La tentación hegemónica
“El príncipe se arroga el derecho a la eternidad”. J. Attali
La historia patria registra en su haber momentos en los cuales se hizo claro y notorio el fenómeno de la adulación y la entrega incondicional al gobernante de turno. Así, a partir de 1830, los hechos demuestran cómo hombres que ocuparon la silla presidencial fueron reverenciados por cortes y cortesanos que no ahorraron palabras y expresiones de una empalagosa elogiosidad.
Basta con revisar fuentes hemerográficas y documentales de la época para encontrar textos de artículos y discursos en los cuales se manifestó una suerte de denominador común: el deseo y la necesidad de la permanencia del gobernante en el poder, por largos años, “por el bien del pueblo y la nación”, lo cual encajó en el paradigma del hombre providencial o el gendarme necesario.
Después de cuatro décadas de experiencia democrática, construida no sin enfrentar y sortear retos y dificultades, los venezolanos creímos que la república se consolidaba dentro de la base de la alternabilidad en la conducción del Estado. Nunca nos esperamos un retroceso en el tiempo a una nueva forma de caudillismo con desmedidas ansias de poder, autoritarista y con una cada vez clara y visible tentación hegemónica. Pues bien, querámoslo o no, eso es lo que tenemos sobre el tapete y es lo que se va a jugar en la nueva consulta referendaria a la cual ese ente llamado Asamblea Nacional (en minúscula) acaba de aprobar, luego de una “agotadora” sesión de cantos, loas, ditirambos y alabanzas al líder único, que, curiosamente, llamaron “debate”… en el cual escuchamos variopintas piezas discursivas, todas, salvo las de la disidencia agredida por los grupillos de incondicionales tasados, provocaron como efectos del mensaje, pena y vergüenza ajena y ¿por qué no? náusea.
Cualquier tendencia o tentación política que busque abierta o veladamente la instauración de un hombre o un partido por tiempo indefinido en el poder es simplemente una negación de la democracia. Detrás de una propuesta de esa naturaleza lo que existe es una clara voluntad para instaurar el control férreo y total de una sociedad y de un país. Que nadie se llame a engaño ni tampoco, a estas alturas, excuse su responsabilidad ciudadana justificando su voto por el absolutismo contemporáneo con el cuento de que lo obligaron, lo amenazaron, lo confundieron, eso no cabe en este momento. Votar por una “enmienda” constitucional que le abra definitivamente las puertas a un hombre y su entorno para que se anclen en el gobierno cerrando las puertas a la alternabilidad necesaria para renovar la democracia, es convertirse en cómplice y colaboracionista de un proyecto tan funesto que pone en peligro la libertad.
Ya estamos comenzando a ver como los activistas pro-enmienda reaccionan en contra de quienes sostienen una posición diferente y no precisamente con argumentos sino con insultos, agresiones físicas e intolerancia. Así, en esos términos ¿quién puede hablar de debate y menos de diálogo? ¿persuadirán esos fanáticos al ciudadano para que vote por la propuesta de la enmienda? ¿podrá más el garrote que la palabra? ¿lograrán más que convencer, aterrorizar? ¿es ése el fin, el propósito, el objetivo?
Dice Savater, muy a tono con estas “heroicas” acciones de neto corte de pandillerismo político: “Otra forma de irresponsabilidad es el fanatismo. El fanático se niega a dar ningún tipo de explicaciones: predica su verdad y no condesciende a más razonamientos. Cómo él encarna sin duda el camino recto, los que le discuten sólo pueden hacerlo movidos por bajas pasiones y por algún demonio que no les deja ver la luz. Tampoco el fanático se tiene por responsable ante sus conciudadanos sino ante una instancia superior y desde luego inverificable: los miramientos y las leyes habituales no se han hecho para gente como él, una misión trascendental que cumplir…” Basta escucharlos, vociferando consignas, lemas y amenazas, para darnos cuenta cuánta razón tiene el filósofo si desarrollamos la sumatoria de hegemonía y fanatismo… Por ello, no ahorra advertencias: “Vamos a ser claros: los irresponsables son los enemigos viscerales de la libertad, lo sepan o no. Todo el que no admite responsabilidades en el fondo lo que rechaza son las libertades públicas porque todos los irresponsables, en lugar de creer en la libertad, creen en el mito de la tentación irresistible”. En nuestro caso, sin duda, la ya cuestionada enmienda.
Bien, amigos, nos despedimos de ustedes hasta el próximo mes de enero, por encima y a pesar de todo, desde este espacio les deseamos una muy Feliz Navidad y un año nuevo cargado de fe, esperanza, amor, justicia, equidad, concordia y paz verdadera. Que Dios Todopoderoso nos bendiga y proteja y le proporcione a nuestra Patria un futuro promisorio, en democracia y libertad… Aquí nadie se rinde.
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