampliamente difundido libro acerca de la Universidad, «Los profesores», que se hizo célebre a raíz de académicos sin escrúpulos como Wolfe, lo explico de manera bastante clara: «Este libro no está pensado como texto sobre parcialidad izquierdista en la universidad y no propone que una perspectiva izquierdista de los claustros académicos sea un problema en sí misma. Cada individuo, ya sea conservador o progresista, tiene una opinión y por tanto una tendencia. Los profesores tienen todo el derecho a interpretar las materias que imparten según sus puntos de vista individuales. Esa es la esencia de la libertad académica.»
Ningún académico de izquierdas que haya atacado mi campaña por la libertad académica, y he visto muchos, ha reconocido nunca que yo hiciera alguna vez esa declaración, por no decir que mi trayectoria pública demuestra que, en la práctica, estas son mis opiniones y que estoy dispuesto a defenderlas.
A causa de las opiniones expresadas arriba, tengo la costumbre de no utilizar nunca el término «parcialidad,» ni he pedido nunca el despido o el castigo a ningún profesor a causa de sus opiniones políticas. Por el contrario, defendí públicamente el derecho de Ward Churchill amparado por la Primera Enmienda cuando el gobernador Republicano de Colorado instó a su universidad a despedirle por sus opiniones políticas. Defendí el profesor Erwin Chemerinsky cuando fue destituido como decano de la nueva facultad de derecho de la UC-Irvine después de que los conservadores se quejaran de sus opiniones de extrema izquierda (posteriormente fue rehabilitado.) Además, mi Ley de Derechos Académicos — la misma que el profesor Wolfe califica de agenda de fundamentalismo McCarthyista — afirma en términos nada ambiguos: «Ningún miembro del claustro será contratado ni despedido ni le será negado el ascenso o la plaza fija basándose en sus creencias políticas.»
Los dos libros que he escrito acerca de la libertad académica, con las cantidades ingentes de artículos que alcanzan las decenas de miles de palabras adicionales, se basan completamente y sin excepción en el clásico de 1915 «Declaración de los principios de libertad académica y licencia docente» de la Asociación Americana de Profesores Universitarios. En resumen, mi agenda académica — la «agenda Horowitz» que el profesor Wolfe describe en su artículo como «McCarthyista» — es íntegramente progresista en el sentido de la palabra utilizada por John Dewey, A.O. Lovejoy, y el resto de los académicos vinculados a la declaración de 1915, y con las declaraciones de libertad académica que suscitó posteriormente.
El artículo del profesor Wolfe es en sí mismo un ejemplo de lo que condena precisamente: un ataque político por parte de un demagogo sin principios. El artículo consiste de una serie de ataques ad hominem contra alguien que utiliza de fachada para encubrir una empresa cuestionable — un «extremista político» según su propio cuño — y depende de la versión de los hechos que escrupulosamente evita cualquier examen de lo sucedido. De esta manera argumenta, «Según mi colega, el profesor de ciencias políticas Joseph Losco [el mismo profesor que amenazó al estudiante de la Ball State si abría la boca acerca del trato dispensado por el profesor Wolfe], las tácticas de Horowitz son «el recordatorio de algo que tendría lugar en la era McCarthy o el período de la John Birch Society en los años 50 y 60.» Habla de culpa por asociación.
Wolfe justifica este ataque McCarthysta de la siguiente manera: «David Horowitz, al utilizar un lenguaje extremista que acusa a los profesores de estudios de paz como yo de apoyar el terrorismo y acusa falsamente a la Asociación de Estudiantes Musulmanes de la Ball State de vínculos con organizaciones terroristas, está claramente evocando la Patriot Act en una tentativa por intimidar a los americanos que creen que fue un error invadir Irak o que se identifican con la religión del islam.» En otras palabras, dado que yo cito un libro de texto que equipara a los terroristas contemporáneos con los padres fundadores de América y señalo que es un hecho incuestionable que la Asociación de Estudiantes Musulmanes es una invención de la Hermandad Musulmana como parte de su red, yo tengo que ser por fuerza integrante de alguna conspiración de la Patriot Act encaminada a intimidar a los americanos para que no disientan de la guerra en Irak.
Esto es McCarthyismo clásico. El hecho es que he escrito muchos artículos — y un libro hace poco — que respaldan la legitimidad de la disidencia por la política de guerra en Irak. Si leer resulta demasiado pesado para el profesor Wolfe, podría ver mi discurso de una hora de duración en C-SPAN o un discurso parecido que pronuncié en Santa Bárbara publicado en FrontPageMag. En ambos discursos, que tratan de mi libro «El partido de la derrota y la guerra en Irak», digo, «La crítica a la política del gobierno es esencial en una democracia, y la crítica de la política de guerra es [particularmente] importante por ser los riesgos tan elevados.» Pero al profesor Wolfe no le interesan los hechos porque es un ideólogo y para él, la gente como yo, que discrepamos de sus opiniones progresistas, somos enemigos a los que no se debe ningún respeto.
¿Se comportará el profesor de manera distinta en su clase? Puede, pero no apostaría.
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