El dinero no cae del cielo
SALAMANCA. Hará una semana, más o menos, el ministro Camilo Soares dijo en un encuentro con jóvenes, presidido por el presidente Fernando Lugo, que los ricos tendrían que repartir su dinero entre los pobres para que estos puedan vivir tan bien como aquellos. La gente, tal vez acostumbrada ya a este tipo de declaraciones de uno de los miembros del círculo áulico del presidente de la República, no le prestó la debida atención. No está demás, sin embargo, preguntarse si estas “medidas económicas” son propias del “socialismo del siglo XXI”.
Es sumamente fácil y agradable introducir este tipo de innovaciones, ya que cuando el dinero cae del cielo podemos llevar adelante cualquier empresa. Cualquiera que no requiera esfuerzo, trabajo, cierta disciplina y sobre todo una organización eficiente.
Si existen dudas al respecto, el viernes último, el ministro de Energía venezolano, Rafael Ramírez, insistió en el interés que tiene Venezuela en que la OPEP (organismo que reúne a los países productores de petróleo) reduzca “al menos un millón de barriles” por día antes de fin de año. Con esta medida, naturalmente el precio del petróleo experimentará de nuevo un incremento en sus precios. Después de haber alcanzado los 150 dólares por barril, en la actualidad se ha desplomado a los 50 dólares.
El líder e inventor del “socialismo del siglo XXI“, el presidente de la República Socialista Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, necesita con urgencia que el petróleo le resulte de nuevo rentable. Cuando estaba en su precio tope, Chávez disponía de enormes cantidades de dinero que administraba a su gusto. Era como el maná caído del cielo para el pueblo judío mientras atravesaba el desierto. Unos cuantos millones para este, otros millones para aquel, más millones para aquella que necesitaba financiar su campaña proselitista que la llevaría a la presidencia. Miles de barriles de petróleo para Cuba, también para Nicaragua. Todos recibían las generosas donaciones de Chávez a cambio de su más servil fidelidad.
Los únicos que no disfrutaban de toda esta generosidad era el propio pueblo venezolano. Se calcula que el país soporta una inflación del 27% anual (según datos oficiales, y en estos casos todo lo oficial no es de fiar). En un año los alimentos se han encarecido un 50% y la inseguridad de la ciudadanía es alarmante, ya que se registra un promedio de 60 muertes violentas por 100.000 personas, por año. En algunas zonas, como el municipio de Petare, que forma parte de la Alcaldía Mayor o Gran Caracas, donde vive un millón y medio de personas, el 30% de las escuelas no cuentan con baños y el abandono escolar asciende a un 27% por año. Solo en 2007 se registraron, en Petare, 686 asesinatos. Durante la campaña electoral, Chávez regaló a manos llenas lavarropas, hornos de microondas y otros electrodomésticos. Lo visitó más de diez veces con todos sus ministros. Sin embargo, las elecciones fueron ganadas por Carlos Ocariz, contrario a Chávez, porque la gente no se deja engañar. Ocariz, después de conocer su victoria, dijo: “En Venezuela hay mucho petróleo. Pero el dinero no ha llegado al pueblo”. ¿Será esta otra de las novedades del socialismo del siglo XXI? Más parece una rechifla que otra cosa.
Hace más de un año se especulaba ya con lo que podría pasar con el régimen de este mesías bolivariano si se le cortaba el chorro de los petrodólares. Entonces se pensaba que podría ser por la inutilización de los pozos, ya que los trabajos de mantenimiento eran insuficientes. Pero no. El fenómeno se produjo porque los precios se desbarrancaron y con la actual crisis económica que golpea tanto a los países ricos como pobres, hay pocas esperanzas, al menos por el momento, de que los precios del barril de petróleo vuelvan a su cima de 150 dólares.
El único camino para mejorar las condiciones de vida es el trabajo en todas sus formas. Esto lo saben tanto los de izquierdas como los de derechas. La diferencia está en los métodos propuestos por unos y por otros. Pero en ningún caso será en base al dinero que cae del cielo, porque desde que cayó el maná según lo relata la Biblia, no volvió a suceder nunca más. Con los petrodólares o con la expropiación de lo que es de los demás, nunca se ha logrado el objetivo propuesto: el bienestar de todos. Por el momento, solo se ha logrado el bienestar de unos pocos. Y curiosamente, son los que mandan.
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