La danza de los millones
Se acabaron los buenos tiempos. Hay que despedirse de la plata dulce, de los altos precios producto de la demanda agregada que generó la irrupción en el mercado de la China neoliberal -que benefició a tanto gobierno “progresista” y antineoliberal- y de los efectos positivos y transitorios de la burbuja económica y sus hipotecas tóxicas. ¿Y qué se hizo con tanto dinero?
Según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) la expansión económica en América Latina se tradujo en un aumento de la ocupación: en el periodo 2202-2006 hubo un crecimiento anual acumulado del 2%. La tasa media de desempleo urbano disminuyó del 9,1 al 8,7%.
Además, en el 2006 las remuneraciones medias reales crecieron el 2% -primera vez en la década- y en países como Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela y Uruguay ese aumento llego al 3%. Sólo en Guatemala el porcentaje fue negativo.
También la situación de pobreza mejoró a nivel regional. Según proyecciones de la Cepal el número de pobres en el 2007 fue de 190 millones (194 en el 2006) 69 millones de los cuales eran indigentes (eran 71 millones el año anterior). En consecuencia el 35,1% de la población de América Latina se encuentra aún en situación de pobreza y de ellos 13,4 en estado de extrema pobreza. Aisladamente no son buenos números, pero comparados con los del 2002 (44.0 y 19, por ciento respectivamente) o los de 1990 (48,3 y 22,5 por ciento) lucen bastante mejor.
Otras cifras que recogimos resultan menos felices. Por ejemplo, el gasto militar en América del Sur el año pasado fue de 50 mil millones de dólares. En el 2006 había sido de 39.960 millones. En un año se registró un aumento en el gasto de defensa del 25%, según un estudio que divulgó recientemente el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría de la Argentina que dirige el reconocido politólogo Rosendo Fraga.
De ese gasto el 55% corresponde a Brasil (US$ 27.540 millones), en segundo lugar se ubica Colombia (6.746 millones), en tercero Chile con 5.395 millones y en el cuarto Venezuela con 3.321 millones de dólares. No es que se justifique pero lo de Colombia, en donde el porcentaje del gasto militar respecto al PBI (3,34%) es el más alto de la región, se puede explicar si se toma en cuenta su conflictiva situación interna (guerrilla, paramilitares y narcotraficantes) e incluso sus dos belicosos e imprevisibles vecinos: Chávez y Correa. Pero lo de Chile, que destina 2,91 del PBI a la defensa, más fondos extras provenientes de las exportaciones de cobre que llevan ese porcentaje al 3,73 %, superando así incluso a Colombia, uno se pregunta ¿para qué?
Con Brasil ocurre otro tanto. Su propio ministro de Defensa, Nelson Jobim ha dicho que su país “no tiene enemigos”, pero anuncia que igual seguirán con esos gastos para que “Brasil pueda decir no en algún momento”. ¿Y a quién le quiere decir no? Qué peligro, sobre todo para sus vecinos dada la conocida vocación imperial de los brasileños. Porque, frente a las grandes potencias de muy poco le puede servir comprar 30 ó 40 aviones de caza más o contar con un submarino nuclear.
¿Es que teme que lo invada Uruguay, o Bolivia, o Paraguay? Quizás sus prevenciones sean respecto a Chávez, lo que puede ser más aceptable, porque con el comandante bolivariano uno nunca sabe, pese a que en estos momentos, como él mismo lo ha anunciado, todas sus fuerzas armadas están atentas a intervenir en aquellos estados donde pierda en las elecciones.
Los números cantan y son elocuentes: es una verdadera lástima que con tantos pobres se gaste tanto en armamento.
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