Blanqueo K: es como confiarle a Drácula un banco de sangre
Antes de ira al tema que titula esta nota, le cuento. Viernes 28 de noviembre de 2008 a las 9 de la mañana. Sentado frente a mi computadora estoy listo para chequear los mails. Repentinamente se corta la luz. Veo si hay un problema en mi casa y no. Es toda la zona que está sin luz. El módem y la conexión inalámbrica no funcionan. Al rato, me llama mi secretaria: “No venga que en la oficina no hay luz”.
Dos cosas vinieron a mi mente mientras escribía esta nota con el resto de batería que tenía en mi notebook. La primera fue la época de Raúl Alfonsín cuando estaban los cortes rotativos de luz. Por lo menos, el ex presidente había tenido la gentileza y el coraje político de ordenar que se informaran los cortes rotativos de luz ante la crisis energética argentina, de esa forma, cada uno sabía, aproximadamente, cuándo iba a tener luz y cuándo no. Ahora, los K, con su modelo productivo, esconden la realidad. Informar los cortes rotativos implicaría reconocer su fracaso en este rubro. Para lo K, si los cortes de luz no se anuncian en los diarios, no existen. En todo caso pasarán a ser teorías conspirativas y desestabilizadoras de los medios.
La segunda cosa que vino a mi mente fue recordar que 3 días atrás había visto en televisión al diputado kirchnerista Depetri protestar contra los opositores porque venían denunciando que iba a ver una crisis energética y se había comprobado que tal cosa no existía. Las denuncias de colapsos en el sistema energético eran pura fantasía de los opositores, de los medios y de los analistas. Tal vez tenga razón Depetri. Los cortes de luz que vienen produciéndose en amplias zonas de la Capital y el Gran Buenos Aires son virtuales. Es la enfermiza mente de la gente que cree que no hay luz cuando en realidad, en el “país en serio” que prometió Néstor en la campaña de 2003, no existe posibilidad alguna de crisis energética. Y, al fin y al cabo, es lógico que después de 2 o 3 días de mucho calor, pueda explotar el sistema eléctrico. ¿En qué país en serio no hay corte de luz porque dos días seguidos hace mucho calor? Es más, ahora que lo pienso, seguro que esta crisis energética que nos imaginamos es fruto del efecto jazz.
Pero dejemos el corte de energía y aprovechemos la batería que me queda en la notebook antes de tener que buscar en el garaje de casa la vieja Lettera mecánica para seguir escribiendo. Vayamos al tema del blanqueo impositivo. Algo también inédito en Argentina. ¡Qué originales que son los Kirchner para adoptar medidas!
En nuestro país hubo infinidad de blanqueos impositivos y todos con escasos resultados positivos. ¿Por qué? Porque la gente le tiene pánico a las confiscaciones del Estado, potenciadas ahora por el matrimonio que ocupa la Quinta de Olivos, que hace tabla raza de los derechos de propiedad.
Pero hay un segundo punto que no es menor en la cuestión de los blanqueos, y en particular en éste que acaba de proponer el gobierno. La carga impositiva que soportamos los argentinos es agobiante. Mayor al calor de la semana pasada. En 2001 la carga tributaria total (impuestos nacionales más impuestos provinciales) era equivalente al 21% del PIB. En 2007 había llegado al 29,15% del PIB. ¿Qué nos ofreció el gobierno a cambio de estos 8% puntos adicionales de carga tributaria (unos $ 150.000 millones más que en 2001)? ¿Mejores hospitales, educación, seguridad o infraestructura? Si uno corrige la carga tributaria que soportamos por calidad del gasto público, la presión impositiva tiende a infinito. Con este solo dato, cabe preguntarse, ¿por qué blanquear capitales? ¿Para pagar más impuestos sin tener nada a cambio? ¿Para que, con esa velocidad que tiene este gobierno para cambiar de opinión, los confisquen una vez que fueron declarados? O tal vez los Kirchner piensen que hoy la Argentina tiene tantas oportunidades de negocios que la gente se desvive por invertir en Argentina y está dispuesta a pagar el costo del blanqueo para invertir en un país que entra en caída libre de recesión.
Para aplicar un blanqueo exitoso, más allá del debate moral del mismo, deben darse tres condiciones básicas: a) que la gente no tenga miedo a ser confiscada, b) tener un sistema tributario amigable. Con pocos impuestos, bajas tasas y una base imponible amplia. Es decir, que todos paguen, pero paguen poco, de manera de desestimular la evasión y c) que el país ofrezca negocios interesantes. Pretender blanquear capitales con este sistema impositivo es, por lo menos, un disparate. Y pretender hacerlo bajo un gobierno con fuertes inclinaciones a no respetar la propiedad privada, más ilógico aún. Finalmente, intentarlo en un momento de recesión es vivir en la luna.
Veamos solo algunos ejemplos de la voracidad fiscal. El impuesto a las ganancias se ha transformado en confiscatorio porque aplica el impuesto sobre utilidades inexistentes dado que no permite ajustar los balances por inflación. El impuesto a las ganancias ha crecido en estos últimos años, no porque haya habido tantas más ganancias, sino porque el Estado confiscó el capital y los ahorros de la gente al no ajustar los costos por inflación.
Segundo ejemplo, el impuesto al cheque. En Argentina, para pagar los impuestos, hay pagar un impuesto. Cuando mensualmente uno liquida su posición de IVA, paga un impuesto del 0,6% para pagar el impuesto al IVA. Es más, cuando deposita el pago con el IVA incluido, también paga el 0,6% sobre el IVA que luego tendrá que liquidar. Cuando se paga el impuesto a los salarios, se paga el impuesto al cheque. Cuando se paga el impuesto a las ganancias, se paga el impuesto al cheque. Este impuesto es claramente macroeconómicamente contraindicado y anticonstitucional. Pero claro, ¡¿qué idiotez la mía de hablar de respetar la Constitución en Argentina?!
Una vez más, hay que insistir en que, para que tenga sentido un blanqueo, primero hay que cambiar el sistema tributario. Hacerlo sencillo de liquidar. Con bajas alícuotas para desestimular el premio por evadir. Blanquear capitales sobre un sistema tributario confiscatorio del trabajo del contribuyente es absurdo porque nadie va a poner la cabeza en la boca del león. ¿Cómo razona el contribuyente que trabaja en el mercado informal? Si no entro en el blanqueo corro el riesgo que venga el Estado y me aplique multas y sanciones. Es decir, pierda parte de mi patrimonio. Si entro en el blanqueo el Estado, con este sistema tributario, me confisca mi trabajo y mi patrimonio por los impuestos que aplica, la forma en que los aplica y las tasas que impone. En cualquiera de los dos casos el Estado va a quitarme el fruto de mi trabajo, ahorros y capital. El hombre está en un punto de indiferencia. Si no entra al blanqueo se arriesga a ser sancionado. Si entra al blanqueo se asegura ser confiscado.
En síntesis, considerando el sistema tributario vigente y las violaciones al derecho de propiedad que ejercen los K, que alguien blanquee su situación impositiva es como confiarle a Drácula que se haga cargo de un banco de sangre.
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