El país de Obama
Goma, Congo - El hospital HEAL África da una impresión de novedad infrecuente por estos lares de África, principalmente porque las instalaciones previas fueron destruidas en 2002 por la lava del Monte Nyiragongo. Un edificio alberga a los heridos de bala. Otra estancia alberga a las mujeres que se recuperan de la violencia sexual extrema. En otra sala, se congregan las familias cuyos niños tienen malformaciones congénitas. Un cirujano del hospital presentó a mi grupo: “Son visitantes del país de Obama”. Todos aplaudieron.
Las esperanzas puestas en el presidente electo no son numerosas sólo en América. Y el Congo oriental va a ser una prueba de fuego anticipada para la administración —su sufrimiento no sólo sacude nuestras conciencias, es la expresión más acuciante de una pregunta difícil: ¿Qué hace EE.UU. con los estados y regiones fallidas?
Tras generaciones de desgobierno, la inmensidad del este del Congo se ha convertido en un vacío de soberanía. Y el caos ha atraído a algunos elementos muy malos —genocidas ruandeses, terroristas del Ejército de la Resistencia del Señor, milicias de cada ideología y clasificación.
El gobierno congolés —corrupto, ineficaz y radicado en la distante capital de Kinshasa— no está en condiciones de ejercer un control eficaz. Su ejército a menudo no recibe su salario, convirtiendo unidades enteras en grupos de saqueo armados. Un mando militar congolés en Goma informaba que durante los enfrentamientos recientes, sólo pudo contar con la lealtad de 50 de entre varios cientos de efectivos.
El Gobierno intenta aferrarse a la soberanía cooperando con las milicias. Sus fuerzas están destacadas a menudo a varios Km de las unidades del FDLR (grupo genocida hutu) o de las milicias Mai-Mai (fuerzas locales de defensa capaces también de atrocidades). Es como un manicomio que pidiera un refuerzo a los locos.
La estrategia del principal grupo rebelde —el CNDP— está diseñada para explotar esta debilidad. En las zonas que conquistan, establecen una administración civil, designando alcaldes y jueces y prometiendo seguridad. Pero esta es la paz del leviatán de Hobbes. El CNDP es perfectamente capaz de practicar atrocidades.
Otra tentativa por llenar el vacío de soberanía en el este del Congo ha llegado de las instituciones internacionales. La ONU supervisa el desarme de las milicias dispuestas, dirige una aerolínea y un buen número de emisoras de radio, e intenta aplicar las leyes contra los crímenes de guerra. Y los pacificadores de la ONU son el único motivo de que el CDNP no haya tomado Goma.
Toda esta actividad está justificada bajo un marco legal ambicioso —la “responsabilidad de proteger” a los civiles cuando un Gobierno desiste de esta función. Pero los instrumentos de la ONU son débiles. Sus fuerzas están organizadas para mantener una paz existente, no para imponer una que no existe.
En situaciones como esta, las opciones del presidente Obama serán limitadas. Puede intentar hacer uso de organizaciones internacionales, como la Unión Africana, pero su capacidad y voluntad serán muy limitadas. Puede intentar reforzar las respuestas internacionales, pero instituciones, como la ONU, están ingeniadas para la inercia. O puede reunir una coalición de dispuestos y capaces de intervenir directamente. Algunos despreciarán esto como Bushismo desacreditado, pero a veces no hay alternativa, excepto la contemplación de la masacre desarrollándose.
Este es el dilema del este del Congo, que también supone un desafío para el país de Obama.
(c) 2008, The Washington Post Writers Group
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