América Latina tras la elección presidencial
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Estados Unidos se aproxima una vez más a hacer historia, pero, esta vez, dentro del marco de una de las campañas presidenciales más inéditas en la política norteamericana. El próximo presidente podría ser el primer hombre de raza negra en llegar a la Casa Blanca; por otra parte, si gana el líder republicano, su compañera para vicepresidente inauguraría un cargo nunca antes desempeñado por una mujer.
Desde que se desató la crisis o “septiembre negro”, tanto Barack Obama como su contendor, John McCain, han debido sortear la inestabilidad, tanto económica como anímica, que inquieta a la masa crítica que irá a las urnas el próximo 4 de noviembre. Los dos han debido sortear un escenario complejo para cualquier presidenciable, ya que el frenazo económico que afecta desde Wall Street hasta Main Street ha forzado a ambos a tener que desplegar su capacidad sobre el manejo de las finanzas al más alto nivel y los réditos, según las encuestas, han sido para el audaz senador por Illinois.
Con sólo 47 años, poseedor de una herencia multiracial, con una oratoria lúcida y convincente y de temperamento ponderado, Barack Obama genera grandes expectativas de cambio para el futuro de su nación. Su cosmopolitismo despierta menos animadversión en el mundo y, a pesar de que su carrera ha sido brillante, también se configura como un enigma debido a su reciente trayectoria política, la cual no abarca más de diez años desde que se inició como diputado federal por un distrito de Illinois, Chicago, para finalmente llegar al Senado norteamericano hace sólo 4 años.
Al otro lado está el senador por Arizona, John McCain, un político hábil con más de dos décadas de experiencia y cuya sobre vivencia a cinco años de torturas, en Hanoi, lo bautizan como un héroe de guerra de indiscutida valentía, pero cuyos 72 años le juegan en contra, ya que sería el presidente más maduro en iniciar su primer término de gobierno. Por lo demás, sólo una vez, en toda la historia republicana de Estados Unidos, tras el final del mandato de Ronald Reagan, en enero de 1989, un partido ha obtenido un tercer período consecutivo de administración. Sería difícil que la historia se repitiese, sobre todo por el contraste entre aquella época de gloria económica y la popularidad que gozaba el Presidente saliente; escenario muy diferente al actual en donde la alicaída reputación de George W. Bush sólo alcanza el 26% de aprobación y una economía que promete consecuencias poco deseadas para el grueso de la población.
El contexto que envuelve el futuro del Mandatario No. 44 no es sencillo, ya que lo obligará a estar pendiente, en primer lugar, de extensos desafíos domésticos. El principal: restaurar la estabilidad financiera, pero, a ésta se agregan una nueva agenda medioambiental; el ejercicio de un liderazgo hábil que reduzca el escepticismo internacional hacia las intenciones detrás de la política estadounidense; descifrar los propósitos de Rusia en cuanto a su deseo de incrementar su protagonismo en temas de intercambio, energía e integración financiera; continuar los mecanismos de cooperación con China; concretar una agenda pro-activa y eficiente en Medio Oriente; apoyar la apertura de nuevos mercados en África; profundizar los intereses norteamericanos sobre la democracia más poblada del mundo, India y, como parte de esta extenuante agenda, revitalizar sus lazos con las 33 naciones que componen a Latinoamérica y el Caribe, entre otros.
A pesar de que las naciones latinoamericanas han perseguido un rol más activo, en parte sostenido por una tasa de crecimiento perseverante (en torno al 5%) y la consolidación de instituciones democráticas en la mayor parte de la región, lo que sigue sobresaliendo, como una molesta piedra en el zapato, son la pobreza (más del 40% de la población de América Latina y El Caribe vive en condiciones de pobreza y 18%, vive en pobreza extrema), la violencia, la exclusión y, por último, la desigualdad de oportunidades e ingresos (el 10% de la población con mayores ingresos percibe alrededor del 40% de los ingresos totales. El 30% más pobre obtiene menos del 8%) haciendo difícil girar el foco de interés, por parte de Estados Unidos, hacia la región.
A esto se adhiere el hecho de que sus habitantes se sienten más bien alejados de Estados Unidos. Según una encuesta en 2007 a las elites de América Latina realizada por Zogby International, un 86% opinó que la política norteamericana hacia la región era neutra, versus un 14% de líderes latinoamericanos quienes la calificaron como buena.
Quien conoce más sobre América Latina es John McCain. No sólo nació en Panamá, sino también sumó a su campaña un viaje a Colombia y México en julio pasado. Defiende la ratificación del TLC con la nación colombiana (en espera desde abril de este año) y ha mencionado a Brasil como importante aliado dentro del mundo.
El discurso de Barack Obama difiere al de McCain. Ha hecho ver su deseo de renegociar NAFTA y se opone al TLC con Colombia fundamentado por los asesinatos de líderes sindicalistas (a pesar de que éstos han descendido profusamente y las condenas han aumentado durante los últimos cinco años). Sin embargo, a pesar de sus cautas intenciones para establecer relaciones comerciales con la región, una encuesta Gallup de septiembre de 2008, indica un claro favoritismo hacia el demócrata, no así para McCain. Además, ésta indicó que, a pesar de la escasa mención de América Latina durante la campaña presidencial, salvo para referirse a Cuba y Venezuela en el debate del 26 de septiembre, existe un gran porcentaje de latinos, en algunos casos llegando al 70%, quienes se mantienen indiferentes a quien sea el próximo Presidente de Estados Unidos.
El desafío, tras la elección presidencial es doble para América Latina. Por un lado, está la necesidad de rediseñar una agenda que sea constructiva. Sólo así logrará un mayor protagonismo a nivel global. Por el otro, re encantar a sus habitantes para construir lazos de intercambio con los Estados Unidos que no sólo sean de alcance económico.
Además, las naciones del Cono Sur deben ser capaces de cohesionar sus intereses a través de una estrategia que concentre iniciativas hemisféricas, sub-regionales y bilaterales que adquieran control sobre temas como la disminución del tráfico de drogas proveniente de países como Perú y Bolivia; apaciguar a la guerrilla colombiana; frenar el estancamiento que ha sufrido la región en su lucha contra la corrupción; alcanzar una verdadera inserción global en la economía (menos leyes, más reformas); solucionar los problemas de inmigración mexicana; resolverse a dirimir sobre el caos político venezolano y la Cuba post-Castro; no politizar más la dependencia energética; reducir las regulaciones que hoy impiden un mayor emprendimiento y generan un alto costo para entrar al mercado y, por último, aumentar, a través del uso de mayor tecnología, la exportación de sus materias primas gracias a demanda internacional. Todo esto se traduce en una mayor consolidación democrática, lo que es igual a un mayor desarrollo humano.
Sea quien sea el próximo Presidente de Estados Unidos, su política hacia Latinoamérica se verá enriquecida, siempre y cuando, comencemos por casa. Sólo así podremos despertar un mayor interés, generar vínculos y concretar más acuerdos con la economía más poderosa del mundo.
no así para McCain. Además, ésta indicó que, a pesar de la escasa mención de América Latina durante la campaña presidencial, salvo para referirse a Cuba y Venezuela en el debate del 26 de septiembre, existe un gran porcentaje de latinos, en algunos casos llegando al 70%, quienes se mantienen indiferentes a quien sea el próximo Presidente de Estados Unidos.
El desafío, tras la elección presidencial es doble para América Latina. Por un lado, está la necesidad de rediseñar una agenda que sea constructiva. Sólo así logrará un mayor protagonismo a nivel global. Por el otro, re encantar a sus habitantes para construir lazos de intercambio con los Estados Unidos que no sólo sean de alcance económico.
Además, las naciones del Cono Sur deben ser capaces de cohesionar sus intereses a través de una estrategia que concentre iniciativas hemisféricas, sub-regionales y bilaterales que adquieran control sobre temas como la disminución del tráfico de drogas proveniente de países como Perú y Bolivia; apaciguar a la guerrilla colombiana; frenar el estancamiento que ha sufrido la región en su lucha contra la corrupción; alcanzar una verdadera inserción global en la economía (menos leyes, más reformas); solucionar los problemas de inmigración mexicana; resolverse a dirimir sobre el caos político venezolano y la Cuba post-Castro; no politizar más la dependencia energética; reducir las regulaciones que hoy impiden un mayor emprendimiento y generan un alto costo para entrar al mercado y, por último, aumentar, a través del uso de mayor tecnología, la exportación de sus materias primas gracias a demanda internacional. Todo esto se traduce en una mayor consolidación democrática, lo que es igual a un mayor desarrollo humano.
Sea quien sea el próximo Presidente de Estados Unidos, su política hacia Latinoamérica se verá enriquecida, siempre y cuando, comencemos por casa. Sólo así podremos despertar un mayor interés, generar vínculos y concretar más acuerdos con la economía más poderosa del mundo.
Paula Schmidt M. es historiadora y periodista
- 23 de enero, 2009
- 28 de diciembre, 2024
- 31 de diciembre, 2024
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