Muerte al cuarto poder
Muerte total, exterminio y tierra arrasada al cuarto poder. Muerte a esa diabólica idea de ponernos a los periodistas, seamos de opinión, seamos de información, alineados con los tres poderes del Estado y catalogarnos como un poder más.
El día, Dios no quiera, que el Gobierno —como en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, o en Nicaragua— pregone que el periodismo es el cuarto poder, ese día la única salida digna para un periodista, o quien se precie de serlo, será el suicidio.
La Libertad de Expresión no es un privilegio para quienes ejercemos el periodismo, sino para cada mujer y hombre guatemalteco. Esa garantía constitucional es universal, no periodística.
Periodismo es contrapoder. Es la voz de los sin voz, el medio que se convierte en mensaje, y el mensaje que se postula como denuncia. No en el periodismo comprometido porque eso generalmente implica una subordinación del autodenominado periodista, o camuflado como tal, para introducir su agenda.
A esos, los comprometidos, les falta el compro de compro-miso y les sobra el metido de estar, pero no pertenecer. O será el compro del dinero que reciben en esas ilusas causas, que aquí los “defensores de los derechos humanos”, que allá los y las ecolo-listas, que más allá los indigen-istas, y por el otro lado los dizque empre-saurios mercantilistas. Todos quieren meter su agenda y su hocico en el quehacer periodístico y utilizarlo. Quizá seré el único ingenuo que cree que podemos ir más allá de las agendas. Pero están y no son periodismo. No, no lo son, no importa cuánto aparenten.
Tampoco entro en la errónea discusión de si periodismo es arte, técnica, ciencia, o humanidad, tal discusión, será tal vez para Chomsky, pero no para McLuhan.
Por supuesto que nos hemos mezclado con el entretenimiento y con el comercio. De ahí los bastardos de info-tainmet e info-mercial. Pero esos, insisto, son bastardos de una profesión cuya existencia deepende de la construcción de credibilidad.
La credibilidad, aclaro, no está en nosotros los periodistas, sino en nuestros lectores, radioescuchas, televidentes o ciber-nautas. Son las personas, quienes, en cuanto audiencias, nos han cedido su creencia en la parcial Verdad que transmitimos.
Y ella se construye y se gana nota a nota, crónica a crónica, artículo tras artículo, reporte tras reporte, pero se puede perder tan rápido como el pulsar de una tecla. La audiencia nos cede su creencia (credibilidad) y nosotros la mantenemos, la cuidamos, la alimentamos o la destruimos.
La credibilidad no está ni en el periodista ni en el medio, sino en el público. (Por eso la credibilidad en los medios estatales —oh paradoja, pagados con nuestros impuestos—es baja o nula. A propósito, esos medios estatales sí son el cuarto poder por estar al servicio y alineados con los otros tres poderes.
Por eso, este día del Periodista 2008 reconozco la labor diaria de tantos colegas comprometidas y comprometidos con esta bendita profesión, a la cual ingresamos voluntaria y espontáneamente, y de la cual, de igual manera, podemos salir. Pero hemos decidido quedarnos precisamente porque “si calla el cantor, calla la vida”.
- 28 de diciembre, 2009
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