Obama y Latinoamérica
WASHINGTON - En toda América Latina se celebra la elección de Barack Obama. Aunque el hemisferio no será una de sus mayores prioridades –por la crisis económica y los retos en Irak, Afganistán, Rusia y el Cercano Oriente–, Obama podría demostrar su compromiso con la región desde el inicio de su presidencia.
Una sugerencia: debería nombrar una selecta comisión bipartidista para recomendar cómo promover las instituciones democráticas, reformas económicas y movilidad social en América Latina, a través de alianzas bilaterales y multilaterales. Esa comisión debe ser presidida por un estadista connotado, con credibilidad bipartidista y sólido conocimiento de la región. Thomas “Mack” McLarty, demócrata que fue enviado especial para América Latina del presidente Clinton sería excelente. Y que esa comisión presente su informe en los primeros seis meses de la nueva administración.
Polarización. Esas recomendaciones orientarían la política de los Estados Unidos hacia la región en un momento crítico. El debate interno sobre América Latina se ha polarizado excesivamente, con republicanos y demócratas enfrentados en torno al libre comercio, la ayuda exterior, la guerra contra el narcotráfico, cómo afrontar Venezuela, las sanciones contra Cuba y mucho más. Esta atmósfera conflictiva reduce las posibilidades de avanzar en programas de interés para nuestros países. Cuando el presidente Reagan afrontó, a inicios de los 80, un debate muy polarizado sobre Centroamérica, estableció una comisión bipartidista presidida por el ex Secretario de Estado Henry Kissinger, cuyas recomendaciones dieron origen a políticas muy positivas, como la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y un programa de becas que permitió a miles de latinoamericanos cursar estudios en los Estados Unidos.
Hoy, las perspectivas en América Latina son mixtas y apuntan a la necesidad de una diplomacia innovadora y más constructiva. Durante el quinquenio pasado, muchos de los países más fuertes de América Latina –incluyendo Brasil, México, Chile y Colombia– han gozado un sólido crecimiento del PIB y de la clase media. Entretanto, países como Panamá y Perú han experimentado un rápido crecimiento y se han convertido en magnetos para la inversión extranjera.
Lamentablemente, dos de los mayores países suramericanos –Venezuela y Argentina– se han movido en la dirección opuesta, aprovechando los beneficios de los altos precios de sus exportaciones (al menos hasta hace poco). En Venezuela, Hugo Chávez pisotea la democracia e impone el autoritarismo, armamentismo y socialismo. En Argentina, Cristina Kirchner sigue las políticas populistas y pro-Chávez de su esposo y predecesor, Néstor.
Algunos países pobres, como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, desperdiciaron oportunidades y se integraron al bloque de Chávez. En agosto, el presidente Manuel Zelaya de Honduras se unió a la Alternativa Bolivariana para las Américas. Pero eso puede ser efímero, ya que la decisión de Zelaya ha desencadenado una fiera oposición local, en particular del sector empresarial.
Otros países causan incertidumbre acerca de la evolución de su política exterior: El Salvador, donde el FMLN podría obtener la presidencia el próximo año y Paraguay, cuyo nuevo presidente, el ex sacerdote Fernando Lugo, no define el rumbo. El futuro de Cuba bajo Raúl Castro es sumamente incierto y Estados Unidos debería estar trabajando para promover una transición democrática.
Economía y drogas. Todos los países latinoamericanos serán afectados por la crisis financiera y la menor actividad económica global, aunque en diferentes grados. Si Obama anuncia una nueva comisión para América Latina, sería un potente mensaje a los líderes políticos y empresariales de la región de que Estados Unidos no descuidará a sus 600 millones de vecinos. Escudado por la nueva comisión, podría lograr la aprobación del TLC con Colombia, mediante algunas pequeñas adiciones que calmen al Congreso. Algo parecido podría hacerse con el Plan Colombia, dotándolo de una dimensión social.
A este respecto, la comisión debería explorar mecanismos para mejorar la cooperación en la lucha contra el narcotráfico. Esta batalla se desarrolla principalmente en Colombia y México –y ambos tienen gobiernos de centro-derecha que son firmes aliados estadounidenses– pero también en países como Bolivia, donde el histrionismo antinorteamericano de Evo Morales complica los esfuerzos de los Estados Unidos. Tratar con Morales no será más fácil para la administración Obama.
Una nueva comisión bipartidista para América Latina podría marcar un gran paso adelante en la política exterior de los Estados Unidos. Obama debería anunciar su formación al asumir el cargo. Esto demostraría elocuentemente su cometido a la región y motivaría a tantos líderes latinoamericanos que se han mostrado complacidos por su victoria.
El autor es Director del Centro de Estudios para América Latina, Hudson Institute, Washington
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