La reforma inmigratoria, otra deuda a la que deberá hacer frente Obama
WASHINGTON.- ¿Guerras? Dos en las que está enfrascado su país, más otra que lo tiene como actor secundario, casi principal. ¿Recesión? También, con el riesgo de que desemboque en una depresión. ¿Riesgos hipotecarios, previsionales, médicos, educacionales? Por supuesto. Pero si todo eso resultara poco, Barack Obama le sumará otro desafío a su cargada agenda: la complejísima reforma inmigratoria.
Solapada, pero aún presente, la controversia sobre qué hacer con los cerca de 12 millones de inmigrantes que viven y trabajan en Estados Unidos sin sus documentos en regla figura en todas las encuestas que indagan cuáles son los problemas más urticantes para los propios norteamericanos. La incógnita que deberá resolver Obama es cómo avanzar sin dilapidar su capital político en cuestión de meses.
Lo notable es que, a pesar de todos los asuntos más urgentes, la inmigración podría aportarle un logro, difícil, pero factible, durante el primer año de su mandato. ¿Por qué? Muy simple: porque los norteamericanos parecen inclinarse por alguna solución intermedia. De hecho, algo más de la mitad (52%) se opone a una vía que desemboque en la ciudadanía para los ilegales, frente al 39% que lo apoya, según un reporte de la encuestadora Zogby para el centro Interamerican Dialogue. Pero la negativa de la mayor parte de los encuestados se suavizó cuando se los puso ante opciones concretas. Si los inmigrantes pagan sus impuestos y una multa, y aprenden inglés, el apoyo trepa al 67%. Y si se trata de jóvenes traídos por sus padres antes de los 16 años, el respaldo ronda el 54%, sin importar qué otros requisitos se les exija.
Sin embargo, Obama deberá moverse con cautela si quiere salir airoso en el Congreso, donde los últimos dos proyectos que apoyaron el presidente George W. Bush y un bloque de demócratas y republicanos fueron derrotados por una mayoría bipartidaria de legisladores con reclamos muy diversos según sus estados de origen pero con un denominador común: como se planteaba, la reforma era inaceptable.
Así, el muro que separa a Estados Unidos de México a lo largo de 800 kilómetros de la frontera es una opción bienvenida por los norteamericanos, aún si América latina lo detesta. La encuesta de Zogby evidencia que ese potencial terreno fértil para los inmigrantes sólo será posible si una vía inclusiva para ellos se combina con controles más férreos. El 58% de los norteamericanos lo apoya. Y también celebra que la Patrulla Fronteriza haya pasado de 9500 agentes en la zona en 2004 a 15.000 en 2008.
Ese será un campo en el que Obama deberá extremar sus esfuerzos si no quiere aparecer ante la población como demasiado permisivo, al punto que el 62% de los consultados por Gallup sostiene que el futuro mandatario demócrata "no podrá controlar la inmigración".
Optimismo
Pero quienes abogan por una reforma confían en que Obama logrará aquello que Bush no pudo en 2006 y 2007. "Somos muy optimistas de que probablemente haya una gran ventana de oportunidad entre septiembre [de este año] y marzo de 2010", aventuró el director del grupo La voz de Estados Unidos, Frank Sharry.
Obama cuenta con una pequeña ventaja con respecto a Bush. Con su triunfo electoral también llegaron más demócratas al Capitolio, lo que reduce el margen de los detractores para trabar la reforma con chicanas. El senador de la mayoría en el Senado, Harry Reid, lo sabe y por eso incluyó la inmigración dentro de su lista de diez prioridades legislativas de este año.
Pero no resultará sencillo, mucho menos cuando la recesión reduce la torta a repartir, como se lo recordó el grupo Números de Estados Unidos a todos los legisladores en una carta que distribuyó a principios de año. "Con el gobierno federal reportando la gigante pérdida constante de empleos, es tiempo de reducir la masiva importación de trabajadores", expuso con la firma de su director ejecutivo, Roy Beck. "¿Cómo puede tener sentido para el pueblo estadounidense que su propio gobierno apruebe más competidores para un número decreciente de trabajos?"
Sharry cree que el efecto de la legalización de trabajadores, en lugar de sacar fuentes de trabajo, "aumentará los salarios, el pago de impuestos de esos trabajadores y de sus empleadores y restablecerá el cumplimiento de la ley".
Más allá de los argumentos cruzados, la incógnita es si el mandatario de padre keniata, niñez en Indonesia y adolescencia en Hawaii honrará el comentario que le hizo al mandatario mexicano, Felipe Calderón, y priorizará la búsqueda de una solución a un entuerto que lleva décadas. "La reforma inmigratoria -dice Sharry-, sólo puede comenzar con el liderazgo del presidente Obama."
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