El inocultable colapso del kirchnerismo
A esta altura del partido, todos advierten que el gobierno kirchnerista está colapsando. Los grandes interrogantes son cuándo terminará de colapsar y qué vendrá después. Pero veamos el cúmulo de problemas en que se han (nos han) metido Néstor y Cristina. Comencemos por la economía.
El emblema de la política kirchnerista eran: a) el tipo de cambio competitivo, b) el superávit fiscal, c) las reservas récord del BCRA, d) el saldo de balance comercial positivo y e) el crecimiento a tasas chinas. De reformas estructurales nada. De violento de cola exterior mucho. ¿En qué quedó el famoso tipo de cambio competitivo? Como ya hasta los mismos economistas del Plan Fénix reconocen que desapareció y la UIA le reclama al gobierno que el famoso tipo de cambio competitivo, el eufemismo del tipo cambio competitivo quedó pulverizado por la inflación que generó el BCRA, porque más que lo hayan mandado a Moreno a esconder la realidad interviniendo el INDEC.
Primer problema grave que tiene el gobierno. El tipo de cambio se le atrasó, que era toda la ciencia económica que parece dominar el matrimonio gobernante, y solo puede corregir la lógica de su modelo mediante dos alternativas: a) acelerando la inflación obligando al BCRA a emitir moneda para levantar el tipo de cambio o b) flexibilizar las normas para permitir que la fuga de capitales incremente el tipo de cambio nominal. Claro que, en cualquier de las dos alternativas, el correlato sería una mayor fuga de depósitos del sistema financiero, aumento en las tasas de interés y profundización de la recesión que recién comienza. En este caso los Kirchner habrían hecho un formidable aporte a la ciencia económica al descubrir que los países crecen cuando se le fugan los capitales o la inflación es una bendición para la economía.
Ligado al problema del tipo de cambio, el gobierno tiene el problema de un Brasil que ha devaluado su real un 35% desde el inicio de la crisis internacional.
Esto implica dos posibilidades: a) tener serios problemas con nuestro principal socio comercial en el Mercosur o b) intentar subir el tipo de cambio a los niveles de 4 o 4,5 pesos por dólar. De nuevo, incertidumbre cambiaria, corrida financiera y suba de las tasas de interés junto con una llamarada inflacionaria o bien, permitir que los capitales se fuguen para solucionar la competitividad de la economía argentina según la nueva teoría economía kirchnerista.
Es claro que el gobierno tiene un serio problema con su discurso del tipo de cambio competitivo en un contexto en que ahora Brasil no revalúa el real sino que lo devalúa, mientras que los economistas sabemos que a la gente se le miente cuando se le dice que el BCRA tiene mucho poder de fuego para dominar el mercado de cambios en caso de una corrida.
En rigor el BCRA no tiene un cañón para dominar el mercado sino que, a lo sumo, dispone de un revolver de cebita. En lo que hace al superávit fiscal, este es claramente insuficiente para hacer frente a los vencimientos de la deuda pública, seguir financiando con subsidios tarifas de servicios públicos artificialmente bajos, continuar con las obras públicas y, encima, ahora pretende otorgarle subsidios a las empresas para que no despidan personal.
Tanto ha aumentado el gasto público que ha sido estacionado en niveles récord, aclarando que la calidad del mismo es deplorable y el grado de confiscación tributaria que sufre el contribuyente tiene pocos antecedentes en Argentina.
De manera que el famoso superávit fiscal gigante se ha esfumado y tenderá a ser menor por dos razones: a) los precios internacionales más bajos de las commodities y los menores volúmenes de exportación le generarán ingresos fiscales más reducidos al gobierno y b) la caída en el nivel de actividad afectará los ingresos por IVA, ganancias y otros impuestos ligados al consumo.
Hasta mediados del año pasado, el saldo de balance comercial era mayor a la demanda de dólares por parte de los particulares. Desde el tercer trimestre del año pasado, la dolarización de los ahorros y la fuga de capitales son mayores al saldo de balance comercial, con lo cual el tipo de cambio tenderá a subir, si es que a Cristina no se le ocurre enviar una ley al Congreso para derogar la ley de la oferta y la demanda.
La creciente desocupación, ausencia de inversiones y trabajas a las exportaciones que el mismo oficialismo le establece al comercio exterior, terminan de mostrar un cuadro sumamente complejo, junto con una profunda distorsión de precios relativos que ya es imposible de sostener a base de subsidios porque los recursos no alcanzan.
En lo que hace a la actividad económica, por más que Néstor recurra a sus tradicionales gritos y amenazas, la economía entrará en recesión porque el consumo se contrae, la inversión fue espantada y las exportaciones están limitadas por el contexto internacional y las barbaridades que aplica Moreno como política de controles de precios.
Si en materia de política económica los Kirchner se han caracterizo por ser caprichosos y querer ir en contra de las normas más elementales, desde el punto de vista institucional no han dejado desastre por hacer. Se han reído de la división de poderes, del respeto por la propiedad privada, han incumplido su palabra en los acuerdos alcanzados y han confiscado cuanto activo líquido estuvo a su paso y seguirán en ese rumbo. Ejemplo, vencidos por el campo por la 125, lo único que han sabido hacer es ignorar a los productores y dejar que se fundan. Es como si, en su sed de venganza, estuvieran matando la gallina de los huevos de oro.
La gente ya percibe al matrimonio presidencial como una seria amenaza a sus ahorros y a la propiedad privada y toma todo tipo de recaudos para protegerlos de la expoliación estatal. Tanto Néstor como Cristina han perdido toda credibilidad ante la opinión pública y saben que, en el probable escenario de perder las elecciones de 2009, se acabarán los superpoderes, las arbitrariedades de Moreno, el despilfarro de los recursos públicos y demás abusos del poder.
El problema es que los Kirchner no están acostumbrados a gobernar como si fueran monarcas absolutistas. No creen en la democracia y mucho menos en el sistema republicano de gobierno. Son fervientes admiradores de los modelos autocráticos de gobernar. Sean estos fascistas, nazis o comunistas. Para ellos, los derechos de la gente no existen, son solamente una graciosa concesión que Néstor o Cristina pueden llegar a conceder en un acto de bondad.
Si juntamos una situación económica que tiende a deteriorarse rápidamente por errores propios, profundizados por la crisis económica internacional junto el cansancio de la gente frente al deterioro institucional del país, no resulta exagerado pronosticar el colapso del kirchnerismo. La única duda que queda es si, antes de dejar el poder, en un acto de resentimiento final dejan tierra arrasada de la Argentina o, simplemente, como diría Jorge Asís, terminan demostrando que son unos duros en el arte de arrugar y salen disparados a alguna playa del Caribe a tomar sol para, de paso, evitar las cataratas de juicios que se vendrán cuando, inexorablemente, pierdan el poder. Si algún valiente dentro del gobierno se animara, en el futuro, a demostrar que el que daba las órdenes es Néstor, la usurpación de poder, asimilable a un golpe de Estado, en tanto que Cristina podría ser juzgada por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
A todo esto habría que sumarle los escándalos de corrupción, casos que podrían activarse el día que dejen de ocupar la Casa Rosada. Todos saben esto y, por eso, hoy los Kirchner, son incapaces de revertir la situación económica. Primero porque siguen dando contundentes muestras de no querer cambiar y, segundo, porque ya ni ellos creen en lo que dicen.
Ante tanto desmadre económico e incapacidad para gobernar, este gobierno no tiene otro destino que el de colapsar.
¿Cuándo?
Eso es imposible de predecir porque la acumulación de errores y horrores que han cometido terminarán, inevitablemente en una profundización de la actual crisis que terminará de estallar en el momento menos pensado y por el camino menos sospechado.
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