El Congreso de EE.UU., poco receptivo ante el pedido de las automotrices
WASHINGTON—Los tres mayores fabricantes de autos de Estados Unidos redoblaron sus esfuerzos para obtener un salvavidas financiero por parte del Congreso de su país, sin desanimarse por el rechazo categórico del mes pasado, pero nuevamente se enfrentaron a una ola de escepticismo por parte de los legisladores.
A pesar de que los presidentes ejecutivos de las compañías ofrecieron el jueves una serie de mea culpas, se percibió muy poco entusiasmo detrás de un paquete de ayuda del gobierno. Esto sucedió a pesar de que hay un consenso general entre los líderes del Congreso y la Casa Blanca sobre la necesidad de otorgar algún tipo de rescate.
Los llamados a la acción han sido obstaculizados por un vacío de poder después de las elecciones. La Casa Blanca ha mantenido su distancia de la pelea legislativa y el equipo económico del presidente electo Barack Obama no se ha involucrado de forma directa. Sin un liderazgo presidencial fuerte, el debate sobre el tema de las automotrices ha quedado en un pantano legislativo.
"Nadie sabe cómo terminará esto", afirmó el senador republicano Robert Corker, de Tennessee. Su colega demócrata Jon Tester, de Montana, agregó: "No sé qué pueda ser aprobado".
Los presidentes ejecutivos de Ford Motor Co., General Motors Corp. y Chrysler LLC le dijeron al Comité Bancario del Senado que necesitan US$34.000 millones en préstamos o líneas de crédito para hacer frente a la desaceleración de la economía de EE.UU.
Hace dos semanas, cuando las empresas aparecieron ante el Congreso por primera vez, afirmaron que necesitarían US$25.000 millones. Tanto GM como Chrysler advirtieron que necesitan efectivo antes de fin de año para evitar el colapso, subrayando lo que estaba en juego.
La audiencia del jueves se realizó durante el primero de dos días de apariciones ante legisladores, los cuales podrían determinar el futuro de las empresas, junto con el destino de decenas de miles de trabajadores. "Entiendo la importancia que tiene esta reunión y la que tiene el día de mañana", dijo el presidente ejecutivo de Chrysler, Bob Nardelli.
Las audiencias del mes pasado en el Congreso fueron un desastre en materia de relaciones públicas, ya que los legisladores criticaron extensamente a los presidentes ejecutivos por sus paquetes de compensaciones y por viajar a Washington en aviones privados. Las sesiones desencantaron hasta a los amigos de la industria.
Para Chrysler, la audiencia del jueves no mejoró mucho las cosas. La empresa pide US$7.000 millones y dijo que los necesita antes del 31 de diciembre.
Durante un intercambio tenso con Nardelli, el senador Corker afirmó que lo mejor "es que todos ustedes se vayan como un entidad autosuficiente". El senador criticó a Cerberus Capital Management LP, la firma de capital privado que es dueña de Chrysler, al decir: "Cerberus tiene efectivo, mucho efectivo, que no está dispuesta a inyectar en esta compañía".
Más adelante, el senador Corker y el senador republicano Robert Bennet, de Utah, sugirieron que Chrysler y GM reconsideraran la fusión que habían discutido antes de pedir ayuda al gobierno. Wagoner y Nardelli señalaron que considerarían una fusión si se convirtiera en condición para obtener los préstamos del Gobierno.
Una encuesta de CNN divulgada esta semana mostró que seis de cada diez estadounidenses se resisten a que el gobierno rescate a las automotrices.
Las bases republicanas, especialmente en la Cámara de Representantes, tienen fuertes preocupaciones. Muchos demócratas, a pesar del apoyo de líderes del partido, aún no saben para qué lado inclinarse. Y para todos, hay profundos desacuerdos sobre si se debe utilizar el dinero de los contribuyentes para financiar cualquier rescate, cuánto se comprometería y bajo qué términos.
Al ser cuestionado sobre los pedidos de ayuda por parte de Detroit, el presidente electo Obama esquivó la pregunta, al decir que vería las audiencias antes de decidir qué asistencia se garantizará. Funcionarios de la transición hacia el próximo gobierno afirman que no ven ninguna ventaja en dar forma a legislación que los demócratas esperan completar antes de que asuma el nuevo gobierno.
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