El Che y los tupamaros
El País, Montevideo
El libro del Dr. Julio María Sanguinetti "La Agonía de una Democracia", aunque no es el primero en poner las cosas en su lugar respecto a ese período de la historia del país, tiene un valor especialísimo. Y, a nuestro juicio, debiera ser de lectura obligatoria para cuantos compatriotas no llegan a la edad de 45 años.
Dicho valor proviene de que el autor fue protagonista, cada vez de mayor nivel a pesar de su juventud, en aquellos años convulsionados. Ello, se dirá, puede quitarle objetividad a su relato de los hechos y a los juicios que por cierto emite. No obstante, como basó su obra en una documentada investigación, de la que su memoria fue sólo una apoyatura, mérito al que agrega el de su cultura y el de la calidad de su pluma, afianzada desde joven en el oficio periodístico, el libro es sin duda muy recomendable.
Dice la verdad, a través de una ordenada, y detallada exposición cronológica. Evidencia, así, que los tupamaros fueron los principales desestabilizadores de nuestra democracia, contra la que se alzaron sin una sola razón válida. Ellos desencadenaron un proceso de violencia que culminó en una dictadura -censurable, por supuesto- a la que jamás combatieron, pues siempre presos estuvieron durante todo su transcurso, contra lo que le han hecho creer a los jóvenes, incluso en la enseñanza pública.
Cuando el Che Guevara habló, en agosto de 1961, en el Paraninfo de la Universidad, desaconsejó la vía violenta a sus correligionarios, en estos claros términos: "Tengo la pretensión personal de decir que conozco a América Latina, y que a cada uno de sus países, en alguna forma, los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas. Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico: y yo sé que los miembros del gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí, en la Universidad y en el territorio del país que está bajo el Gobierno uruguayo. De tal forma que eso es algo que no se logra, ni mucho menos, en los países de América.
"Ustedes -prosiguió Guevara- tienen algo que hay que cuidar, que es, precisamente, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos se logren algún día en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre, lo que no en todos los casos sucederá lo mismo, sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último". ("La Agonía de una Democracia", p. 23).
Más claro no pudo ser el Che: no intenten otra revolución cubana, porque el Uruguay es un país en el que se puede (podía) "avanzar por cauces democráticos" y "sin derramar sangre". Pero sus sensatos consejos fueron desoídos por los tupamaros y otros jóvenes de creencias marxistas. Se lanzaron, entonces, a partir de 1963, a tomar el poder mediante la vía violenta y delictiva.
No alcanzaron su insano objetivo, como se sabe. Pero socavaron las bases de nuestra democracia y dieron pie a un puñado de militares, confundidos y sedientos de poder, para otorgarle 11 años de penosas vacaciones. Mucho hubo que luchar luego, para restablecerla. En lo que no tuvieron arte ni parte los tupamaros. Tal, la verdad histórica que se narra en el libro del Dr. Sanguinetti.
- 23 de julio, 2015
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