«Estimular» la economía
Libertad Digital, Madrid
Barack Obama insiste en que tenemos que "dar un empujón" a la economía. Se trata de una metáfora que ciertamente tendría sentido si tomamos como verdadera la narración de los hechos que hacen los medios de comunicación. ¿Pero acaso debemos creerles?
En medio de toda la histeria que estamos viviendo, la producción nacional ha descendido medio punto porcentual. Y esto apenas guarda relación con la Gran Depresión, cuando el PIB se desplomó un tercio y el paro se disparó al 25%.
En realidad, a lo que nos enfrentamos es al riesgo de que los políticos utilicen la crisis como pretexto para dirigir la economía, gestionando al milímetro todo tipo de negocios y redistribuyendo la renta a lo Robin Hood. Para lograr la aquiescencia ciudadana, los políticos necesitan mucho sensacionalismo y eso es lo que están aportando los medios de comunicación.
Al margen de ciertos rescates financieros, lo que se ha hecho ha sido crear un enorme fondo de dinero de cientos de miles de millones de dólares puesto a disposición de los políticos para que lo utilicen en regalos electoralistas. Obama, Pelosy y Reid serán quienes decidan en qué se gastará todo ese dineral: una de las herencias de la Administración Bush que probablemente los demócratas no criticarán.
Es cierto que muchas personas defienden que existe un papel beneficioso para el Gobierno en la economía, pero teniendo en cuenta los antecedentes, parecen tener más moral que el alcoyano. Incluso con el caso de la Gran Depresión, cada vez más economistas e historiadores concluyen que, haciendo balance, la intervención pública prolongó la crisis.
Quienes no opinan de este modo y, en cambio, elogian que esta fuera la primera vez en la historia que el Gobierno federal asumió una responsabilidad directa en estimular la economía, no se plantean, sin embargo, una pregunta lógica, ¿acaso terminó esta crisis más rápido que las anteriores por el hecho de que el Gobierno no se cruzara de brazos? Parece que no: la Gran Depresión fue la más duradera de todas nuestras crisis.
En los años 30, sufrimos otro desastre de la ineptitud bipartidista. Pese al mito de que Herbert Hoover fue un presidente partidario del laissez-faire, fue el primero en intervenir masivamente en la economía. Con el paso de los años va reconociéndose que lo que hizo Roosevelt no fue más que prolongar las políticas que ya inició Hoover. Si éste empeoró las cosas, Roosevelt aún las agravó más.
Herbert Hoover hizo lo que Barack Obama propone realizar: subir los impuestos a la gente de renta elevada e imponer restricciones al comercio internacional con la excusa de salvar los puestos de trabajo internos. Entonces no funcionó y ahora tampoco lo hará.
La peor ley aprobada por Roosevelt fue la Ley de Recuperación Industrial que permitía a los políticos hacer exactamente lo mismo que quieren hacer hoy nuestros burócratas: controlar hasta el último detalle de la vida de las empresas. Afortunadamente, el Tribunal Supremo la declaró inconstitucional, ahorrándonos lo que habría sido un desastre mucho mayor.
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