La “africanización” del Paraguay
Mirando algunas ediciones digitales españolas, me encontré días pasados con una información que me dejó pasmado. Tiene como base la interminable guerra entre etnias de la República Democrática del Congo (RDC), en Africa. Hoy, una de ellas está en el poder y otra, rebelde, que le hace la contra a través de una fuerza armada irregular mejor pertrechada y entrenada que las del Gobierno.
Dice la información que odios étnicos históricos e importantes intereses económicos han convertido la zona de los “Grandes Lagos” en un campo de batalla sin tregua; incluso después de los acuerdos de paz que en el 2002 pusieron fin a cuatro años de sangrienta guerra civil. Los principales focos de violencia se localizan en las regiones de Ituri y Kivu, escenario de “brutales enfrentamientos y matanzas tribales”.
En el Congo conviven unas ¡200 etnias diferentes!, unas veces perpetradas y otras fomentadas por los distintos grupos que se disputan el control de esta zona de abundante riqueza mineral. A los ya codiciados yacimientos de diamantes, oro, petróleo y uranio se ha sumado en los últimos años la “fiebre” del coltán (abreviatura de columbita y tantalita), un metal utilizado en el sector de las nuevas tecnologías y especialmente necesario para la fabricación de teléfonos celulares. Para desgracia de sus habitantes, la madre naturaleza quiso ubicar en este rincón del planeta el 80% de las reservas mundiales de tan cotizado mineral.
Mientras tanto, la RDC figura entre las naciones más pobres del mundo –ocupa el puesto 155 en un ranking de 173 países realizado por la ONU–, y en torno a los yacimientos existe un complejo entramado empresarial convenientemente diseñado para el reparto del botín. Desde 1999 el conflicto en la región de Ituri ha provocado al menos 50.000 muertos y más de medio millón de refugiados, según datos de Amnistía Internacional.
Si bien hoy no es comparable directamente la terrorífica situación que sobrevive este país africano (como otros) a la del Paraguay, existen grandes similitudes. Una de ellas es la inexistencia de un estado organizado que ofrezca a las inversiones seguridad física y jurídica; además, previsibilidad económica y, sobre todo, políticos con perfil de estadistas que tengan una carga por el presente y el futuro del país, y actúen en consecuencia.
Al igual que la RDC, Paraguay también posee ingentes recursos naturales que hoy no son explotados como conviene, por la ausencia de las garantías mencionadas. Algunos entendidos aseguran que nuestro país nada tendría que envidiar a otros, ya que aparte del rubro de alimentos, también poseería yacimientos de oro, uranio y otros minerales que el mundo hoy necesita.
Asimismo, petróleo y gas natural: una prueba de que podrían existir efectivamente yacimientos de estos hidrocarburos en nuestro territorio es que a escasos kilómetros de nuestra frontera con Bolivia y Argentina siguen hallando vetas potenciales; y ni qué hablar de las inmensas minas de piedras calcáreas, que sirven para fabricar cemento y otros derivados.
Pese a estas potencialidades, lamentablemente aquí también tenemos grupos que actúan como esas “tribus asesinas” que quizás no matan a la población tan directamente, pero sí están “masacrando” nuestras esperanzas de un país mejor, más próspero. Han sido incapaces hasta hoy, especialmente durante esta etapa democrática nacional, de ponerse de acuerdo y vislumbrar un futuro un poco mejor para nuestras generaciones por venir. Algo que no logran visualizar todavía es que ninguna de ellas será capaz de ser el “padre” de las soluciones a los problemas del país.
Entre las “tribus” principales figuran los colorados, los liberales, los oviedistas, patriaqueridistas, que –a su vez– están subdivididos en sus diversas movimientos y corriente. Ultimamente surgieron “sub-etnias”, como los aliancistas, Tekojoja, etc., que se sumaron a esa nefasta mentalidad, y lo único que están haciendo es asemejar cada vez más al Paraguay a los países africanos, que si bien son inmensamente ricos recursos naturales como nosotros, muren de hambre y matándose unos a otros. Como expresa una cita bíblica: “Donde no hay visión, el pueblo se extravía; pero ¡dichosos los que son obedientes a la ley”. Proverbios 29:18.
- 23 de julio, 2015
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