Donde nacen los futuros formuladores de política

The Wall Street Journal

En septiembre pasado, unos 20 académicos se reunieron en un club privado cerca a la Universidad de Yale, cuya dirección no fue divulgada para evitar la intromisión de personas que no habían sido invitadas.

No era una conferencia académica típica. Los participantes eran en su mayoría historiadores y científicos políticos jóvenes, con el potencial de ser personas influyentes en las próximas décadas. Habían sido convocados para que se reunieran con un invitado inusual: Roger Hertog, vicepresidente emérito de la firma de inversión de Nueva York AllianceBernstein, presidente de la Fundación Hertog y un reconocido filántropo conservador.

Hertog estaba presente como un admirador del Programa en Gran Estrategia Brady-Johnson de la Universidad de Yale, el anfitrión del encuentro. El curso de un año, que tiene un límite de 24 estudiantes, combina el estudio riguroso de textos clásicos de Tucídides, Sun Tzu, Maquiavelo y otros con pasantías de alto nivel, clases de inmersión en el arte de formulación de políticas y un ejercicio de simulación de crisis que trata de darle la sensación de tomar decisiones políticas en tiempo real.

En la conferencia, Hertog anunció que estaba dispuesto a financiar a académicos interesados en desarrollar programas similares en sus propias universidades.

Fue un momento significativo para un programa que empezó en 2000 con donaciones de fundaciones conservadoras. El curso en Gran Estrategia se ha convertido en un semillero de formuladores de políticas que a menudo terminan trabajando en el Departamento de Estado de Estados Unidos, la CIA y el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense.

El curso fue concebido y dictado por tres reconocidos profesores, los historiadores John Lewis Gaddis y Paul Kennedy, junto con el diplomático Charles Hill, quien trabajó con George P. Shultz en el Departamento de Estado y Boutros Boutros-Ghali en las Naciones Unidas. Los tres argumentaron que las universidades estadounidenses se habían vuelto demasiado especializadas, concentrándose en temas cada vez más estrechos sin ofrecer a los estudiantes una visión general del mundo dentro de un marco intelectual.

Los tres profesores representan una variedad de puntos de vista políticos (centro, derecha e izquierda) y los académicos dicen que les piden a los estudiantes tratar de evaluar las ideas sin rotular a las personas. Aún así, la clase atrae a estudiantes con inclinaciones conservadoras.

Al programa se ingresa después de escribir un ensayo y pasar una entrevista. Los estudiantes tienen cenas privadas con funcionarios prominentes como el Subsecretario de Estado John D. Negroponte.

El precoz foco del programa en el poder político, junto con las conexiones exclusivas en Washington, ha causado envidia y provocado debates incluso dentro de los círculos que lo apoyan. "El teatro que lo rodea, los lazos secretos, pueden desviarlo del objetivo general. No quiero que se convierta en otra sociedad secreta para los estrategas políticos", dice Scott‐ Kleeb, quien tomó el curso el primer año y luego se lanzó sin éxito al Senado por el estado de Nebraska.

Otros ex alumnos han tenido más éxito, como Thomas Lehrman‐, quien hace parte de la comisión que creó el presidente George W. Bush para examinar fallas en la inteligencia sobre Irak y otros temas. "Gran Estrategia ayudó a lanzar mi carrera en la arena pública", dice.

Williamson Murray, del Instituto de Análisis de Defensa, que presta servicios al gobierno, dice que ha trabajado con varios estudiantes del programa durante pasantías y dice que le impresiona el rigor y el modo de ver las cosas de los alumnos. El programa ha sido tan exitoso que otras universidades, incluyendo West Point y la Universidad de Duke, lo han replicado en los últimos años, aunque en versiones más pequeñas.