NUEVA YORK – Para muchos norteamericanos la cosa es simple: «muerto» Bush, muerta la guerra de Irak. Una de las razones de la victoria de Barack Obama es que nunca apoyó esta guerra y que ha prometido acabarla pronto. Eso es lo que todo el mundo quiere en Estados Unidos: pasar página.
Para unos es más fácil que para otros. Hay toda una casta de políticos, periodistas e intelectuales con sentimientos más encontrados. Muchos defendieron en su día la invasión de Irak, avalada incluso por «The New York Times» y por «The Washington Post». «Había columnistas en contra, pero la cobertura era mayoritariamente a favor», recuerda George Packer, una de las plumas más distinguidas de «The New Yorker».
Packer mismo se contó entre los defensores iniciales de la guerra. Algo que no intenta ocultar -tampoco su pesadumbre por ello-, cuando salimos a su encuentro en un café de Brooklyn. Dice mucho en su favor que se haya prestado a una entrevista temiéndose lo peor. «Cuando viajo por el mundo, el antiamericanismo me duele mucho», dice. Bueno, no dice que le duela, sino que le «jode». «Sigue siendo usted un patriota», observamos. «¡Absolutamente!», afirma. Sus claros ojos se iluminan.
Normandía y Bosnia
Se iluminan otra vez al darle la gran sorpresa: «No se preocupe, no hemos venido a crucificarle… Le contaré un secreto: yo también estaba a favor de la guerra. ¿Y sabe por qué? Pues porque yo esperaba que aquello fuese otro desembarco de Normandía, o como la intervención americana en Bosnia».
Packer se relaja por primera vez. A borbotones deja salir la angustia de los que se sienten culpables de haber sido inocentes. De haber confiado en Bush por idealismo. «Bush aseguraba que Irak y Al Qaida trabajaban juntos y muy pocos nos sentimos inclinados a hacer preguntas difíciles», recuerda.
Pero a las tres semanas de la invasión ya era evidente que alguien se había equivocado mucho.
«Entonces el apoyo se evaporó muy rápido, a diferencia de Vietnam, donde llevó casi siete años que la gente empezara a protestar seriamente», afirma.
¿Se dejaron llevar los americanos a la guerra por venganza después del 11-S? «Más bien por miedo», precisa Packer. Tampoco tiene claro que todos los que abominan de la guerra ahora lo hagan por amor al prójimo. La diferencia entre el horror altruista y el horror egoísta se nota en detalles sutiles: todo el mundo quiere salir pitando de Irak, pero unos miran atrás y otros no. Packer teme por la seguridad de los que quedan allá. Se indigna al enterarse de que el Ejército norteamericano acaba de prohibir a sus traductores iraquíes cubrirse la cara. Lo cual equivale a obligarles a elegir entre el trabajo y la vida.
Le parece una decisión estúpida y siniestra. «Fingen que todo va bien, que si nos vamos no pasa nada». Packer ha escrito una obra de teatro, representada durante meses en Nueva York, que se titula «Betrayed» (Traicionados), y que cuenta las desventuras de los civiles iraquíes que creyeron en la democracia occidental y a los que ahora Estados Unidos niega hasta un visado.
«Yo creo que el presidente Obama sí tiene visión a largo plazo», opina Packer, «pero ésta no es su guerra y su prioridad va a ser la retirada». Otra cosa es que a lo mejor habrá que volver antes de dos años, advierte. «Esto no es Vietnam, una pequeña guerra civil. Si Irak definitivamente colapsa, todo el mundo va a sufrir las consecuencias».