Milk: Cuando el arte imita a la vida
La semana pasada se estrenó en Los Angeles y otras ciudades de Estados Unidos una película que narra un trecho en la vida del activista Harvey Milk, y su lucha por los derechos de los homosexuales en San Francisco, California, en la década de los años 70.
La película, que si bien sigue una fórmula cinematográfica convencional está impecablemente bien actuada por Sean Penn, ha generado interés y controversia. Quizá porque, como afirmara Jorge Luis Borges, «a la historia le encantan las repeticiones''.
Las similitudes entre el momento histórico que encapsula la película y la realidad política actual en California son tan reales que resucitan la vieja controversia entre Ovidio y Oscar Wilde planteándose si es que es ''la vida la que imita al arte más que el arte imita la vida'', o si es al revés.
Desafiando una resolución de la Suprema Corte de Justicia de California que legalizaba el matrimonio entre personas del mismo sexo, este noviembre los votantes aprobaron una enmienda a la Constitución estatal que restringe la definición del matrimonio a una unión entre un hombre y una mujer. La aprobación de la Proposición 8 se debió en gran parte al apoyo de una coalición de iglesias y grupos conservadores de toda la nación.
Con esta decisión, el estatus legal de los cientos de parejas homosexuales que se casaron cuando era legalmente posible queda en el limbo hasta que se resuelvan en los tribunales las demandas y contrademandas que el caso ha suscitado.
En 1978, como muestra la película, la gran batalla que Milk enfrenta es en contra de una Proposición que planteaba expulsar de las escuelas públicas a maestros homosexuales y a quienes les apoyaran. Entonces como ahora, las iglesias y los grupos ultraconservadores del país se unen en su afán por discriminar a una minoría.
El factor que galvaniza la lucha de Milk, y que a la postre le da el triunfo en las urnas, es su convicción de que la mayoría de los electores entienden que la lucha por los derechos civiles de una minoría se inscribe en la lucha por los derechos humanos de las personas.
La convincente actuación de Penn en la película, así como su incesante activismo político en la vida real, apoyando ciertas causas de la izquierda, han creado una especie de culto a su persona. Dentro de la comunidad gay, sin embargo, también ha habido reclamos que cuestionan su devoción a la causa de los derechos humanos.
En un ensayo publicado en The Advocate, una revista quincenal dirigida a la comunidad gay nacional, James Kirchick le recrimina a Penn que el mismo día del estreno de la película, Penn publicara un artículo que enaltece a dictadores como Fidel y Raúl Castro y a su prolongación mecánica Hugo Chávez, culpables todos de violaciones egregias a los derechos humanos de cubanos y venezolanos.
Algunos de los cargos que Kirchick le hace a Penn en su ensayo han sido rebatidos por activistas gay como Cleve Jones, quien luchara al lado de Milk y ahora lo hace al lado de Penn. Yo pienso que Kirchick tiene razón cuando sugiere que es hipócrita tener una visión selectiva de cómo, dónde y cuándo se respetan los derechos humanos.
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