Un país llamado Real Madrid
17 de enero, 2009
17 de enero, 2009
Un país llamado Real Madrid
SI el Barcelona es algo más que un club, el Madrid es algo menos que un país. No mucho menos, e incluso más que alguno de los países que viven malamente. Allá por los años sesenta del pasado siglo, el Madrid era de lo único que podíamos presumir los españoles en Europa, tras las seis o siete copas ganadas. Luego, en mis andanzas por el mundo, he escuchado su nombre con admiración y reverencia en las más distintas latitudes. Estamos, por tanto, ante un fenómeno extradeportivo, que alcanza lo cultural, lo económico, lo político, y marca tendencias en todos esos campos.
Tiene el Madrid fama de gubernamental, no sé si por adaptarse a la línea del gobierno de turno o porque el gobierno de turno se adapta a la suya. En cualquier caso, la sintonía es evidente y los periodos álgidos del equipo suelen coincidir con los gubernamentales, y a la inversa. ¿Mimetismo, casualidad, sinergia de poderes? Vaya usted a saber. El caso es que ese paralelismo se da, con las excepciones de rigor, y de ahí que haya prosperado también su fama, o mala fama, de que los árbitros le favorecen. Como no soy experto en la materia y sólo veo el fútbol cuando me aburre la política -lo que significa que últimamente lo veo bastante- no me atrevo a aventurar una opinión definitiva, pero sospecho que si hay algo al respecto, se debe más que nada al aura que rodea a los grandes, que impide medirles con el mismo rasero que a los pequeños. ¿Quién se atreve a pitar un penalti hoy al Barça?
En cualquier caso, el club blanco entra en una etapa negra. Ganó de milagro las dos últimas ligas y el comienzo de ésta no pudo ser peor. Su «holandalización» no produjo el efecto deseado, pese a la calidad de los jugadores, y los intentos de fichaje de Ronaldo y Kaka fracasaron. El escándalo de la última asamblea, con la aparición de individuos que ni siquiera eran socios, fue un baldón para un club de su abolengo. Calderón ha hecho bien en dimitir, aparte de que si no dimite, le echan. Ahora, sólo cabe desear que el Madrid recupere cuanto antes su categoría. El fútbol es también algo más que un deporte. Ningún otro le alcanza en popularidad internacional, arrastre de multitudes y emociones que despierta. En África y buena parte del mundo en desarrollo es incluso más que eso: es la vía de escape de la miseria, de la barbarie, de la angustia diaria. Los niños negros que corren tras un balón, puede que ni siquiera de cuero, en el desierto o en la jungla, sueñan con jugar un día en uno de los grandes equipos mundiales, mientras los equipos europeos se llenan cada vez más de jugadores llegados de allí. Echen una ojeada, si no la han echado, a la liga francesa, inglesa, alemana. El Madrid no puede faltar a esa cita, más importante que la de cualquier competición. Su historia y su prestigio se lo exige.
Me queda sólo una última pregunta: ¿significa esta caída en picado del Madrid que la estrella del Gobierno empieza a palidecer?
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