El peor de la historia: 2008 ha sido un año que recordaremos toda la vida
El Economista, Madrid
Muerte súbita. De España a Estados Unidos, de París a Tokio… los números rojos se han extendido por los parqués de los cinco continentes, en la que ha sido la vuelta más dura después de un ciclo alcista que se ha visto en la renta variable moderna. Para el índice más importante de la bolsa española, el Ibex 35, es su primer ejercicio de pérdidas en cinco años. En Estados Unidos también el Dow Jones y el S&P 500 estrenan marcador con pérdidas y lo hacen a lo grande: todos los sectores que componen el segundo han acumulado descensos de doble dígito por primera vez en su historia.
Para España, donde sólo faltan dos sesiones para que se clausure el año, todo indica que el Ibex 35 (IBEX.MC
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) está a punto de rubricar el peor ejercicio de su historia.
Los valores cotizados españoles se han dejado por el camino más de 350.000 millones de euros de valor bursátil (un 35% del producto interior bruto español), lo que equivale a un descenso superior al 40%. Las pérdidas, sin embargo, no son el único cadáver que deja la crisis financiera, que ha puesto punto y final a la historia, de casi medio siglo, de la gran banca de inversión independiente.
De Bear Stearns a Lehman Brothers
"La crisis de crédito terminó cuando JP Morgan (JPM.NY
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) rescató a Bear Stearns". Estas palabras, que tantos meses después parecen un chiste de mal gusto, provienen de Bill Miller, uno de los gurús de Wall Street, que, igual que casi todos, no podía ni imaginarse qué era lo que iba a suceder pocos meses después. Entonces era primavera de 2008 y nadie dudaba de la solvencia de la banca.
De hecho, la posibilidad de la quiebra de un banco parecía tan circunstancial, que la Reserva Federal ayudó a JP Morgan a adquirir al banco de inversión, en una maniobra que para algunos dejó claro que ni el organismo que preside Ben Bernanke se imaginaba lo que venía porque echó mano de su artillería demasiado pronto. Si no, ¿hubiera permitido que cayera el primer emisor de bonos del mundo?
No obstante, hasta entonces -Lehman Brothers se declaró en bancarrota el 15 de septiembre-, quedaba un largo camino por recorrer. El único verdadero susto antes del desplome de Bear Stearns (que produjo movimientos más anómalos de lo habitual en bolsa) los había generado, presuntamente, un broker ¿loco? y los primeros golpes de efectos de las agencias de rating. En enero, Fitch rebajó la nota de deuda a Ambac, una de las aseguradoras de bonos estadounidenses, poniendo otro granito de arena a lo que luego se transformó en una falta de credibilidad absoluta sobre las calificaciones crediticias (Lehman Brothers quebró con una calificación de alta calidad) y añadiendo un nuevo elemento del que preocuparse: el riesgo de muerte de las monoline.
Pero, quizás porque aportó un toque de morbo, quien se hizo más famoso en el arranque de 2008 fue Jerome Kerviel y su agujero a Société Générale (GLE.PA
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). No sólo costó una de la peores jornadas de la historia (el mes de enero fue el peor estreno anual de la historia ) y 4.900 millones de euros a la entidad gala, sino que provocó que la Reserva Federal, de emergencia, rebajara el precio del dinero.
Entonces lo colocó en el 3,5%; en tanto que el BCE continuaba con su lucha inflacionista, que le llevaría (a pesar de las críticas de todos) a elevar el precio del dinero en junio? pero para esto aún quedan unos cuantos párrafos.
Así, el 21 de enero, el Ibex registró su "primera peor jornada de la historia " en 2008, concretamente, se dejó un 7,5% en un día y no se relajó hasta que el organismo presidido por Ben Bernanke rebajó los tipos de urgencia. Una medida que se interpretó como un recurso para tranquilizar a los mercados, pero que no funcionó.
A pesar de que los intentos de los bancos centrales por reinstaurar la tranquilidad han sido históricos, la bolsa continuó dando muchos sustos a lo largo del año. El propio Antonio Zoido, presidente de Bolsas y Mercados Españoles (BME), explicó que 2008 pasará a la historia por ser uno de los más intranquilos. "Nueve sesiones de las correspondientes a este año figuran entre las veinte de mayor variación diaria de las cotizaciones", explicó en su tradicional discurso de Navidad. Lo malo es que esa intranquilidad trajo sesiones bajistas.
El termómetro de la desconfianza
Aunque la crisis no se había declarado oficialmente en la primera parte del año (en España se negó hasta que pasaron las elecciones de marzo), la semilla del pánico estaba bien plantada: el euribor, intereses a los que los bancos se prestan dinero entre sí, comenzaba a dar signos inequívocos de mala salud y esto anticipaba un ejercicio negativo para las economías familiares que soportaban una hipoteca.
Los mercados de crédito se habían quedado secos, algo que iba a provocar que las entidades, amedrentadas por la falta de visibilidad sobre quién iba a ser el siguiente nombre propio en caer, dejaran de prestarse dinero entre sí y cerraran el grifo a las empresas (una situación que aún no se ha arreglado). El euribor, que había comenzado el año en el 4,7%, en junio había saltado hasta el 5,418%. Y ahí se quedó estanco todo el verano, a la espera de lo que pudiera suceder. Muchos expertos afirmaban entonces que ya daban el mercado de financiación por cerrado hasta después del verano… pero lo que no se imaginaban fue lo que les esperaba al regreso de las vacaciones: que aún se cerró más.
Inflación, recesión, ¿deflación?…
Con la venda aún echada sobre lo que se avecinaba, el Banco Central Europeo (BCE) no parecía mostrar tan buena voluntad como la Fed en lo de poner la política monetaria al servicio de la lucha contra la crisis. Si el organismo capitaneado por Ben Bernanke ya había reducido el precio del dinero en 225 puntos básicos desde que comenzó el año, su homólogo europeo miraba casi sólo hacia el petróleo. Y éste, cotizando muy cerca de máximos históricos, le indicaba que debía centrarse en controlar la inflación.
Tanto lo hizo que, ante los atónitos ojos de muchos inversores, colocó el precio del dinero en el 4,25%, su tasa más elevada desde el septiembre de 2001. A su favor se puede decir que el objetivo en política monetaria del BCE sólo es que no se desmanden los precios y que entonces (el 3 de julio) el petróleo de referencia en Europa coqueteaba con máximos. El Brent los marcó justo en julio a 147,5 dólares, cuando aún se pensaba que, si bien la crisis iba a tener un impacto en los países desarrollados, las economías emergentes continuarían tirando.
Pero fue tocata y fuga. El oro negro comenzó a caer, en una trayectoria bajista que, en principio, parecía justificarse en que los inversores institucionales estaban recogiendo beneficios en unos mercados donde arañar rentabilidades positivas era prácticamente imposible y, en paralelo, a que el euro (que hasta el momento se había considerado una divisa refugio) se desinflaba frente al dólar.
El mercado interpretaba en verano que la actitud más flexible de la Fed en materia de tipos de interés animaría la economía norteamericana antes que la europea. Y el dólar, que había marcado mínimos históricos de cierre en su tipo de cambio frente al euro el 22 de abril (esa jornada, por cada divisa europea, se compraban 1,5991 billetes verdes), estaba minusvalorado.
Una situación que se mantuvo hasta que, después de unos meses en los que nunca se había puesto tan a prueba el sistema capitalista, la Reserva Federal (Fed) tomó la decisión histórica de rebajar el precio del dinero hasta la banda comprendida entre el 0 y el 0,25%. Lo acaba de hacer, después de varios descensos fortísimos, revestidos de decisión de urgencia, el 16 de diciembre.
Algo que ha provocado otro hito para la historia, reforzado por el miedo a la deflación (caída de los precios): que la rentabilidad de la deuda pública a largo plazo se haya ido tan abajo como no se había visto nunca. La estadounidense renta un 2% y la alemana también ha marcado mínimos, por debajo del 2,93%.
La iniciativa privada intervenida
Este proceso bajista en los tipos de interés probablemente no habría sucedido si el mes de septiembre y de octubre se hubieran borrado del calendario, porque ésa ha sido la respuesta de las autoridades monetarias ante la posibilidad de que cayera el sistema financiero internacional, además de dedicarse a inyectar liquidez a corto plazo a todos los bancos.
El Día D de estos dos meses de infarto fue el 6/7 de septiembre, cuando Estados Unidos tuvo que rescatar a las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, las mayores emisioras de deuda respaldada por créditos para adquisición de vivienda norteamericanas, y, una semana después dejó morir a Lehman Brothers para que Merrill Lynch fuera comprado por Bank of America (BAC.NY
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) y se pudiera rescatar a AIG.
De ahí la hecatombe saltó a Europa y, con ella, llegaron las intervenciones de los estados, que hoy por hoy son accionistas de Fortis (FORA.AM
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), de ING (INGA.AM
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), de HypoRealEstate, de Lloyds (LLOY.LO
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), que se va a fusionar con HBOS… dentro de los multimillonarios planes de rescate que se han aprobado a lo largo de todo el mundo. Solamente en la zona euro, teniendo en cuenta todas las iniciativas que se han tomado para salvaguardar al sector financiero, se han presupuestado más de 2 billones de euros para sostener a la banca, que equivalen a más de un 20% del producto interior bruto de la eurozona.
Una cifra que casi iguala Estados Unidos, que está dispuesto a gastarse 1,6 billones de euros para sanear al sector, que equivale a más de un 15% de su economía. 2009 despejará si no hay que gastar más.
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