Un liberal en Ecuador
Carlos Enrique Ampuero Pareja (1929-2008) fue un científico, luego un esposo y padre de tres hijos. La vida de Enrique es una lección para todos los jóvenes que confunden el contribuir a cambiar el país con ambición de poder. Esa ambición puede llevarnos a creer que solamente nosotros, si llegásemos al poder, podemos resolver los problemas de los demás. Pero Enrique nos demostró que no es necesario llegar al poder para contribuir a cambiar el país. También es un ejemplo de un funcionario público honesto –una especie muy rara en Latinoamérica–.
Enrique comenzó su vida profesional en el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias del Ecuador (Iniap) en 1955. En esa época, como un ingeniero agrónomo graduado de la Universidad de Guayaquil y luego del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas en Costa Rica, contribuyó con la investigación de métodos para combatir la sigatoka, enfermedad que amenazaba al banano y en los setenta con una investigación acerca de la roya del café.
Enrique llegó a ser director general del Iniap, puesto que tuvo que abandonar durante el gobierno de Roldós en 1979. En el Iniap los trabajadores habían estado acostumbrados a ser contratados por mérito, pero en 1979 fue invadido por personas que tenían poco o nulo conocimiento acerca de agronomía y Enrique se negó a aceptarlos. Cuando el ministro de Agricultura de ese momento, Rosado, insistió en que se acepte emplear en el Iniap a estas personas, Enrique renunció.
Luego trabajaría en Cornell University un año y en el Banco Interamericano de Desarrollo en proyectos agrícolas. Cuando se jubiló a sus 65 años, Dora y él decidieron regresar al Ecuador a promover una visión de país: una sociedad de ciudadanos libres y responsables. Dora se inspiró en sus profesores de economía de George Mason University y en varios think tanks liberales de Washington, DC. Ella convenció a Enrique de crear el Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP) y desde 1991 promueven incansablemente políticas públicas que, según su creencia e investigaciones, lograrían no solamente sacar al Ecuador de la pobreza sino permitirle a cada ecuatoriano más control sobre su vida.
Como director de programas e, informalmente, como fotógrafo de cualquier seminario del IEEP, Enrique trabajó los últimos años de su vida. Sin ninguna notoriedad pública, la cual nunca deseó. Sin ningún poder de imponerle su visión al resto de los ecuatorianos, lo cual tampoco deseó. Siempre sonreído y con la humildad que lo caracterizaba, el Dr. Ampuero influenció la vida de muchos jóvenes que hoy continuamos su trabajo y el de Dora.
Solo para mencionar a algunos: Pedro Romero es asistente de cátedra de estudios latinoamericanos en George Mason University y además candidato a un doctorado en economía de la misma universidad; Pablo Arosemena es el director ejecutivo de Ecuador Libre –otro instituto liberal de Guayaquil– y profesor de economía de la Espol; Joselo Andrade es el director del capítulo de Guayaquil del Movimiento Libertario del Ecuador; Carlos Molina es el conductor del programa Tribuna Liberal; Roberto Villacreses es investigador económico asociado del IEEP; y esta columna tiene mucho que ver con Enrique y Dora. Todos queremos cambiar el país y sabemos que no es necesario llegar al poder para hacerlo. Gracias Enrique.
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