La opaca promesa de Obama sobre empleo
Tres días después de que el presidente electo anunciara en un discurso radiofónico que había dado orden a su "equipo económico" de idear un plan "que se traduzca en 2,5 millones de puestos de trabajo hacia enero de 2011," anunciaba en conferencia de prensa que era partidario de medidas "que ayuden a salvar o que generen 2,5 millones de puestos de trabajo.” En la medida en que su ambición está clara, resulta notablemente modesta. |
Estos últimos años, en condiciones normales, la economía "ha perdido" decenas de millones de puestos de trabajo a través de "la destrucción creativa" del capitalismo (formulación de Joseph Schumpeter). También ha generado varios millones adicionales, lo cual es el motivo de que la destrucción sea creativa. El Investor's Business Daily informa:
“Desde el primer mandato de Eisenhower, la economía ha generado en promedio 1,5 millones de puestos de trabajo nuevos al año. Desde el primer mandato de Reagan, la media ha rondado los 2,5 millones anuales. Y Reagan, que heredó una economía en tan pésima forma como la actual, por no decir peor, fue testigo de 6,3 millones de puestos de trabajo nuevos creados cuatro años después de llegar a la Casa Blanca.”
Dado que la creación de puestos de trabajo en la economía no es igual de predecible ni por asomo que un eclipse solar, Obama, al prometer 2,5 millones de empleos para 2011, es algo más audaz que el yanqui de Connecticut de Mark Twain, que asombró a la corte del Rey Arturo pidiendo un eclipse que sabía estaba previsto. Aun así, puesto que bastantes millones de los puestos de trabajo de hoy existirán dentro de dos años, ¿quién va a ser capaz de cuestionar una declaración presidencial de que las políticas de la administración "salvaron" algún porcentaje de ellos?
Si usted tuviera que pronosticar el tiempo que hará mañana, sería tolerablemente preciso decir con la probabilidad en la mano que será del estilo del de hoy. Normalmente, la norma para pronosticar la economía del año próximo es parecida. El problema es que los pronósticos económicos importan sobre todo en tiempos poco corrientes, como estos que corren. La pregunta es: ¿hasta qué punto son poco corrientes los tiempos que corren?
Una fotografía de un objeto en movimiento tiene poco valor pero: las ventas del día después de Acción de Gracias fueron un 3% superiores a las del año pasado. A lo largo del fin de semana, 172 millones de personas, comprando físicamente o en la red, gastaron un promedio de 372,57 dólares, un incremento del 7,2% con respecto al año anterior, cuando 147 millones de compradores gastaron 347,55 dólares por cabeza. ¿Prueba esto que la reciente reducción de la presión financiera sobre los hogares endeudados ha insuflado nuevos bríos al consumo personal, que normalmente supone el 70% de la actividad económica? ¿Es prueba de la subestimada fortaleza de una economía en la que más del 93% de aquellos que quieren trabajar tienen trabajo, y más del 93% de las hipotecas están siendo amortizadas en su momento? ¿Es prueba de que las sobrecogedoras intervenciones por parte de Washington con cientos de miles de millones de dólares están teniendo los efectos psicoterapéuticos previstos? ¿Hasta qué punto es prueba del declive del precio del galón de gasolina normal de los 4,10 dólares de julio a los 1,81 dólares de hoy? A lo largo de un año, cada descenso de un centavo se traduce en un ahorro de 1.500.000.000 dólares para el consumidor.
Al margen de lo que digan los historiadores acerca de la respuesta de Washington a la crisis actual, no les conviene decir que el gobierno hizo muy poco. Ciertamente no ha sufrido el destino del Buridan, el animal del dilema filosófico que, situado a igual distancia de dos montones de heno, murió de hambre a consecuencia de la indecisión. Algunos habituales de Washington podrán recordar los tiempos en que el gobierno federal tuvo por primera vez un presupuesto de 100.000 millones de dólares (1962; la relativa rapidez en la toma de decisiones de este año contribuye a un déficit de un trillón de dólares.
En su inteligente libro "Capitalism, Democracy & Ralph's Pretty Good Grocery,“ John Mueller, un politólogo de la Universidad de Ohio, observa que el argumento central de John Maynard Keynes, según su biógrafo Robert Skidelsky, era que "el estado es inteligente y el mercado estúpido.” Mueller continúa: "Trabajando desde ese punto de vista, los principales economistas de la India apoyaron durante una generación políticas de regulación y control centralizado que fracasaron estrepitosamente — llevando a uno de ellos a lamentar recientemente “la desgracia de la India consistió en tener economistas brillantes.'“
Muchos de ellos se formaron en Gran Bretaña, a través de seguidores de Keynes. Todo el mundo está de acuerdo en la América de hoy en que el equipo económico del presidente electo se compone de economistas brillantes.
© 2008, The Washington Post Writers Group
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