Creo que hay una diferencia esencial entre quienes defendemos el derecho de Israel a la legítima defensa y quienes se manifestaron contra Israel el domingo en Madrid. La mayoría de los primeros no odiamos a los palestinos y creemos firmemente en su derecho a un Estado viable. Entre bastantes de los segundos, hay odio a Israel. Odio más que antisemitismo.
El antisemitismo explica parte de las manifestaciones antiisraelíes, el hecho de que en París la izquierda coincidiera en la calle con la extrema derecha de Le Pen, por ejemplo. Pero la sustancia del odio es ideológica. Y consiste en la identificación de Israel con el imperio americano y con la derecha mundial.
Aludo a un sentimiento tan brutal porque no hay otra manera de explicar que los manifestantes antiisraelíes de Madrid se hayan negado completamente a reconocer los ataques previos de Hamás contra Israel. O a enterarse de la reiterada negativa de Hamás a reconocer el derecho a la existencia de Israel. O a admitir su estrategia de atentados suicidas o uso de escudos humanos, que es lo mismo. O a identificar su ideología fundamentalista.
Si el rechazo extremista y sectario hacia Israel impide reconocer datos como los anteriores, disponibles en todos los medios de comunicación del mundo, es completamente ilusorio que el movimiento antiisraelí español pueda entender otras claves internacionales de este conflicto. Sobre todo, la esencial, la que apunta al interés conjunto de Hamás, Hezbolá e Irán en la destrucción de Israel y una segunda no menos importante, la que sitúa a Israel, junto a Estados Unidos, como objetivo preferente de la yihad global.
Moshe Halbertal, un catedrático israelí de Filosofía, de izquierdas, por más señas, planteaba a los manifestantes europeos la siguiente pregunta en las páginas del The New York Times: ¿Pero quién es David y quién es Goliat aquí? Reflexionen, por favor, pedía. Los cohetes de Hamás podrán alcanzar todo Israel. No es una fantasía, es una realidad. Hamás y Hezbolá son la punta de lanza de una amenaza mucho mayor. Y los israelíes se sienten como un minúsculo David enfrentado al inmenso Goliat musulmán.