Qué puede hacer ahora el gobierno argentino
Buenos Aires – Parece claro que el objetivo prioritario del gobierno es ahora maximizar votos en octubre de 2009. Para perseguir ese propósito el gobierno tiene dos caminos: (1) buscar alianzas electorales en cada provincia capaces de ayudarlo a conservar tantos votos como le sea posible, (2) tratar de mejorar los tres aspectos críticos en los que sostuvo su éxito. En ambos frentes las opciones disponibles son complejas y difíciles.
Las alianzas políticas que pueden ayudarlo electoralmente al gobierno argentino en las provincias implican conceder candidaturas al Congreso a sectores del peronismo que no son incondicionales suyos. En algunos casos esos posibles aliados piden un precio tan alto que el oficialismo no puede pagarlo. Uno de esos casos, resonante estos días, es el del ex gobernador de Buenos Aires y hoy diputado nacional Felipe Solá; el kirchnerismo no pudo impedir que abandonase el bloque oficialista en el Congreso.
Otro caso: en Córdoba, el gobierno sólo puede aspirar a un resultado electoral decoroso si cierra filas con el gobernador Schiaretti, quien fue el más notorio de los gobernadores peronistas que se opusieron al gobierno nacional en el conflicto con el agro. En síntesis: cuantas más alianzas cierre el gobierno en las provincias, tanto más débil quedará dentro del espacio peronista; y si no lo hace, arriesga una derrota muy severa.
Con respecto a la situación macroeconómica y social, es poco lo que el gobierno puede hacer para contribuir a mejorar los tres factores críticos. No está en sus manos atraer mayores flujos de inversiones; es más, la alta prima de riesgo que hoy castiga a la Argentina es en gran medida un producto de las acciones de este mismo gobierno durante los últimos tiempos. El enfriamiento de la economía resulta inevitable, aunque los pronósticos sobre su magnitud puedan variar. Es cierto que al enfriarse la economía disminuye algo la tasa de inflación; pero eso mismo genera un aumento del desempleo. El efecto político de la combinación entre inflación y desempleo es multiplicativo: el efecto es tanto peor cuanto más cerca se encuentran ambos factores en valores medios; y eso es lo que está ocurriendo.
Otro efecto perverso en las relaciones entre el gobierno con la producción y el desempleo es que, para producir más, las empresas necesitan condiciones favorables. Si se ven obligadas a mantener artificialmente horas trabajadas que no necesitan, tienden a desinvertir; si se reducen las horas trabajadas, aumenta el desempleo y hay conflicto sindical. Para peor, la sentencia de la Corte que avala la libertad de agremiación inquieta a los sindicatos amigos del gobierno -y también a los empresarios- y alienta a los gremialistas más combativos. Como se dice en castellano argentino coloquial, "todo mal".
Hasta ahora el gobierno tiene a su favor que la oposición sigue dividida. Muchos comentaristas en la prensa se entusiasman con el incipiente acuerdo político entre Elisa Carrió y la alicaída UCR liderada por Raúl Alfonsín. Pero esa alianza está dejando afuera a muchos otros sectores políticos opositores: la centro derecha de Mauricio Macri, el vicepresidente Julio Cobos y los radicales que fueron ‘K' y que se llevaron la mayor parte de los votos radicales, el peronismo opositor al kirchnerismo, a su vez divididos en varios subgrupos. En la Argentina de hoy los dirigentes políticos son muy notorios y sus movimientos son reportados y analizados cada día por los medios de prensa. Pocos se preguntan dónde están realmente los votos. No se lo preguntan porque nadie tiene una respuesta cierta.
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