Los ciudadanos se buscan la vida en España
Por Juan Carlos Rodrñiguez
El Economista, Madrid
Hay crisis, pero el oro ha vuelto a ser un refugio: compraventa y empeño son dos negocios en auge. Y no es este el único rentable en estos tiempos de turbulencia: empresas de cobro a morosos, de venta de artículos de segunda mano. Al tiempo que empleos tradicionales como el arreglo del calzado o de ropa ven, por fin, cómo crecen los clientes. Son las dos caras de la crisis.
Ganancia de pescadores. Negocios de ríos revueltos siempre han existido, pero cuando las vacas son gordas escapan del foco de la presa y de la mente de los ciudadanos. Están aquí, y ahora se frotan las manos. A todos les llega su momento. Son historias de crisis. Historias con viejos protagonistas.
1. La venta de oro
El oro repunta su valor. Es una garantía en momentos de crisis. «Yo siempre lo dije. Las joyas siempre de oro», afirma con un deje de donde las dan las toman, Antonio. Le pregunto a la puerta de una franquicia en boga: «¿Oro a precio único?» «No, no. Gracias a Dios yo no lo necesito», me dice. No entra. Espero: llegan, sí que llegan. Pero nadie confiesa sus pecados. Nadie admite que sube al 3º A, en donde espera el tasador.
Pero entran. He quedado con él, más tarde. Me ha costado convencerle, sólo ha aceptado con el anonimato.
Sí, está viniendo mucha más gente. Gente bien, acomodada. Ya entran joyas que superan los 600 euros. Le pido historias: pero me habla de señoras que llegan con lágrimas de oro, de hombres bien con corbata de Hermés y la herencia familiar en las manos, de trajes de chaqueta que no saben o no contestan y negocian duro. La discreción.
Historias personales y dientes de oro
Hay gente que te cuenta su vida, que si es la pulsera de su madre, el colgante de su abuela, los pendientes de su boda, y que te regatea veinte o treinta euros, pero otros, sobre todo ellos, que no, que no sueltan prenda, que van a lo que van, que tiran del órdago y juegan duro. Aquí, en donde estamos, pisamos zona peatonal. Pero me habla de otras sedes de esta joven franquicia, que va a toda vela. Los hay que llegan en Mercedes.
¿Lo más duro? Los dientes de oro. «Sí, nos comienza a llegar dientes de oro. Casi siempre son señoras quienes los traen, pero vienen con mucha vergüenza. Yo nunca pregunto». Le creo. Quienes van a la joyería a vender, son los primeros de la lista de los que necesitan con urgencia, con más o menos desesperación, el dinero. El oro, ahora, se paga bien y se vende mejor. Es el valor refugio. Siempre queda el empeño. Para vender y comprar, por supuesto.
2. El empeño
Casas de empeño, como tal, aún hay. Esos bufetes, casi reboticas, de los años 40 en donde muchos hicieron negocio con el hambre son ahora locutorios, tiendas de segunda mano, incluso joyerías con trastienda abierta. Parece historias viejas, de abuelas que contaban a sus nietos, y en donde el interés era, y es, exacerbado. Pero duele menos que deshacerse de una joya, habitualmente a espaldas de tu mujer, de tu marido.
Las personas interesadas en conseguir un préstamo en una casa de empeño deben llevar sus piezas de valor a la casa en cuestión, previa cita telefónica, para que un experto realice una tasación de los bienes. El profesional tendrá en cuenta los valores del mercado a la hora de tasar los objetos a empeñar, aunque la cuantía del préstamo suele ser del 60% al 75% del valor real de los bienes. Y el interés hasta el 25%. Me hablan de algunas. Voy.
Aceptan de todo
Compraventa de oro, con un pasillo al fondo en donde tramitan también empeños. No, no hablan. No hay manera. Voy a otra, un locutorio con cartelería que te ofrecen préstamos e hipotecas inmediatas en condiciones que ya se sabe. Aquí, tampoco cuentan mucho. Pero me hago el interesado. Al menos me confirman que aceptan de todo: cuadros, relojes, cámaras, ordenadores, electrodomésticos, hasta coches.
¿Pero empeñados? Sí, con una cuota al mes, con intereses incluidos. Como un préstamo. Pero puedes seguir usándolo, sólo si no pagas se te embarga.
Ya sólo admiten plazos muy cortos y coches de menos de cinco años. ¿Y tenéis mucho? -No, tan sólo algunos-. Sobre todo nos traen aparatos electrónicos, pero aquí sólo aceptamos los que tengan menos de un año de antigüedad?. ¿Joyas? Por supuesto, pero el negocio está diversificado, aunque ahora es cuando se comienzan a ver Rolex, por ejemplo, que nunca habíamos recibido. La crisis, por supuesto: alcanza a todos.
Esta empresa concede incluso, igual que su gemela Prestamitos, créditos con garantía de deudas de morosos.
Joyas
Aunque también hay empresas privadas que sólo negocian con joyas, es el destino expedito de los Montes de Piedad de las Cajas de Ahorro: que ofrecen tasaciones más altas, en torno al 70 y 85% del valor de mercado, e intereses menores. Y una última ventaja: si se vende en subasta el bien por encima del precio tasado, incluido intereses, las entidades se comprometen a abonar esa ganancia a los prestatarios, según datos de la Confederación Española de Cajas de Ahorros.
«En los últimos años (desde 2006) ha descendido algo el número de préstamos pero ha aumentado el importe medio desde los 375 euros a los 425». Es la conclusión de Antonio María Menéndez, responsable del Monte de Piedad de Cajastur en Oviedo, al analizar los datos de la entidad correspondientes a los tres últimos años. En 2006 la entidad tramitó 6.000 préstamos por valor de 2,1 millones de euros. En lo que va de año ya se rondan los dos millones de euros en préstamos, y aún quedan tres meses. Y un último dato: hay más compradores, aunque no tantos como se quisiera. Las subastan bullen.
3. Cobradores
Negocio en auge y sin fin. Son, ya lo sabemos, los Cobradores del frac, tan famosos en los años 80, que ahora han visto crecer la competencia con todo tipo de atuendos, desde payasos a zorros, de osos a toreros. «A principios de año, ya empezamos a notar que la demanda iba en aumento», según Carlos Granda, quien preside el departamento internacional de la compañía «El cobrador del frac». Con la economía española al borde de una recesión a medida que la burbuja inmobiliaria se desinfla, el Cobrador del Frac disfruta años de bonanza mientras salen a la luz las deudas contraídas por los consumidores y las compañías durante los años del boom.
José Romero, gerente de El Zorro cobrador, admite que «ya teníamos mucho trabajo, pero ahora tenemos bastante más». Aunque afirma que no nos dedicamos tanto al deudor, como al moroso profesional. Una especie, por otra parte, muy española. Los ‘cobradores’ son un recurso al alza, porque la justicia está a la baja.
«Normalmente, sólo vienen a nosotros cuando no ven posibilidades en la vía judicial, y ahora los juzgados están atascados, porque han aumentado las suspensiones de pagos un 300%», comenta. La gran diferencia entre la bonanza pasada y la crisis actual es la urgencia. La paciencia se acaba y la falta de liquidez está siendo tan acuciante que algunos ya se dirigen a El cobrador del frac nada más vencer la deuda.
La construcción debe dinero
La pregunta es quizás retórica:¿Dónde están los mayores morosos? La respuesta es: la Construcción y alrededores, porque la quiebra del promotor arrastra a toda una larga retahíla de profesionales y empresas: de hormigón, de carpintería, de albañilería, de fontanería que a la vez que son deudoras son, sobre todo, impagados. Pero no es el único sector: unos y otros apuntan también al sector alimenticio o a las agencias de viajes.
Según el registro de la Asociación Nacional de Establecimientos de Crédito, el número de operaciones morosas ha crecido en España un 33,08% desde septiembre de 2007 hasta agosto. Si entonces había unos 3.400.000 registros ahora hay algo más de 4.500.000. El aumento es más espectacular en saldo deudor: en el mismo periodo ha crecido un 87,8% y se situaba en agosto en 18.527 millones de euros.
4. Segunda mano
Un ejercicio muy sano es entrar en una tienda de segunda mano. Por ejemplo, en una de las que la multinacional australiana Cash & Converter tiene en Madrid: todas las clases sociales y todas las razas. Unos miran las estanterías, otros hacen cola con equipos de música, videojuegos, discos, televisores, móviles, portátiles en las manos. No, no esperan en la caja. La diferencia con hace unos meses me cuenta Luis Á., un joven empleado es que la situación era la inversa. Había más gente comprando que esperando para vender. Imagino que ahora, con los Reyes, se igualará. Seguramente. Pero el problema se acumula: Es cierto, compramos más, pero no vendemos tanto.
Esta franquicia, pionera en el negocio con trece años ya a sus espaldas, vende y compra de todo, excepto ropa, electrodomésticos de línea blanca y muebles. La tienda está llena. Luis ha ido a vender una máquina de escribir electrónica, con más de quince años. La tenía en casa, aunque ya no la uso, y me decidí. Sólo me dan tres euros, pero la voy a dejar, total, es una antigualla y me ocupa sitio en casa?. A Martín, se le ve más contento: Bueno, traje un móvil último modelo que me regalaron. Y me han dado casi cien euros, más de lo que pensaba. Como ven: hay de todo.
Del fondo de armario también puede salir algún ahorro. La ropa es la mercancía de Humana, una organización humanitaria que desde 1987 lleva a cabo proyectos de cooperación principalmente en África.
Tienen 15 tiendas en España (nueve en Barcelona, cinco en Madrid y una en Granada). Y nunca han tenido tantos clientes, como me confirma Luisa en una de las tiendas de Madrid, y me remite a la web Humana-spain.org para mis preguntas. Allí dicen: No existe un modelo concreto de cliente de estas tiendas; las personas que adquieren nuestra ropa pertenecen a un sector muy amplio de la población y se muestran motivados, básicamente, por la ayuda que suponen esas compras para el Tercer Mundo y por un modelo de ropa muy personal, aunque el factor precio también es importante.
Reparación e intercambio
Evidente. Otros dos fenómenos aparecen muy vinculados a la segunda mano, de nuevo en auge (excepto para las viviendas, por supuesto). Decía: la reparación y el intercambio. Pero vayamos por parte. Enrique Martínez regenta un taller de reparación de calzado muy cerca de plaza Mayor: Sí, se nota. Ya la gente no se compra tantos zapatos, sino que ahora lo traen para que se los arreglara. Antes, los tiraban. Y a por otro. Crisis, pues. Pues mira, hemos pasado años malos, nunca ha faltado trabajo, pero ahora es demasiado.
Pero unas tapas de cuero son baratas, no tanto las facturas de un taller de reparación de coches. Ufff. Ni me hables. «Te puedo decir exactamente cuando comenzó la crisis: hace un año», me contesta Felipe Minguito, propietario de un taller familiar en el centro de Madrid. -¿Un año?- Sí, fue cuando empezamos a notar que las revisiones y los servicios de mantenimiento básicos comenzaban a bajar. Y sigue. Sólo vienen cuando la avería es muy gorda, tan gorda que la factura se dispara. Pagar se paga mal y mira, estos son coches a espera de que su dueño venga a recogerlos. Pero ya te digo que no vendrán. Ya nos ha pasado: quédese con el coche.
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