El legado de Álvaro Uribe: ¿héroe modernizador o caudillo autoritario?
Bogotá – Álvaro Uribe tenía siete años cuando le anunció a su familia que quería ser presidente de Colombia. Cincuenta años más tarde, a los ojos de muchos, Uribe es el hombre que rescató a su país del colapso.
Cuando asumió el cargo en 2002, la insurgencia comunista mayor y más antigua de América Latina, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, era lo suficientemente fuerte como para lanzar disparos de mortero al palacio presidencial durante la ceremonia. Grupos paramilitares de derecha azotaban el campo asesinando a los sospechosos de apoyar a los rebeldes. En poco tiempo, Uribe hizo que las FARC emprendieran la retirada y persuadió a los paramilitares para que se desarmaran. El dividendo fue un auge económico.
Últimamente, sin embargo, la historia de Uribe ha dado algunos giros complejos. El mandatario se ha negado a descartar postularse a un tercer mandato, algo que la ley colombiana prohibe. Junto a sus partidarios, trabaja para cambiar la ley. Sus detractores lo acusan de estar transformándose en una figura familiar en América Latina: el caudillo.
A mediados de su segundo término, los escándalos se están acumulando. Casi una quinta parte del Congreso—casi todos seguidores del presidente e incluido su primo— son investigados o están en la cárcel acusados de haber recibido dinero para la campaña y otros apoyos de grupos paramilitares ilegales. En el último mes, una decena de militares de alto rango fueron implicados en un plan para asesinar civiles y vestirlos como combatientes rebeldes para inflar los conteos de muertos, presumiblemente para complacer a su exigente comandante en jefe.
Muchos en Bogotá y Washington señalan que un tercer período en el poder pondría en riesgo el legado de Uribe. "Si se hubiera alejado a fines de su primer mandato, hubiera sido un héroe nacional, sin lugar a dudas", afirma Guillermo Perry, un colombiano que se desempeñó como economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. "Si se retira al concluir su segundo período, aún será un héroe nacional, pero con algunas dudas. Si sigue en la presidencia, se arriesga a no ser considerado un héroe nacional".
El presidente venezolano Hugo Chávez, un ferviente crítico de Estados Unidos, ya comunicó su deseo de mantenerse en el poder de forma indefinida. La posibilidad de que Uribe se mueva en una dirección similar podría convertirse en un dolor de cabeza para el presidente electo Barack Obama. Uribe ha sido el aliado más firme de EE.UU. en América Latina.
Uribe no ha debilitado a las instituciones democráticas como Chávez, pero no ha preparado un sucesor y su gobierno es muy personalista. Se involucra en las decisiones del país a tal extremo que revisa los baños de los aeropuertos provinciales cuando viaja por actividades oficiales. Sus críticos lo acusan de no tolerar la discrepancia. "Representa un rasgo bien conocido en América Latina, pero algo nuevo para Colombia: un autoritario, un caudillo", afirma el ex presidente César Gaviria.
"Un tercer mandato no sienta un buen precedente, en particular cuando se tienen vecinos como Chávez, que intenta hacer lo mismo", afirma un funcionario del gobierno estadounidense.
Los asesores de Uribe comparan la situación de Colombia a la de Estados Unidos durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, cuando Franklin D. Roosevelt fue elegido cuatro veces. Las FARC aún cuentan con 9.000 hombres armados. "Nuestro país aún se encuentra en guerra y necesitamos terminar la tarea", afirma el vicepresidente Francisco Santos.
Uribe se levanta antes de las cinco de la mañana y no se acuesta hasta pasada la medianoche. Para mantener su energía, hace ejercicio de manera regular, practica qigong, un ejercicio chino de respiración, yoga y medicina homeopática.
En cierto sentido, tiene dos caras. Es un tecnócrata que estudió en Harvard y Oxford y practica su inglés mirando la BBC todas las mañanas mientras usa su bicicleta fija. Jeffrey Immelt, el presidente ejecutivo de General Electric Co. visitó Colombia en 2005 tras conocer los cambios que había experimentado el país con Uribe. Después de un encuentro de dos horas con el mandatario, Immelt le confió a sus cercanos: "Ése es un presidente ejecutivo".
Su otra cara viene de haber sido criado en una cultura rural de poderosos terratenientes, caballos y armas. A veces Uribe ve el mundo en blanco y negro.
El mayor de cinco hijos de un adinerado ganadero, Uribe creció en un rancho de la familia en el departamento de Antioquia. Su padre era un hombre vivaz que trabajaba arduamente y era de carácter fuerte. Uribe, más taciturno, salió a su madre, una pionera en el movimiento por el sufragio femenino en Colombia y adicta a la política.
En la Universidad de Antioquia, a fines de los 70, se diferenciaba del resto, en una atmósfera muy politizada dominada por los comunistas.
Después de titularse, el joven abogado trepó en las filas del Partido Liberal, uno de los dos partidos tradicionales del país, y se convirtió en senador a los 32 años y gobernador de Antioquia en 1995. Como gobernador, se ganó la reputación de ser un administrador capaz. De forma más controvertida, apoyó a grupos de vigilancia armados en los barrios que luego fueron acusados de masacrar a sospechosos de ser guerrilleros. Uribe ha dicho que los grupos fueron desmantelados tan pronto se descubrieron sus acciones ilegales.
Uribe conoció en carme propia el sufrimiento causado por la violencia de las guerrillas. En 1983 las FARC asesinaron a su padre en un intento de secuestro en el rancho familiar. Uribe encontró el cuerpo. Funcionarios colombianos afirman que durante su carrera política Uribe ha sobrevivido a por lo menos 19 intentos de asesinato.
En 1997, el conservador Andrés Pastrana ganó la presidencia con una plataforma que abogaba por lograr la paz con las FARC, a quienes entregó un área del tamaño de Suiza para usar como base para las conversaciones de paz. Los rebeldes, en cambio, la usaron para realizar secuestros y ataques. Uribe, convencido de que ninguno de los dos partidos tradicionales terminaría con el conflicto, anunció su candidatura con un tercer partido, basada en librar una guerra contra los rebeldes. Tras una serie de ataques de la guerrilla que le resto apoyo entre la población a las FARC, Uribe ganó las elecciones en 2002 con el 53% de los votos entre varios candidatos.
El nuevo presidente no perdió el tiempo. Consiguió la aprobación de un aumento de impuestos de emergencia para impulsar el gasto militar. Andrés Peñate, quien entonces se desempeñaba como viceministro de defensa, recuerda cuando Uribe lo llamó y le preguntó cuántas personas habían sido secuestradas en Colombia la semana anterior. Peñate no sabía. "Siete", le dijo Uribe. "¿Quiere saber los nombres?" Peñate dijo que a partir de ahí se preocupó de conocer la respuesta todas las semanas.
Los críticos señalan que la fijación de Uribe por eliminar a las FARC le hizo descuidar problemas de larga data como la desigualdad, la distribución de la tierra y una infraestructura pobre.
Su intervención en la economía también ha generado críticas. Ha concedido incentivos tributarios para impulsar ciertas industrias y subido algunos aranceles. Cuando el banco central elevó las tasas de interés para controlar la inflación, Uribe dijo que la medida era innecesaria. Muchos burócratas de carrera en áreas como el Ministerio de Hacienda se han alejado porque sienten que no tienen voz, según ex funcionarios ministeriales.
Este año, el mayor enfrentamiento de Uribe ha sido con la Corte Suprema, que ha estado investigando el llamado escándalo de la parapolítica. En 2002, bandas paramilitares financiaron las campañas de muchos de los seguidores de Uribe y utilizaron la violencia para eliminar rivales e intimidar a los votantes, según documentos y testimonios. A principios de ese mes el grupo de defensor de los derechos humanos Human Rights Watch emitió un informe en el que criticaba al gobierno de Uribe por obstaculizar la investigación de la Corte Suprema sobre la parapolítica. Uribe respondió llamando a José Miguel Vivanco, el director del grupo para el continente americano, un "cómplice" y "defensor" de las FARC.
Tras un exabrupto similar el año pasado, Uribe recibió una carta firmada por 11 senadores estadounidenses regañándolo por su historial de "declaraciones inapropiadas" contra defensores de los derechos humanos, periodistas, jueces y otros. Entre los firmantes estaba Barack Obama.
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