El comando que mejor blanquea
Enfoques – La Nación
Puede haber algunas diferencias entre las gestiones de Cristina y de Néstor Kirchner, pero hay algo en lo que la identidad es absoluta. Cada acto de gobierno, aun por menor que parezca, jamás está ni estará motivado o animado por despreciables urgencias de caja, por pedestres necesidades electorales, por pequeñas cuestiones personales o partidarias, por oscuras intrigas palaciegas, ni, mucho menos, por espurios intereses. Cada anuncio revela una gesta y cada discurso es una proclama que cambia el rumbo de la historia.
Aunque la mezquindad de los opositores se empeñe en ponerlo en duda, un fin superior siempre explica o justifica cada medida. Y que algunas decisiones aparezcan contradictorias es sólo el costo que tiene toda gesta fundacional destinada a cambiar el statu quo de raíz (para no decir radicalmente, ya que los radicales, empezando por Cobos, cada vez caen peor en el Gobierno).
Esta semana volvió a ocurrir lo mismo que viene ocurriendo desde hace ya más de cinco años, aunque la incredulidad de muchos se mantenga irreductible.
Las medidas que el Gobierno acaba de lanzar no tienen nada que ver con lo que los críticos de siempre han dicho.
Nada puede compararse con otras decisiones que puedan parecer similares y que se hayan adoptado antes, sobre todo por otros gobiernos. Ya lo dijo con orgullo patriótico y futbolero el jefe de Gabinete: "Es la mayor moratoria de la historia".
Al fin y al cabo, por qué jactarse de que la gente paga los impuestos como nunca antes, demostrando su responsabilidad como contribuyente y su confianza en el destino que el Gobierno/Estado le va a dar a su dinero, si es posible jactarse de que acaba de dictar la mayor amnistía que el país recuerde, aunque las amnistías y los indultos no hayan caído bien antes. Además, si siempre se le reclama al Gobierno que sea más tolerante, por qué criticarle ahora que haya sido magnánimo y haya perdonado a los que, seguramente por culpa de otros gobiernos, eludieron sus obligaciones con el Estado.
Y en cuanto al blanqueo de capitales, ¿por qué pensar que es una claudicación de aquella inflamada proclama contra los evasores que guardaban su dinerio en el exterior, entre cuyos campeones estaban los productores agropecuarios, según decía el Gobierno en plena guerra revolucionaria contra "la oligarquía"? ¿Por qué creer que hay motivos espurios y amigos beneficiados?
No, esta vez también hay causas trascendentes y objetivos superiores. La gesta revolucionaria nunca claudica.
Ahora, hasta el dinero más negro se volverá impoluto para ayudar a los que más necesitan (que no se los investigue). El Comando Ayudín cumplió con éxito la misión blanqueadora que los comandantes Cristina y Néstor le encomendaron. ¿Quién pagará el premio a los oficiales De Vido, Massa, Carlos Fernández y Tomada por no lavarse las manos cuando la historia los convocó? Ahora no deberían faltar fondos.
- 23 de enero, 2009
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