Obama, ese desconocido
19 de enero, 2009
19 de enero, 2009
Obama, ese desconocido
Pese a la miríada de libros, artículos y comentarios sobre él, Barack Obama sigue siendo una incógnita para el mundo y para sus propios compatriotas. En vísperas de que ocupe la Casa Blanca, nadie sabe por dónde va a salirnos ni quién es realmente. Se le define como el primer presidente negro norteamericano, pero es sólo un 50 por ciento negro; el otro 50 es blanco. Sus antepasados no fueron esclavos, ni pasó su niñez en un gueto, o sea, que sus vivencias son distintas de las del resto de sus compatriotas de color. Ni siquiera es un norteamericano típico. Nació en Hawai, vivió en Indonesia, estudió en Harvard y recaló en Chicago, donde hizo su carrera política. Igualmente inútil es colgarle una etiqueta ideológica. Sus valores -familia, trabajo, patriotismo- son claramente conservadores. Sus tendencias -hablar con todos, no asustarse ante nada, buscar lo que nos une-, a todas luces, liberales.
Que se haya rodeado de un equipo de pesos pesados de anteriores administraciones, incluida la de Bush, indica una gran confianza en sí mismo, enorme frialdad en sus decisiones y que se da cuenta de los problemas que tiene ante sí. Deuda y déficit norteamericanos alcanzan cifras astronómicas. Las dos guerras en que está metido su país no tienen aspecto de poder ganarse, pero no pueden perderse. Su prestigio en el mundo cae, mientras sus enemigos se multiplican. Parece demasiado para alguien como él, aún joven, que hasta el momento no ha desempeñado ningún cargo ejecutivo. Paradójicamente, lo desesperado de la situación viene en su ayuda. Su pueblo es consciente de que tiene que hacer enormes sacrificios para salir adelante y Bush lo ha hecho tan mal que va a ser fácil hacerlo algo mejor.
Aunque no basta «algo», tendrá que hacerlo muchísimo mejor para salir del bache en que se encuentran. Y aún así, no está garantizado que lo consiga, ya que necesita ayuda de los demás, en el mundo mestizo y globalizado de nuestros días.
Mestizo. Ya tenemos la palabra para definir a Barack Obama. El mundo camina hacia el mestizaje y él es un mestizo, no sólo racial, sino también ideológica, cultural e incluso religiosamente. De ahí la imposibilidad de encasillarle en los viejos parámetros, como a los problemas con que nos enfrentamos. Su plan para afrontarlos es simple, riguroso, antidogmático, como todo en él. Inyecciones de dinero a la banca y a las empresas, junto a rebajas de impuestos para reflotar la economía. En la escena exterior, mano tendida a cuantos deseen estrecharla. ¿Y a los que no lo desean? A esos, ni agua. Amigo de los amigos y enemigo de los enemigos. En la interior, Estado, el preciso; iniciativa privada, la conveniente. Nada de revolución, palabra que nunca ha pronunciado y hacia la que parece sentir alergia, mientras «unidad» no se le cae de los labios. ¿Es esta una política liberal o conservadora? Ni una cosa ni la otra: es la política del primer presidente postracial y postideológico de los Estados Unidos. Y, puede, de la historia.
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