Ni China ni sus vecinos están para tirar del carro mundial: la angustia financiera llega a Asia
Por Juan Pablo Cardenal
El Economista, Madrid
El virus de la crisis financiera se propaga y ataca ahora a las economías emergentes que, hasta hace poco, no sólo parecían inmunes, sino que estaban llamadas a tirar del carro de la economía mundial ahora que Europa y Estados Unidos están metidos de lleno en las actuales turbulencias.
Este mismo mes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó en sus previsiones que los países desarrollados apenas crecerán durante el próximo año, al contrario que los países emergentes, que lo harán a un ritmo sobresaliente dadas las circunstancias: más de un 6%.
Pero la magnitud de la tormenta ha destapado ya la vulnerabilidad de varias de las pujantes economías emergentes, después de que los coletazos financieros hayan empezado a castigarlas de una punta a otra del planeta. «Los mercados emergentes empiezan a ser un desastre. Hay ahora cerca de doce de ellos que se encuentran en graves problemas financieros», declaró la semana pasada el profesor de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini, que fue el primer gurú en predecir la crisis.
Varios países asiáticos figuran entre los que han transmitido síntomas de debilidad en las últimas fechas. La crisis se siente en Asia en distintos frentes, pese a que los analistas admiten mayormente que las grandes reservas de divisas que atesoran y las lecciones de la crisis asiática de 1997-98, los colocan en una posición más sólida.
Pero ello no significa que no estén afectados. Indirectamente, la caída de la demanda en Europa y Estados Unidos, unido a una recesión que parece inevitable, tiene ya un claro impacto para los emergentes asiáticos: el frenazo en seco de sus exportaciones a aquellos mercados. Y eso es dramático para unas economías, incluida la japonesa, que tienen en la exportación uno de sus pilares más importantes, sino el que más. China encarna perfectamente este modelo: se supone que sus bancos están básicamente limpios, sus reservas alcanzan los 1,9 billones de dólares y su crecimiento se ralentizará drásticamente en 2009? aunque seguirá a un envidiable ritmo del 8%.
El ejemplo de Cantón
Sin embargo, su sector exportador, especialmente el de la manufactura que requiere mano de obra intensiva, está siendo duramente castigado. Después de dos años de incrementos de costes laborales y de la apreciación del yuan, la crisis financiera ha supuesto la puntilla definitiva para muchas empresas de Cantón, cuna de la llamada fábrica del mundo. El impacto es doble: por un lado, la caída de pedidos internacionales; por otro, las crecientes restricciones en la concesión de crédito, tanto en China como en Hong Kong. «El tsunami financiero ha hecho restringir severamente las condiciones de crédito a los bancos de Hong Kong. Muchas empresas tienen problemas de liquidez», señaló la Federación Industrial de la ex-colonia.
Así que los cadáveres han empezado a aparecer. Unas 70.000 empresas exportadoras de Cantón han ido a la bancarrota desde principios de año, reconoce el Gobierno. Entre ellas, la mitad de las compañías del sector juguetero, incluida Smart Union Group, proveedor principal de Mattel y otros gigantes jugueteros. En los 10 últimos días, cinco grandes empresas de los sectores textil, juguetero y eléctrico han tenido que cerrar, arrastrando al paro a decenas de miles de personas. El desastre continuará. «Miles de fábricas más cerrarán en 2009 porque las restricciones crediticias han creado un grave problema de cash flow a las empresas», pronostica Chan Cheung-yau, de la Asociación de Productores chinos de Juguetes.
Al tiempo, como otros países emergentes, China se está viendo también impactada por el desplome de los precios de las materias primas, las cuales han servido para insuflar oxígeno a sus balanzas comerciales. Por su parte, la India, país que tradicionalmente se intuía desacoplado de las economías desarrolladas en virtud de la fortaleza de su mercado interior, está padeciendo en términos similares al sufrimiento chino. Esto es, se hunden sus exportaciones y se ralentiza el crecimiento hasta una previsión del 6% el próximo año, tras cuatro años consecutivos de alzas del 9% de media. Además, la Bolsa de Bombay pierde más del 58% desde enero y la rupia sufre una depreciación histórica frente al dólar.
Con todo, de entre los emergentes asiáticos quien más se ha acercado al abismo es Corea del Sur. Y no sólo porque la riqueza de la cuarta economía de Asia depende directamente de las exportaciones. Paradójicamente, la apertura al capital foráneo está suponiendo su estrangulamiento financiero, reavivando los fantasmas de la crisis asiática de los 90. La sangría en los mercados bursátiles durante este octubre rojo y meses anteriores y, por consiguiente, la necesidad de los inversores extranjeros de cubrir sus posiciones, ha estimulado también en Corea del Sur la huida masiva del capital extranjero, llevando a la divisa surcoreana -el won- al borde del colapso y amenazando la liquidez en el sistema financiero del tigre asiático.
Por si fuera poco, el colchón de las reservas de divisas de Corea del Sur, siendo importante, no es tan amplio como en otros países vecinos: se sitúa en los 240.000 millones de dólares. Por todo ello, el Gobierno de Seúl se vio en la urgente necesidad de salir al rescate e inyectó, la pasada semana, 130.000 millones de dólares en el sistema. Con todo, la amenaza del colapso no se ha disipado en absoluto.
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