Estímulos fiscales: ¿Vitaminas o drogas?
La falta de vitalidad es quizás la característica que mejor describe la realidad que actualmente afrontan todas las economías del planeta, cualquiera sea su grado de desarrollo. Claro que la mayor o menor tolerancia a ciertas "medicinas" depende justamente de tal desarrollo. Como ya veremos.
Y tal como ocurre con todo gasto público, los estímulos fiscales sólo pueden financiarse a través de alguna de las siguientes formas: 1) emisión monetaria, 3) endeudamiento público, 3) incremento de impuestos, y 4) venta de activos del Estado. No hay más.
De hecho, en la práctica realmente suelen existir menos alternativas de financiamiento para los estímulos: un país dolarizado no puede hacer emisión monetaria. Y no todos los países disponen de activos estatales para vender.
La emisión monetaria, si bien como fue dicho no sería posible en El Salvador, no es otra cosa que un impuesto inflacionario local, que se suma al internacional, y que afecta particularmente a los asalariados y a quienes por falta de alternativas se ven obligados a mantener un elevado porcentaje de sus activos en moneda local. Es decir, estamos hablando de los más pobres.
Más regresivo no podría ser, porque además suele beneficiar a las personas de mayores recursos económicos, quienes disponen de buenas y variadas alternativas para proteger su riqueza huyendo de la moneda local.
Por ejemplo, lo hacen cuando compran bienes raíces, cuando se pasan a monedas extranjeras, o cuando directamente invierten en otros países, dado que pueden mantener en la bastardeada moneda local un ínfimo porcentaje de sus activos. Proporcionalmente mucho menor del que mantienen los pobres.
El endeudamiento público, por su parte, sea local o internacional, le permite al Estado eludir la necesidad de cobrar mayores impuestos en el presente, aunque aumentando evidentemente su necesidad futura de recaudación. Le dije que a los estimulantes hay que pagarlos. Al crédito o al contado.
De hecho, si el endeudamiento público es local tiene un inconveniente adicional: desplaza del mercado de crédito a los privados, sean empresas o particulares, dado que la presencia del Estado en dicho mercado impulsa muy fuertemente la demanda. Se llama "efecto expulsión", o "crowding out". Su resultado son tasas más altas: un freno al consumo y a la inversión privados.
El incremento de impuestos, por su parte, reduce inexorablemente el poder de compra de los privados, quienes como consecuencia de las alícuotas incrementadas ya no podrán comprar la misma cantidad de bienes y servicios que adquirían antes del aumento impositivo.
Quienes ven estas acciones como la ingestión de vitaminas dicen que los fondos adicionales recaudados serían indefectiblemente absorbidos por la economía real, pues el Estado los destinaría al consumo o a la inversión pública, cosa que no estaría asegurada si los privados decidieran mantener atesorado ese dinero.
Es cierto que en el corto plazo, y bajo determinadas condiciones particulares tales como una alta capacidad ociosa, la economía de un país puede experimentar un circunstancial incremento neto de su demanda agregada, originado por los estímulos fiscales. Al fin de cuentas, las drogas tienen su etapa inicial de euforia.
Pero no es menos cierto que dicho esquema no es sostenible dado que desalienta las inversiones, sea por causa de las tasas de interés más altas ("efecto expulsión" del endeudamiento público), o por el evidente impacto negativo que tiene un incremento de impuestos (le quita factibilidad a proyectos que con alícuotas menores la hubieran tenido).
En lo que respecta a la importancia del grado de desarrollo de un país determinado para evaluar la receta de vitaminizar (o drogar…) su economía, no deben olvidarse las diferencias en PIB per cápita. Hay vicios en los cuales sólo los países ricos pueden darse el lujo de caer.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero. Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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