Guatemala: Teléfonos 10 años después
Pocas veces la historia nos da la oportunidad de juzgar medidas de política económica desde una perspectiva de largo plazo. El proceso de desmonopolización y privatización de las telecomunicaciones es uno de esos raros momentos. Gracias a esa atinada medida, tomada hace 10 años, hemos recibido una serie de beneficios imposibles de medir para la mayoría de los guatemaltecos, pero que han contribuido decisivamente a reducir la pobreza.
El proceso guatemalteco fue completamente distinto al típico proceso latinoamericano. En Guatemala, los activos de la Empresa Guatemalteca de Telecomunicaciones —Guatel— se vendieron en un ambiente de competencia. La mayoría de los otros procesos latinoamericanos de “privatización” se hicieron con la garantía de un monopolio que generó un mejor precio de venta para el Gobierno, a costa de un peor precio y servicio para los consumidores. Nosotros lo hicimos bien. Al anteponer los intereses del consumidor, la competencia entre las diferentes empresas de servicios de telecomunicaciones nos permite un razonable nivel de precio y servicio.
Siempre ha habido y habrá detractores del proceso. Ningún servicio que proporciona ser humano alguno será perfecto. Pero, contra cualquier argumentación que se presente en contra de la privatización, están, por sobre todo, los resultados. Si antes las líneas telefónicas se contaban en miles, ahora se cuentan en millones. No más mordidas para obtener una línea telefónica. Ahora los guatemaltecos más pobres tienen acceso a comunicaciones que nunca soñaron tener. Ello les ha permitido desde vender sus productos agrícolas a mejores precios hasta saber si sus seres queridos están bien.
No ha existido otro proceso de modernización que haya rendido mejores resultados y mayores beneficios para el país que la desmonopolización de las telecomunicaciones. De ello pueden presumir los funcionarios que efectuaron dicho proceso, incluyendo al entonces presidente Arzú, al ministro García-Gallont, los funcionarios de Guatel Alfredo Guzmán y Giovanni Mussella, y a tantos otros que colaboraron para que Guatemala pudiera entrar a todo un mundo de tecnología.
Es importante recordar que lo que vivimos a diario es producto de las buenas y malas decisiones que hemos tomado en el pasado. La revolución tecnológica que nuestro país ha experimentado nunca hubiera sido posible bajo las condiciones del antiguo monopolio estatal. Los teléfonos móviles, el Internet y tantas otras innovaciones en las telecomunicaciones no fueron una casualidad ni mucho menos son un derecho. Fueron producto de ese proceso deliberado. Y si siguiéramos tomando decisiones correctas (aunque impopulares) en tantos otros campos de nuestra vida nacional, tendríamos un país con menos pobreza y más esperanza de prosperidad.
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