La pobreza no se reduce con mayor gasto público
El gobierno pretende aumentar el presupuesto de gastos en un 17%. Su ideología consistente en priorizar el gasto social implica que en vez de darle relevancia a la seguridad y la justicia, se la dan a las ayudas a los pobres, mediante subsidios, fertilizantes, alimentos, servicios gratuitos o incluso hasta dinero en efectivo.
Rechazo es el uso del adjetivo “solidario” a los impuestos y programas que pretenden que el Congreso apruebe. Con esto tocan el corazón de las personas, pero no es con los sentimientos, sino con la inteligencia, que se deberían revisar y aprobar políticas públicas que podrían afectar negativamente a los más pobres, o sea, a quienes se pretende ayudar.
La solidaridad sólo se puede dar en un ambiente de libertad y voluntariedad. No existe solidaridad coercitiva. Los impues-tos son coercitivos. El Impuesto solidario es una contradicción de términos al igual que los almuerzos, la educación y sa-lud solidaria. El nombre es muy bonito y toca nuestros sentimientos, pero en el fondo implica coerción.
Todos quisiéramos erradicar la pobreza de nuestro país. Para ello estaríamos de acuerdo en apoyar aquellos programas que ayuden a los pobres, en especial a aquellos más necesitados.
Pero, ¿es este el camino correcto que sacará a los pobres de esa situación?
La evidencia empírica y la teoría económica demuestran que este camino es equivocado.
La redistribución de la riqueza no reduce la pobreza. La única forma de reducir la pobreza es mediante una mayor creación de riqueza y esto implica concentrarse en el papel fundamental y prioritario que debe tener un gobierno, esto es, la defensa de la libertad, la pro-piedad y la vida de los miembros de la sociedad. Para ello, el gobierno debe encargarse de la seguridad y justicia.
Mientras mayor sea la libertad económica, mejor protegidos estén los derechos individuales y menor sea el gasto guber-namental, así como menos cargas tributarias mayor prosperidad tendrá el país, y esto implicará una más rápida reduc-ción de la pobreza. Basta con ver los índices de libertad económica que publican instituciones como Heritage Foundation en Estados Unidos de América o bien The Fraser Institute en Canadá.
Hace poco estuvo en Guatemala el doctor William W. Lewis, quien fue socio de McKinsey & Company por 20 años y director fundador de McKinsey Global Institute. Es autor del libro The Power of Productivity (El poder de la productividad, que trata de la riqueza, la pobreza y los peligros a la estabilidad global). De su trabajo concluimos que los países ricos y desarrollados lo lograron con bajas cargas fiscales. Hace menos de un siglo que Estados Unidos de América era ya un país bastante desarrollado y avanzado. Para ser más específico, en 1913 su gasto fiscal ascendía al 8.1% de PIB. Esto permitió que el dinero quedara donde se producía con mayor productividad y eficiencia. El resultado fue impresionante en cuanto a reducción de pobreza y creación de oportunidades, tanto para americanos como para inmigrantes que venían masivamente de todo el mundo.
Necesitamos urgentemente reducir la pobreza y no lo haremos jamás con medidas populistas y de redistribución de la poca riqueza que hay. Aprendamos del ejemplo de quienes ya lo lograron haciendo aquellas cosas que, en su momento, fueron fundamentales para alcanzar el éxito y reducir la pobreza.
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