La trampa no siempre se sale con la suya
Aunque la experiencia acumulada en la Argentina desde el 2001 sugiera todo lo contrario, la trampa es todo un riesgo en el complejo mundo de la política, salvo que ella sea urdida en beneficio de un grupo que procura perdurar en el poder, en cuyo caso ella se considera una herramienta indispensable que nadie, salvo la oposición, condena. Por esto el rechazo de la gente a la “moral política”. Por esto también la resistencia de tantos a transitar por el sector público.
Contra lo que cabría esperar, la trampa -como realidad- existe hasta en las teocracias musulmanas. Esto es así, por lo menos en Irán.
En efecto, el Parlamento de este país acaba de destituir formalmente al Ministro del Interior del Presidente Mahmoud Ahmadinejad, Ali Kordan, por haber fraguado un presunto título de la Universidad de Oxford, que no era tal.
De esta manera, Kordan se transformó en el décimo ministro que Ahmadinejad debe reemplazar. El gabinete iraní, de veintiún miembros, tiene ahora muy mala imagen, a punto tal que el líder del Parlamento, Ali Larijani, ha dicho que si hay un ministro más que, por cualquier causa, deba ser removido promoverá un “voto de confianza” respecto del gobierno de Ahmadinejad, lo que sería grave. Esto es así porque, de acuerdo a la inusual Constitución iraní, si más de la mitad del gabinete es reemplazado, la consecuencia es que el gobierno todo debe someterse a un “voto de confianza” parlamentario, lo que siempre es un riesgo de supervivencia.
La remoción de Kordan fue justificada en su clara “deshonestidad” personal, que es una de las cosas más graves que se pueden imputar a un funcionario en una teocracia. Kordan pretendió ostentar un “título honorario” de Oxford, que la Universidad, preguntada que fuera, sostuvo simplemente que no existía.
Según Kordan, lo “indujeron a error”. Es imposible pensar que alguien no está “seguro” acerca de si tiene, o no, un título de la Universidad de Oxford. La explicación de Kordan no convenció, simplemente porque suena demasiado a “cuento chino”. En todas partes. Hasta en Teherán.
Para Ahmadinejad (el socio estratégico de Hugo Chávez, con quien construye universidades en Venezuela), el tema supone haber sufrido una dura derrota política, particularmente después de haber sostenido, sin éxito, que las destituciones parlamentarias solamente pueden tener lugar cuando -en ellas- se cuestionan actos de los ministros que tienen que ver con sus funciones específicas y no con su vida privada, lo que es un absurdo en cualquier parte y mucho más en una teocracia, en la que las pautas morales deben ser, por definición, mucho más severas y estrictas.
Kordan -recordemos- es un viejo aliado de Ahmadinejad que lo acompaña desde sus días como director de la Radio Islámica oficial, desde donde ambos “saltaron” juntos al “escenario grande” de la política iraní.
Para los parlamentarios iraníes desde que el Ministro del Interior es nada menos que el responsable del funcionamiento de todos los mecanismos electorales, la situación de Kordan -por delicada- no tenía escapatoria alguna. Debía irse. Por esto, aseguraron, la destitución era claramente imprescindible para restaurar -frente al pueblo- la confianza en el gobierno islámico de Irán dañada por el mentiroso engaño del pretencioso Kordan.
En todas partes se cuecen habas, queda visto. También en Irán importa el “show-off”, esto es el “qué dirán”. Débil es la carne, también en Irán, más allá de las barbas y el desprecio a las corbatas.
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