Argentina: Un festejo que celebra la autocracia
En los últimos días mucho se ha escrito sobre los 25 años de democracia, sistema que, por cierto, me niego a reconocer como tal en el caso argentino. En todo caso, en vez de tener una democracia, tenemos un sistema de votación trucho, basado en el clientelismo político, la corrupción, fuertes indicios de financiamiento ilícito de las campañas electorales y, lo que es peor, un profundo desprecio por el sistema republicano de gobierno. |
Ya en 1976, Friedrich Hayek, en una conferencia dictada en Australia en el Instituto de Asuntos Públicos, sostenía: “El advenimiento de la democracia en el siglo pasado [se refiere al siglo XIX] provocó cambios decisivos en el ámbito de los poderes del gobierno. Durante siglos los esfuerzos habían sido dirigidos hacia la limitación de dichos poderes, y la evolución gradual de las constituciones no había servido a otro propósito que éste”. Luego, agrega: “Súbitamente se creyó que la limitación del gobierno por los representantes electos de la mayoría tornaba innecesario el control de los poderes gubernamentales, de modo que podía hacerse caso omiso de las distintas garantías constitucionales desarrolladas en el transcurso del tiempo. Así surgió la democracia ilimitada, y es la democracia ilimitada y no solamente la democracia, lo que constituye un problema hoy en día”.
El concepto básico de Hayek no es otro que el de su preocupación por limitar el poder de los gobernantes dado que, al delegárseles el monopolio de la fuerza, un gobernante, con una circunstancial mayoría de votos, puede transformarse en un simple déspota. En vez de utilizar los tanques para tomar el poder y abusar de él, primero trata de conseguir los votos para llegar el poder y luego, una vez en él, usa el poder de policía, gendarmería y fuerza pública en general para hacer lo mismo que haría un gobierno surgido de la fuerza. Puesto en otros términos, la única diferencia que existe entre una autocracia surgida de la fuerza y otra surgida del voto es la forma en que llegan al poder. Luego, la violación de los derechos más elementales es la misma. Aplicar el terror, la extorsión, la persecución y la confiscación de bienes e ingresos a favor del autócrata de turno.
Para no remontarnos a Moreno (el prócer, no el otro, que de prócer no tiene nada) y concentrarnos en los últimos 25 años de votación ininterrumpida, podemos decir que básicamente hemos tenido sistemas populistas que hicieron tabla rasa de la limitación del poder. No es casualidad que constantemente se hable de corrupción. Cuando no hay controles a quien detenta el monopolio de la fuerza, llegar al poder se transforma en un negocio personal, negocio que, por cierto, exige mantener contentas a las masas populares otorgándoles dádivas para tenerlas contentas. También siempre es bueno disponer de algún grupo de empresarios amigos que actúen como clappers y formulen todo tipo de loas a cualquier disparate que anuncie el autócrata, total el negocio no es conseguir el favor del consumidor sino idear algún “curro” con el burócrata de turno. Y, finalmente, lograr del ferviente apoyo de los dirigentes sindicales es clave para sostenerse en el poder. Eso, claro está, exige de entregarles buenos negocios y casi impunidad para extorsionar cual bandas de mafiosos.
Cabe preguntarse, entonces, si en estos 25 años no se ha construido un sistema de chantaje y corrupción maquillado con el aspecto de democracia. Y, por favor, que no se me diga que nuestra democracia es joven porque, como lo he señalado en otro artículo reciente, las democracias chilenas, brasilera, española y de Europa Central son tan o más jóvenes que la nuestra, pero no han llegado a semejante nivel de descaro al momento de usar el monopolio de la fuerza en beneficio de los gobernantes y los amigos del poder.
No es casualidad que en estos 25 años hayamos tenido tantos descalabros económicos. Es que esta democracia ilimitada, como la denomina Hayek, centra su acción en el latrocinio y desprecia la producción. Todo se circunscribe en negociados entre funcionarios y amigos del sector privado, ahogando la capacidad de inversión y producción. El resultado es que, periódicamente, la repartija de dádivas se agota porque se agotan los recursos dado que la economía no genera riqueza, solo redistribuye compulsivamente lo poco que hay, produciéndose una crisis económica que suele llevarse puesto al gobernante de turno.
En síntesis, me parece que en estos últimos 25 años no hemos logrado establecer una verdadera democracia republicana y nos estamos conformando con tener una democracia ilimitada, la que, por su característica intrínseca, esta incapacitada de generar un circulo virtuoso de crecimiento y prosperidad. Por lo tanto, me niego a plegarme a cualquier festejo que no sea el de tener una democracia republicana con un gobierno limitado. Es decir, un gobierno que respete la división de poderes, la libertad individual, el derecho de propiedad y la iniciativa privada. Festejar lo otro, es festejar el robo legalizado.
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