Lula olvidó a Cuba
El presidente Lula olvidó recientemente a Cuba en la Cumbre brasileña, de la cual él fue el anfitrión, porque las dictaduras siempre duelen a los pueblos, y en esa isla maravillosa rodeada de palmeras y playas hermosas, que es Cuba, una dictadura comunista cumple cincuenta años maltratando al pueblo…
El mundo contemporáneo y el que suscribe, y debemos decirlo sin guiños ni dobleces, profesa un merecido respeto por el presidente brasileño, Luiz Ignacio Lula da Silva, entre otras consideraciones, por su origen sindicalista, su vocación democrática y su interés por superar la pobreza existente en el planeta tierra.
Acaba de concluir en Costa do Sauípe, Brasil, la Cumbre de América Latina y el Caribe, que concluyó con llamados oportunos a la integración socio-política de la región.
Definitivamente nos parece oportuno, que exista un cónclave regional, al margen de Estados Unidos y Canadá, que integre a los países del Río Bravo hasta la Patagonia. Inclusive hasta la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, se pronunció a favor del esfuerzo integrador.
En esa integración “indo-americana”, para usar el término preferido del amigo-escritor colombiano y maestro de periodismo, Otto Morales Benítez, se materializa un viejo sueño de libertad y de respeto por el ser humano, que profesaron desde el Libertador Simón Bolívar hasta el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí.
Pero llamó la atención en el encuentro integrador en Costa de Sauípe, que el presidente brasileiro, Lula da Silva, sin lugar a dudas, uno de los dirigentes más respetados del cónclave, no hiciera una sola mención de las violaciones de los derechos humanos del gobierno cubano:
Cuba es el país que más periodistas tiene encarcelados en el mundo, después de China, y el único país del continente, donde se persigue con saña y crueldad la libertad de prensa y opinión de sus ciudadanos.
El gobierno cubano maltrata a las mujeres presas políticas, no importa que sean invidentes.
El gobierno cubano tortura a los presos políticos en las “gavetas”, en las zanjas de excrementos, en la piscina de Villa Marista, en los simulacros de fusilamiento, en el Plan de Trabajo Forzado, en los cuartos fríos y en las prisiones.
Y el crimen del Remolcador 13 de Marzo, donde murieron niños inocentes, por mencionar sólo algunos crímenes, pues la lista completa de los cincuenta años, sería enciclopédica.
Y todo esto lo debería saber Luiz Ignacio Lula da Silva, el presidente de Brasil, pues callar ante este historial degradante, podría ser interpretado de complicidad.
Tal vez sería oportuno recomendar a los organismos de Derechos Humanos más prestigiosos de Cuba y el mundo, que envíen al presidente Lula, un “dossier” de las principales violaciones de los derechos humanos en Cuba, durante estos 50 años de dictadura comunista en la isla.
Y que este informe lo avalen personalidades, como Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz 1983; Vaclal Havel, Premio Olof Palme 1990 y co-autor de la famosa Carta de los 77; el Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz 1989; y Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz 1987.
Supongo que con estos avales sea suficiente para el presidente Lula, pues hay méritos sindicalistas, intelectuales, religiosos y políticos, para que no quede duda del contenido veraz del informe.
Pero no dejemos afuera el tema del embargo a Cuba, que ocupó la atención del presidente Lula durante el cónclave en Costa de Sauípe.
Habría que comentarle al presidente brasileño, que posiblemente la mayoría del pueblo cubano de intramuros y del exilio juntos, consideran que el embargo a Cuba ha sido, no sólo un error histórico prolongado de Estados Unidos, sino el gran pretexto que ha usado el régimen castrista, para justificar los desastres de un estatismo económico anacrónico y abusivo, que ha hundido al país en una generalizada miseria.
El embargo a Cuba fue una simple decisión estadounidense ante el desagrado del gobierno de Washington por la compensación con bonos a las expropiaciones dictada por la Ley de Reforma Agraria del gobierno revolucionario cubano de 1959, cuando todavía ese gobierno revolucionario no había ejecutado la traición de Fidel Castro a los principios democráticos que sustentaron la revolución que derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista, aunque la traición ya estaba en camino.
Me parece lógico que el presidente Lula saque el tema del embargo, pues el mundo entero en Naciones Unidas, con la inclusión de la Iglesia Católica y la mayoría de las Iglesias Cristianas de otras denominaciones, han abogado repetidamente por el cese de esa medida inoportuna, que a todas luces ha resultado contraproducente, porque ha sacrificado al pueblo cubano y ha ofrecido el gran pretexto a la dictadura comunista cubana para justificar sus desaciertos en el campo del desarrollo económico.
Pero lo que es imperdonable, que un dirigente de la talla humana del presidente Luiz Ignacio Lula da Silva, denuncie el embargo de Estados Unidos a Cuba y muestra un silencio estremecedor ante los abusos y crímenes autoritarios que el gobierno de Fidel y Raúl Castro cometen y han cometido con el noble pueblo cubano.
No tengo dudas, y con esto termino este coloquio respetuoso con el presidente Lula, que si cualquiera de los dignos oposicionistas, cubanos, laureados con el Premio Sajarov otorgado por las Naciones Unidas en los años 2002, 2006 y 2007, como Oswaldo Payá Sardiñas, Oscar Elías Biscet o alguna de las dignas mujeres, dirigentes de las Damas de Blanco, se pudieran postular en Cuba en unas elecciones democráticas, con absoluta libertad de prensa y de reunión en el país, como las elecciones que eligieron al actual presidente de Brasil, la oposición cubana ganaría con un margen de un 80 por ciento a favor de la libertad y la democracia y un escaso 20 por ciento para el candidato oficialista de la dictadura.
Por suerte al presidente Lula le queda tiempo para rectificar su olvido de ocasión con el pueblo cubano, que merece un mejor destino en la libertad, en la participación democrática y en el respeto a sus derechos humanos.
- 28 de marzo, 2016
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