Crisis argentina: ¿igual, peor o menor que la del 2001?
Que la crisis que ya tenemos encima es cada vez peor quedó confirmado con el último show televiso de Cristina Fernández de Kirchern. Movilizar a ministros, empresarios y móviles de televisión para anunciar un plan canje de heladeras ya luce a película de Woody Allen. Hacer semejante despliegue para anunciar una medida de esa naturaleza equivale a reconocer que ya no saben qué decir para intentar cambiar las expectativas de recesión y crisis que todo el mundo tiene ante sus ojos.
Claro que, como es costumbre en el matrimonio presidencial, la culpa siempre es de los otros. Sin ir más lejos, la presidente acaba de decir en Brasil que la culpa de la recesión local es del mundo desarrollado. También ha dicho, en otra oportunidad, que los argentinos estábamos concentrados en crecer a tasas chinas hasta que vino el mundo a complicarnos. Por carácter transitivo, esto quiere decir que ni ella ni su marido hicieron algo útil en los últimos 5 años y medio, sino que, gracias a que el mundo empujaba los precios de los commodities para arriba, ellos disfrutaban de un ingreso fiscal del que hoy no disponen. En otras palabras, así como hoy critica al mundo por la crisis, también podría darle las gracias por los 5 años de viento de cola que les otorgó. Si no hubiese sido así, y sin ánimo destituyente, Néstor no hubiese aguantado ni medio año como presidente con las aberraciones económicas e institucionales que cometió.
Lo cierto es que la gente, que no vive en el mundo de ficción de los Kirchner ni es tan ingenua como para pensar que el plan canje heladeras la va a salvar de la crisis, se pregunta si esta crisis (la cual ya dan por descontada) va a ser igual, peor o menor a la del 2001.
Desde el punto de vista del sistema financiero, la crisis puede tener menor intensidad que en el 2001 porque hay muchos menos depósitos y la mayoría están en pesos. Es decir, no habría pesificación asimétrica de los depósitos ni de las deudas. Una de las ventajas de este gobierno es que ha despreciado tanto la propiedad privada que, comparativamente, es poco el ahorro que hoy hay en los bancos. Digamos que, por ser ineficientes para atraer ahorros al país durante estos 5 años, el impacto puede ser más reducido.
El problema está que en el 2001 no había una distorsión de precios relativos como la que tenemos ahora. El ajuste de las tarifas de electricidad –que ya traté en otra nota muestra el inicio del problema que tenemos por delante. Y ojo que el aumento de 4 veces en el costo de la energía se da con un precio del petróleo sustancialmente menor al de 6 meses atrás. Si con el barril de petróleo por debajo de los 40 dólares tienen que ajustar tarifas de energía por 4, es de imaginar qué hubiese ocurrido sin la crisis internacional bajando el precio de los commodities.
En términos de actividad económica, la soja, para el productor local, está hoy a sólo 50 dólares por encima del que regía en la época de Fernando de la Rúa. Hoy el productor, luego del pago de las retenciones, recibe aproximadamente 200 dólares por tonelada mientas que en el 2001 estaba en torno a los 150 dólares. El resto de la actividad agropecuaria está tan paralizada como en el 2001, con la ventaja de que el sector no está endeudado y tiene algunas reservas para aguantar. Hoy, al igual que en el 2001, el campo ya no los puede salvar. Y tampoco el resto de los sectores.
La actividad industrial viene en caída libre, la construcción está haciendo un aterrizaje de emergencia y las ventas de los comercios son tan bajas que quedan reflejadas en la cantidad de locales vacíos con el cartel de “se alquila”. Podríamos seguir con los ejemplos. El plan, si así puede llamarse, para comprar autos muestra que el sector está colapsado. Si así no fuera, no hubiese sido necesario que saliera Cristina a anunciar un simulacro de salvataje para la industria. En definitiva, rápidamente entramos en recesión. Esto implica, a su vez, un incremento en la desocupación.
Frente a la recesión puede haber dos maneras de ajustar el mercado laboral: a) por caída del ingreso real o b) por tasa de desocupación. Para que baje el salario real el gobierno debería reducir los salarios nominales o ajustar por debajo de la inflación los sueldos. Es decir, hacer artificialmente más baratos los salarios para reducir el costo laboral de las empresas. Claro que ello implicaría acentuar la caída del consumo y la recesión. Mi impresión es que lo que tenemos por delante es un aumento en la tasa de desocupación con el salarios estancados frente a precios que igual van a seguir aumentando.
En materia de deuda pública, el default tiene altas probabilidades de ocurrir. En rigor ya está ocurriendo por el dibujo del CER para no ajustar todo el capital de los bonos correspondientes.
Por el lado fiscal, los problemas de recaudación deberían ir agudizándose por tres razones. Primero, por menores ingresos fiscales por el lado de las importaciones y exportaciones. La recesión hará bajar las importaciones y, por lo tanto, se reducirán los ingresos por derechos de importación. En lo que hace a las exportaciones, los menores precios internacionales (por ejemplo petróleo) y la caída en las cantidades (caso trigo) disminuirán los ingresos por derechos de exportación. En segundo lugar, tendremols una menor tasa de inflación dado que ahora el BCRA disminuyó la emisión monetaria ante la fuga de capitales. Hasta ahora la recaudación crecía a tasas anuales del 35% porque estaba montada sobre precios que subían en torno al 25 o 30% anual. Ahora, la fuga de capitales hizo bajar la emisión monetaria y, por lo tanto, la inflación. En otros términos, cobrarán menos impuestos sobre el impuesto inflacionario. Tercero, la menor cantidad de unidades vendidas en el mercado interno terminará haciendo el resto del trabajo en la menor recaudación.
Frente a los menores ingresos fiscales, el gobierno tendrá que bajar el gasto público o bien entrar en déficit fiscal o, directamente, declarar el default, que es lo mismo que tener déficit fiscal porque el Estado debe disponer de los recursos necesarios para hacer frente a todos sus pagos, incluidos el principal y los intereses de la deuda pública.
Si el nivel de actividad será recesivo. Si los números fiscales agonizan. Si tenemos problemas de precios relativos fenomenales. Si tenemos un tipo de cambio real que ha dejado de ser “competitivo” y si no tenemos acceso al mercado voluntario de crédito, el escenario es bastante similar al 2001. Pero hay un agravante. En el 2001 y 2002 el mundo no estaba en crisis como lo está ahora. Esto quiere decir que ni aun con una feroz devaluación van a poder resolver el problema de actividad. Con este tipo de cambio real los números del sector agropecuario no cierran, salvo para la soja, y dependiendo de la zona. Si bajan las retenciones, tendrán problemas de caja adicionales. Por otro lado, para devaluar el peso tienen dos alternativas: a) dejar que se fuguen más capitales, con lo cual Néstor se merecería el Premio Nobel de Economía al descubrir que los países crecen cuando se le fugan los capitales o b) que el BCRA emita como antes para elevar el tipo de cambio. En este segundo escenario estaríamos en un contexto de recesión, con inflación y crisis social. En materia cambiaria, entonces, están atrapados y sin salida.
La realidad es que el invento de la teoría del desacople de los precios internacionales no le funcionó al matrimonio. No sólo destruyeron amplios sectores de la actividad agropecuaria con este invento del desacople, sino que, encima, ni siquiera consiguieron desacoplar la economía Argentina de la internacional. Un delirio económico que fue puro costo, porque destruyeron actividades internas y se comieron la crisis internacional.
Mi impresión es que, al juntarse el colapso del disparatado modelo kirchnerista con la crisis internacional, vamos a una crisis con costos sociales y de actividad al menos igual que la del 2001/2002.
Tal vez por eso Néstor estaba tan irritado, aunque intentaba disimularlo con ironías, el día que habló en La Plata. Día en que convocaba a una concertación y diálogo usando el curioso mecanismo de atacar al vicepresidente Julio Cobos, a Elisa Carrió, a Patricia Bullrich, a José Luis Machinea, a Carñps Menem, a los E
E.UU., al diario La Nación, a Domingo Cavallo y al periodismo en general. En fin, a Dios y María Santísima. Evidentemente, todo parece indicar que como no miden muy bien en las encuestas y los pone muy nerviosos que Cobos tenga el triple, o más, de imagen positiva que el matrimonio, comienzan a perder la estabilidad emocional, cosa que es complicada en momentos de crisis. ¿Qué haría usted si estuviera en un avión en emergencia y el piloto entrara en pánico?
En síntesis, sabemos que tenemos por delante una crisis que, por lo menos, será tan intensa como la del 2001, aunque con algunos matices diferentes. Solo me queda un interrogante: ¿estará el matrimonio dispuesto a hacerse cargo y a enfrentar el destrozo que hicieron en el país? ©
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