Obama rescata el legado de Bush
A excepción de Richard Nixon, ningún presidente desde Harry Truman ha dejado la administración siendo más impopular que George W. Bush. La rehabilitación de Truman llevó décadas. La de Bush llegará antes. En realidad ha empezado ya. ¿El principal revisionista? Barack Obama. |
La exoneración no se expresa de palabra sino de obra — la aprobación tácita dada por la transición Obama «continuidad de la que nos podemos fiar”. No es sólo la conservación de importantes figuras tales como el Secretario de Defensa Robert Gates o el aspirante a Secretario del Tesoro Timothy Geithner quien, siendo Presidente del Banco de la Reserva de Nueva York, ha sido accesorio a la hora de dirigir el rescate financiero Bush durante el año pasado. Es la continuidad de la política.
Es la promesa repetida de llevar a cabo una retirada de Irak que no desestabilice su nueva democracia y que, justo como decía el Vicepresidente electo Joe Biden esta semana en Bagdad, cumpla el acuerdo de destacamento de fuerzas negociado por Bush que proyecta una retirada norteamericana a lo largo de tres años, no el calendario de 16 meses a cuenta del cual hizo campaña Obama.
Es el enorme cuidado que Obama está poniendo en no abandonar preventivamente la infraestructura antiterrorista que la administración Bush deja atrás. Siendo aún candidato, Obama votó a favor de las competencias presidenciales ampliadas para autorizar escuchas telefónicas (FISA) que Bush venía solicitando fervientemente. Y mientras que Obama se opone a las técnicas de interrogatorio por ahogamiento (ya prohibidas, a propósito, por la CIA de Bush en 2006), rechazaba la invitación de George Stephanopoulos (en “This Week,» de ABC) encaminada a ilegalizar todos los interrogatorios no autorizados por el Manual de Campo del Ejército. Obama explicaba: «El consejo de Dick Cheney es bueno, que es asegurarnos de que sabemos todo lo que se está gestando,» léase antes de descartar métodos simplemente porque Obama hizo campaña en su contra.
Obama todavía discrepa de la opinión de Cheney de aceptabilidad de algunas de estas técnicas. Pero citar como sabio el consejo ofrecido por «el vicepresidente más peligroso que probablemente hayamos tenido en la historia estadounidense» (según Joe Biden) — consejo parafraseado por Obama como «No deberíamos hacer juicios basándonos en informaciones incompletas o retórica de campaña» — es una muestra alarmantemente temprana de la consideración novedosamente respetuosa con la herencia Bush-Cheney.
No sale de ningún cambio radical de opinión. Sino de la simple realidad. La belleza de las rotaciones democráticas en el poder reside en que cuando la oposición ocupa la administración, la crítica barata y la calumnia dejan de servir. Los Demócratas son ahora titulares de Irak. Son titulares de la guerra contra al-Qaeda. Y son titulares del abanico de medidas antiterroristas con los que la administración Bush nos protegió éstos últimos siete años.
Lo cual es el motivo de que Obama esté constantemente abriendo un vacío entre lo que ahora llama despreciativamente «retórica electoral» y las elecciones políticas que en calidad de presidente tiene que tomar ya. En consecuencia, Newsweek — acólito de Obama y azote de todo lo Bush/Cheney — ha descubierto milagrosamente en vísperas de la restauración Demócrata los argumentos en defensa de las escuchas telefónicas sin autorización judicial, los métodos de interrogatorio ampliados y la detención sin juicio. De hecho, la alucinante portada de Newsweek afirma «Por qué Obama podría descubrir pronto virtudes en la forma de ejercer de Cheney”.
Obama será reacio a prescindir de las herramientas que han protegido con éxito al país. Igual que será reticente a comprometer el notable cambio en la suerte estadounidense en Irak.
Obama se opuso a la guerra. Pero la guerra está acabada casi por completo. Lo que queda es un Irak transformado de potencia hostil y agresiva en el corazón de Oriente Medio en una democracia emergente abiertamente aliada de Estados Unidos. Ningún presidente querría ser responsable de destruir ese éxito.
En Irak, Bush asumió acertadamente las críticas a cuenta de todo lo que salió mal — el fiasco de las armas de destrucción masiva, Abú Ghraib, la degeneración en el sangriento caos de 2005-2006. Entonces Bush va a Bagdad a ratificar el éxito definitivo post-incremento de esa problemática campaña — la firma de una sociedad estratégica entre Irak y Estados Unidos — y acaba esquivando un par de zapatos del 44 por los problemas causados.
Absorber ese insulto fue el servicio final de Bush en Irak. Cualquier veneno que la guerra generase se concentra en el propio Bush. Al haber encarnado la responsabilidad de lo espantoso de la guerra, Bush ha hecho un favor a su sucesor. Obama accede a la administración con un éxito estratégico entre manos — mientras que Bush abandona la actualidad llevándose un zapatazo por su país.
Lo que es la razón a mi entender de que Bush mostrara tanta ecuanimidad durante la entrevista privada de despedida en la Casa Blanca hace unas cuantas semanas. Deja atrás los mecanismos de la guerra, por la creación de los cuales ha sido tan satanizado pero que servirán a su sucesor — y a su país — durante gran parte de los próximos años . La prolongación misma de las políticas de Bush por parte de los Demócratas será el reconocimiento a regañadientes, por no decir con el silencio, de lo mucho en lo que acertó.
© 2009, Washington Post Writers Group
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