¡Qué odiosas son las comparaciones!
SALAMANCA. Dicen que “toda comparación es odiosa”, pero no todas en el mismo grado, ya que hay algunas que son mucho más odiosas que otras. No es por esta razón que de pronto nos sentimos tentados a hacerlas, sino porque hay historias que parecen estar ofreciéndonos una oportunidad de recurrir a ellas, no por el mero hecho de ser antipáticos, sino porque hay situaciones que no solo iluminan (o ensombrecen) otras, sino porque además podemos verlas con mayor claridad.
En menos de un mes, el próximo martes 24 de enero, Barack Obama jurará como el presidente número cuarenta y cuatro de los Estados Unidos de América. No será una ceremonia que se ciña a lo acostumbrado y en la que se repitan, casi maquinalmente, los pasos que se deben seguir en estos casos. Obama, al igual que John F. Kennedy y mucho más tarde Bill Clinton, ha invitado a una poetisa afroamericana, Elizabeth Alexander, profesora de la Universidad de Yale, para que lea uno de sus poemas. Pienso que, teniendo en cuenta la importancia de la ocasión, escribirá algo especial con tal motivo.
Kennedy eligió nada más y nada menos que a Robert Frost (1874-1963), uno de los más grandes poetas que ha dado los Estados Unidos de América. Y, cosa curiosa, murió nada más que poco tiempo antes que su amigo fuera asesinado mientras la multitud lo vitoreaba a su llegada a Dallas. Bill Clinton invitó a Maya Angelou y a Miller Williams. Ahora, la tercera vez que se repite este gesto a lo largo de más de dos siglos de vida independiente, Obama invitó a Elizabeth Alexander, con quien compartió cátedra en los años noventa en la Universidad de Chicago.
¿Cuál será el poema que leerá? En este momento comparto con Robert Frost aquellos primeros versos con que inició su poema, de pie, al lado de Kennedy: “Convocar a artistas para participar / En las ocasiones augustas del Estado / Parece algo que los artistas deben celebrar. / Hoy es, por mi causa, el día de los días. / Y la poesía debe ser una antigua alabanza / Para quien fue el primero en pensar tal cosa. / Este poema que en reconocimiento traigo / Regresa desde el comienzo hasta el final / De lo que ha sido el trascurrir de los siglos; / Un punto de inflexión en la historia moderna”.
Después de tan larga introducción, viene el momento de hacer las comparaciones. Quien da inicio a su gobierno reclamando el valor de la poesía y, por lo tanto, de la palabra, no hay lugar a dudas que se diferencia de los demás, porque es en la palabra donde descansa la razón y el molde donde se funde el pensamiento. Si miramos atrás en nuestra historia, o como diría Frost, “regresar desde el comienzo hasta el final”, ¿será que podremos encontrar a algún presidente que haya asumido en medio de la glorificación de la palabra a través de la poesía que para muchos pensadores no es parte de la literatura, sino de la filosofía, porque a través de ella alguien discurre, piensa, razona, indaga? Los gestos son significativos y en los grandes momentos dejan de ser signos para convertirse en símbolos. Poseen un espesor que puede darnos la idea de cuál es el espesor del pensamiento de la persona que los utiliza. Por ejemplo, ¿habrá alguien que recuerde por lo menos una frase, una sola frase del discurso que pronunció Lugo cuando asumió el poder hace nada más que cuatro meses? Si bien por el rumbo que están tomando los acontecimientos, quizá sea mejor que nadie recuerde el discurso, que nadie haya dicho ningún poema porque de seguro pronto se los enseñarían en las escuelas y los alumnos tendrían que aprendérselos de memoria como en Argentina en la época de Perón y como está a punto de suceder en otros países de nuestro continente, de los cuales prefiero no acordarme porque me resultan más dolorosos que aquel lugar de La Mancha del que Alonso Quijano, convertido en Don Quijote, no quería acordarse.
Como dije al comienzo, ¡qué odiosas son las comparaciones! y, al mismo tiempo, ¡cuán grande es la frustración que uno siente al ver los talentos que surgen en otros puntos de la Tierra mientras en nuestro país campea la mediocridad. Y, lo que es peor, se muestran orgullosos de ella.
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