¿Habrá otra manera?
La pregunta subsiste: ¿hay otra manera de subir salarios distinta a la de aumentar las inversiones de capital que demandan mano de obra?
Se dirá: que el Gobierno haga “algo”, respuesta cajonera para todo. Si ese “algo” es subir salarios mínimos (SM), afectará a tres grupos de distinta manera. Aumenta los salarios de un reducido grupo, pero baja los de otros dos grupos. Beneficia solo al pequeño grupo que gana ligeramente menos del SM y que incide poco en la planilla total.
En el segundo grupo están todos los que ganan más del SM, y por eso aparentemente no les afecta, pero también los afecta, como explico más adelante.
Y los más afectados, el tercer grupo, quienes trabajan en empresas que no pueden aumentar precios, ya sea porque el mercado de sus productos no permite pasar el costo adicional a clientes, o porque reduce el rendimiento del capital a un nivel que ya no compite y la actividad deja de merecer reinversión.
En las discusiones se tiene en mente al primero y segundo grupos, en quienes un pequeño aumento no tiene mayor incidencia, por tratarse de actividades “capital intensivo”. El presidente exceptuó a la maquila del aumento del SM, aduciendo que produciría desempleo, porque fue maquilador y conoce esa industria. Pero la mayoría de productores del país son marginales, y tampoco lo pueden pagar. Es evidente que los que pierden el empleo, en aras de conseguir empleo, salen a presionar para abajo los salarios del segundo grupo, por el solo hecho de aumentar la oferta de mano de obra.
Se sugiere al Gobierno crear empleo, pero un gobierno no tienen más dinero de lo que quita en impuestos, y no agregan plazas, sino sustituyen las que hubiesen creado los contribuyentes. Sin embargo, podría eliminar las rigideces de la legislación laboral que inhiben la movilidad del trabajador y que se traducen en menores salarios.
En 1980, el salario mínimo era equivalente a Q13.50 (Q de hoy), pero en fincas se pagaba Q19.50. El presidente Lucas desató la crisis de la década de los años 1980: causó gran desempleo cuando subió el SM a Q24, y no disminuyó hasta que el quetzal se fue devaluando. (Ver detalles en La década perdida. Sofos).
La paradójica realidad es que los salarios pueden subir solo a medida que baja el costo de mano de obra por unidad, y eso lo logra la inversión de capital que aumenta la productividad del trabajo. (Ej.: Puede pagarse más a quien cultiva con tractor en vez de azadón, y el costo por unidad disminuye.)
Aumentar la relación capital/mano de obra permite, pero no causa, los aumentos de salarios reales. Lo único que obliga a subir salarios es el aumento de demanda de trabajadores, pues cada inversión requiere atraerlos de donde estén, ofreciendo mejor retribución. De lo contrario, se quedan donde están. La suma de estas inversiones que demandan trabajadores y aumentan la productividad es lo único que aumenta todos los salarios del país. (Ver detalles: Cómo mejorar el nivel de vida. Sofos). Lo que ha impedido la capitalización de los países pobres es el prejuicio contra las diferencias de riqueza, en la idea equivocada de que la riqueza de unos es la causa de la pobreza de otros. Pero si por redistribuir riqueza disminuye el rendimiento al capital, habrá menos inversiones de aquellas que agrandan el pastel y permiten ganar más al trabajador, al inversionista, y también al Gobierno, cuyos ingresos son una tajada del mismo pastel.
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